Comenzando por la Francia, el país de la revolución y el pensamiento libertario, debemos decir que el centro (“le marais” o pantano, como le llaman los franceses) ideológicamente hablando, ha gobernado durante casi todo el tiempo, entre 1789 y la actualidad.
Salvo periodos relativamente cortos, de la izquierda o la derecha, el centro del abanico político ha sido el titular del gobierno, lo que acaba de confirmarse con el triunfo de Emanuel Macron, en esta rara elección definida entre la centro derecha y la ultraderecha de Marie Le Pen. Porque, en efecto, la derecha gobernó en la Restauración, el Segundo Imperio y el Gobierno de Vichy y la izquierda durante el Terror (1792/94), la Comuna de París (3 días) y el ineficiente y corrupto Frente Popular de León Blum en la década del treinta. Es anormal la reciente elección de Francia, que con un bajo porcentaje de votantes, demuestra la casi extinción de aquel vigoroso partido Socialista de Mitterand y el ocaso del Gaullismo, que por años representó la centro derecha, después de haber terminado con la 4ª República y el fracaso de la Constitución de un sistema de parlamentarismo puro, para sustituirla, con acierto, por el semi-presidencialismo de la actual 5ª República, que ha dado mucha mayor estabilidad al sistema.
Si bien es difícil extrapolar argumentos o razones de un país a otro, de todas maneras parece difícil desconocer la insoslayable importancia de la conformación de las sociedades con una predominante clase media.
Decía el historiador Félix Luna, refiriéndose a la Argentina, que la tan denostada y ridiculizada clase media era un don bendito para su país. Lo cierto es que, también en el nuestro la mayoritaria clase media ha sido y es, por su acendrado anti-radicalismo, el sostén de los gobiernos de centro. Podrá decirse que es excesivamente consumista y exigente de una calidad de vida que a veces no se puede proveer. Pero al lado de estos y otros defectos, la clase media es el colchón de seguridad de la sociedad entera, el refugio de la sensatez y el insustituible factor de equilibrio en las horas difíciles del país.
Es por eso, a nuestro parecer que, compartiendo la tesis del brillante historiador argentino, la clase media justifica y es el blindaje de la permanencia de la democracia política en nuestro país, al experimentar y aceptar la permeabilidad y los ascensos sociales, que son la fuente del igualitarismo que caracteriza a nuestra sociedad. Por su puesto que existen ricos y pobres, desde luego, pero no existen los dolorosos contrastes que se ven en algunas regiones de América Latina, entre masas paupérrimas y minorías privilegiadas, ni destratos evidentes que tanto nos chocan cuando los vemos en otros países, ni prejuicios que pudieren cerrar el camino a quienes lo abrieron en base a su propio esfuerzo.
Por otra parte, existen promedios de educación, alimentación y salud, que aunque no sean los óptimos o los más perfectos, resultan plenamente aceptables para favorecer la continuidad de una democracia efectiva. De esta forma, la democracia es la consecuencia política natural de una estructura social cuya propia naturaleza es democrática.
Esta visión, realista e inobjetable, también debe llamar a su real responsabilidad a los dirigentes políticos y sindicales. No en balde el “Che Guevara” en su discurso de la Universidad desalentó la aventura guerrillera y la teoría del “foco” empleada en Cuba. Nada justificó aquel destructor y sanguinario alzamiento guerrillero, que trajo luego la dura represión golpista.
Por eso hoy mismo, al ver la progresiva radicalización del Frente Amplio, dominado por un Partido Comunista, que hoy seguramente ha visto acrecido su secular escaso apoyo, y por el MPP, salido de las fuerzas de choque de la izquierda, nos preocupa por el creciente enfrentamiento que propicia la apertura de una grieta que se profundiza en nuestra sociedad. Es inocultable la obstinada intención del Frente Amplio de perturbar, obstruir o impedir el cumplimiento por parte de la Coalición Republicana con su programa de gobierno. Primero fue el referendum contra la LUC, como intento de abatir el instrumento jurídico para ejecutar el proyecto político que escogió el pueblo.
Luego, desechada por la gente la intentona derogatoria, hoy es por medio de la acción sindical y la ausencia de la paz laboral donde se planta el frente opositor para trabar la acción gubernamental. Ya hubo, por parte de algún dirigente menor, el anuncio de lo que deberán escuchar los gobernantes (“comerse”, dijo) en los discursos del próximo 1º de mayo. La amenaza supone la lucha sin cuartel que se habrá de desatar contra cualquier medida del gobierno. Se materializa ese propósito con los conflictos y paros que menudean en la educación, la banca, los lácteos, el puerto, Inisa, el Mides, entre otros.
Vale todo si se trata de reinstalar al Frente Amplio en el poder, para así usar y abusar del Estado como hizo en sus 15 años de mandato.
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