Fiodor M. Dostoyevski publicó en 1872 una de sus principales obras a la que denominó Demonios, que lo consagró como el primer escritor de esa generación rusa de la segunda mitad del siglo XIX, tan pródiga en genios literarios (Pushkin, Tolstoi, Gogol, Chejov, Turgenev, etc.).
Rafael Cansinos Assens traductor y prologuista del destacado autor señala que algunas versiones en castellano o en francés se la conoce como Los Poseídos, lo que no cambia el mensaje -casi profético- que anunciaba que solo un milagro podría salvar a Rusia de caer en las manos de seres demoníacos similares a los personajes creados en su novela.
Seis meses atrás desde de La Mañana se anunciaba que se había sellado un acuerdo político entre el Frente Amplio, el Partido Independiente y un sector del Partido Colorado para legalizar la eutanasia. En ese oportuno artículo se recordaba que en “Uruguay se derogó la pena de muerte en 1907 en el gobierno de Claudio Williman después de una insistente campaña abolicionista que a través de El Día llevaron adelante Pedro Manini Ríos y Domingo Arena…”.
Maridaje Parlamentario
Más allá que a nivel legislativo hay dos proyectos para legalizar la eutanasia o muerte asistida, cuyas ínfimas diferencias sus autores están dispuestos a superar y disponer así de los votos necesarios para su aprobación, sus mentores no disimulan el apremio para aprobar esta ley antes de fin de año.
Un tema de tanta trascendencia vinculado a la vida y a la salud y la seguridad de las personas, se ha venido manejando en los últimos meses, tanto por sus impulsores como por algunos medios con extrema ligereza. ¿Basta con la existencia de una eventual mayoría parlamentaria para aprobar una ley de esta magnitud?
La opinión pública tan vapuleada por estos dos largos años de pandemia, donde el mayor golpe sobre el ser humano lo recibió en su siquis, ¿está en condiciones de calibrar la peligrosidad que se expone al cuerpo social al otorgarles poderes discrecionales a determinados titulados para resolver sobre la vida o la muerte de los ciudadanos?
Sobre este tema tan delicado se ha expedido por unanimidad la sala de Derecho Constitucional de la Universidad de la República que determinó que los dos proyectos a estudio para legalizar la eutanasia contradicen al Código de Ética del Colegio Médico y por lo tanto primero se debería modificarlo para habilitar el “ suicidio asistido”.
Frente a este categórico pronunciamiento de tan calificados académicos el diputado Luis Enrique Gallo autor de uno de los proyectos respondió que “no se puede ser rehén de un colectivo médico”, agregando que “los abogados que consultamos nos dicen que el legislador tiene que velar por el bien de la sociedad en su conjunto”.
Causa asombro la respuesta del diputado por tratarse de un médico.
El constitucionalista grado cinco de Udelar, Rubén Correa Freitas, afirmó con autoridad “A mi juicio el Código es una norma especial y entonces una ley general no puede derogarla”. A lo que responde Ope Pasquet, el autor del otro proyecto que “una ley se modifica o deroga por otra ley”. Y podríamos seguir haciendo acopio de todas las expresiones displicentes con ribetes de verdaderos Poseidos que manifiestan los promotores de este culto a la muerte o al suicidio asistido.
Hace 15 días también en el semanario La Mañana leíamos una nota que resume los tópicos más importantes de la conferencia del holandés Theo Boer, pronunciada ante nuestro Parlamento y abierta al público, donde afirmaba que “en Holanda el acceso a la eutanasia derivó en seis desarrollos: no solamente para los enfermos terminales sino también para los crónicos. Luego, para las personas con enfermedades psiquiátricas. Más tarde fue para los pacientes que no han producido una voluntad anticipada, luego para quienes están en la miseria y han vivido hechos duros, como la pérdida de su familia o de dinero. Ahora, la discusión se ha ampliado en este sentido, tenemos un debate serio sobre la posibilidad de que alguien que no ha hecho una voluntad anticipada también reciba eutanasia”.
