El general David Petraeus escribió esta semana un apasionado artículo en The Atlantic sobre la necesidad de cambiar los nombres de las bases militares que durante más de un siglo honran a los generales confederados, y de reevaluar recuerdos icónicos como las estatuas que conmemoran al general Robert E. Lee en West Point, puntos de referencia que según Petraeus han sido centrales en su propia experiencia y carrera…
Creo que Petraeus tiene razón en muchos aspectos. Sin embargo, las bases no fueron nombradas a finales del siglo XIX y principios del XX para glorificar a racistas, sino por una variedad de razones más mundanas y prácticas. Estas iban desde concesiones a los sureños de los lugares donde se iban a ubicar estas bases, hasta la obtención de apoyo bipartidario en el Congreso para su financiación, y para fomentar una distensión y pacificación entre antiguos oponentes que todavía exhibían hostilidad entre ellos…
¿Es este el momento adecuado de empezar a tirar abajo estatuas y cambiar el nombre de bases? Si vamos a participar de la iconoclasia, la trotskización, la damnatio memoriae y la cultura de la cancelación en todos los frentes -militar, educativo y gubernamental-, necesitaremos algún estándar que nos permita sopesar lo bueno y lo malo, y comparar la moral moderna frente a aquella de nuestro pasado distante. Y asegurémonos de que los nombres elegidos para reemplazar a los anteriores cumplan los nuevos y exaltados criterios.
Historiador norteamericano Victor Davis Hanson, en National Review, 11 de junio
TE PUEDE INTERESAR