El “lorito sistémico” es un término utilizado con frecuencia por el escritor español Juan Manuel de Prada para referirse a aquellos agentes de la política, la economía o la cultura que repiten las consignas o “paparruchas” armadas por los centros de poder. Con ello contribuyen a nublar el razonamiento de los ciudadanos, sometiéndolos a esas técnicas de la psicología de masas que, con el tiempo, los va transformando en una bandada de pajarones.
Si prestamos atención a lo que dicen algunos de nuestros propios loritos sistémicos, el BCU no debería involucrarse en la resolución del problema del endeudamiento familiar ya que ello podría “afectar al crédito”. Algunos pericos advierten desde la pajarera que forzar una baja en los topes de usura, que hoy permiten tasas legales de 200% o más, podría significar “un cambio en las reglas de juego”. Los papagayos más sofisticados despliegan su plumaje alertando sobre “el riesgo moral” de permitir la reestructuración de deudas.
La pajarera pareció colmarse la semana pasada cuando el diputado Daniel Peña (Partido de la Gente) se refirió, en entrevista con el Semanario Voces, a su proyecto para regular los intereses de las tarjetas de crédito, presentado en 2013. “Logramos que esa ley se aprobara en la Cámara de Diputados por prácticamente unanimidad, con un solo voto en contra, que fue el de Iván Posada, del Partido Independiente. Nunca logramos que se tratara en el Senado una ley que había tenido unanimidad en diputados”. Peña dixit.
Habrá que preguntarle al diputado Posada cuáles fueron los motivos de su oposición. Probablemente estuviera más preocupado por la salud financiera de los bancos y sus colaterales que por el bienestar de esos ciudadanos y pymes indefensas ante el atropello. Pero no podemos descartar alguna explicación alternativa. Los loritos sistémicos son muy creativos al momento de parlotear lo que sus mandantes le susurran al oído.
Sigfrido Vaz
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