Octubre es un mes pródigo en elocuentes hechos históricos. Los hijos de esta tierra y sus descendientes los deberían mantener frescos en la memoria, para que operen como aleccionador derrotero, en el devenir de los tiempos.
Hoy asistimos impávidos a un desborde de pasiones que comienzan a enrarecer el clima político. Las dos iniciativas en busca de diálogo nacional, que han partido de dos sectores políticos de diferente cuño, aún están sin respuesta.
El 12 de octubre de 1825 los lugartenientes de Artigas obtienen contundente derrota sobre el ejército de ocupación del Imperio de Brasil, saldando así el doloroso pleito iniciado nueve años antes, que obligó al Caudillo oriental derrotado a exiliarse en Paraguay.
Los generales Juan Antonio Lavalleja, Fructuoso Rivera y Manuel Oribe en coordinado orden de batalla lograron vencer a las disciplinadas tropas (parte de las cuales provenían de las guerras napoleónicas) comandadas por los generales Bento Manoel Ribeiro y Bento Gonçalves. Pocos días antes, Rivera en Rincón de las Gallinas, con una milicia numérica muy inferior, le infrigió a Mena Barreto una dura derrota, apoderándose además de 8.000 caballos, lo que significó un duro revés contra las fuerzas brasileñas. Sarandí marcó el fin de la ocupación de nuestro suelo.
Estas inesperadas victorias obtenidas contra fuerzas muy superiores, son una demostración fehaciente de lo que pueden lograr los orientales, cuando mancomunan esfuerzos y actúan en clave de unión.
Por otro lado, el Pacto del 8 de octubre de 1851 ponía fin a un sangriento conflicto armado de casi 12 años de un enfrentamiento ininterrumpido que no fue un pleito local sino una lucha de diversos sectores extranjeros que se apoyaron en núcleos nacionales, a la que se denominó Guerra Grande.
“Se reconoce que la resistencia que han hecho los militares y ciudadanos a la intervención anglofrancesa ha sido en la creencia de que con ello defendían la independencia de la República”, afirma el texto aceptado después de largas discusiones por ambas partes que ponía fin a la sangrienta disputa entre orientales.
Por las restantes cláusulas del pacto, convenido el 7 de octubre, aprobado en principio por el gobierno de Montevideo el 8 y aceptado en definitiva el día 10, después de introducirse en él las modificaciones exigidas por Herrera y Obes, se establecía que todos los orientales, cualesquiera que hubieran sido sus opiniones, tendrían iguales derechos. Se reconocía como deuda nacional la que hubiese contraídos el gobierno de Oribe. Oportunamente y de acuerdo a lo establecido en la Constitución, se efectuarían elecciones en el territorio de la República y se declaraba, finalmente, que “entre todas las diferentes opiniones en que han estado divididos los Orientales, no habrá vencido ni vencedores; pues todos deben reunirse bajo el estandarte nacional, para el bien de la patria y para defender sus leyes e independencia”.
Finalizando estas cavilaciones sobre fechas históricas del mes de octubre, no podemos olvidar que hoy en nuestro país, desde hace casi cien años, se conmemora el día del descubrimiento de América. “El Día de la Raza”, fue instituido como fiesta nacional en Argentina en 1917, por el Presidente Hipólito Yrigoyen. Y en Uruguay en una de las últimas resoluciones presidenciales del Dr. Baltazar Brum, el 27 de febrero de 1923.
Dentro del paquete mundialista de lo políticamente correcto, a veces hay derivaciones que toman regiones o culturas. En el continente Americano esta fecha, desde hace un tiempo, viene cuestionada en forma avasallante.
No hay en el continente americano una conmemoración más polémica y que al mismo tiempo reciba diferentes nombres, que la del 12 de octubre. Lo que nosotros llamamos “Día de la Raza” en otros países es “Día del Descubrimiento de América” (o simplemente del Descubrimiento), “Día de Colón” (en EEUU), “Día de la Hispanidad”, y el gobierno de Hugo Chávez ha introducido a partir del 2002, “Día de la Resistencia Indígena” en Venezuela. Ante la proximidad de la fecha hay dos aspectos a considerar: primero, lo apropiado o no del nombre, y segundo, el carácter que debe tener ese día, pero antes de eso tenemos que ubicarnos en la atmósfera que cubre una polémica, que si bien es muy antigua, ha adquirido en los últimos años una connotación singular.
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