“El nuevo desarrollo es eutanasia para niños y eutanasia para dos. Se toma en conjunto el sufrimiento de la persona que va a morir y el sufrimiento de la otra persona que quedaría sola. También está la propuesta de que cualquiera puede recibir eutanasia si tiene más de 74 años”, informaba el destacado académico europeo.
Toda esta literatura materialista y deshumanizada empieza en 1920 en Europa. El prestigioso psiquiatra alemán Alfred Hoche y el jurista Karl Binding publicaron el libro El permiso para destruir la vida indignada de enorme éxito en su época, donde defendían la eutanasia activa de algunos pacientes. “La vida, como mero fenómeno biológico, no merece respeto jurídico de por sí, ya que puede ser atributo de una criatura que no la merezca… seres humanos vacíos, en interés de lograr una comunidad mucho mejor”, señalaban.
La muerte caritativa toma forma en Alemania a partir de 1933
Con estos antecedentes, en 1933, Adolfo Hitler logró la presidencia de Alemania y comenzó a poner en marcha, siguiendo sus promesas electorales, políticas racistas en defensa de una “raza superior”, en cuya confección, determinados sectores de la medicina alemana estuvieron presentes. Para ello contó con la potente maquinaria propagandística nazi, que ejerció una eficaz acción de perversión de la conciencia y de la opinión pública.
El 1º de septiembre de 1939, precisamente la fecha de inicio de la II Guerra Mundial, se aprueba un decreto en el que se especificaba que “a pacientes incurables, después de una valoración crítica del estado de su enfermedad, les fuera permitido una muerte eutanásica”.
Este decreto constituyó la base del Programa para la Eutanasia, Gnadentod (“muerte caritativa”), conocido popularmente como Operación T4, debido a la localización de su oficina administrativa en el número 4 de la Tiergartenstrasse de Berlín, y supuso el inicio del exterminio en masa de pacientes con “deficiencias” o patologías mentales.
Hay que tener presente, en este sentido, que los enfermos discapacitados concernidos por este programa eran considerados, incluso en textos científicos de la época, como seres inferiores, llegando a ser calificados en algunos círculos médicos como “conchas humanas vacías” o “vidas que no merecen la pena ser vividas”.
En la Alemania nazi, los médicos alemanes planearon y llevaron a cabo el programa de “eutanasia”, la matanza sistemática de aquellos a quienes consideraban “no merecedores de la vida”. Las víctimas incluían a los enfermos mentales institucionalizados y a los discapacitados físicos.
En el marco de los denominados Juicios de Núremberg a los criminales de guerra nazis tuvo lugar el denominado Juicio de los Médicos, que comenzó el 9 de diciembre de 1946. Un Tribunal Militar Internacional, integrado por jueces de los cuatro países aliados, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética, juzgó a tres oficiales y 20 médicos, bajo la acusación, entre otros cargos, de “crímenes contra la humanidad”, incluyendo la ejecución de experimentos médicos en prisioneros de guerra y civiles de países ocupados y de la propia población civil alemana.
Después de casi 140 días de proceso, que incluyeron el testimonio de 85 testigos y la presentación de 1.500 documentos, los jueces pronunciaron su veredicto el 20 de agosto de 1947. Dieciséis de los médicos fueron declarados culpables. Siete fueron sentenciados a muerte. Fueron ejecutados el 2 de junio de 1948.
Comenta Francisco López Muñoz, Profesor Titular de Farmacología y Vicerrector de Investigación y Ciencia de la Universidad Camilo José Cela: “Este proceso sacó a la luz un perverso sistema de destrucción de la conciencia social alemana, que, en su vertiente sanitaria, supuso la institucionalización de conductas criminales en materia de salud pública, higiene racial e investigación humana. En este torbellino se vio involucrada una cantidad considerable de profesionales de la medicina (piénsese que casi la mitad de los médicos alemanes estaban afiliados al partido nazi en un determinado momento del III Reich), además de otros agentes relacionados con la asistencia sanitaria, enfermería, industrias farmaceuticas, etc.”
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