Hace poco publicamos una nota sobre los problemas de la derecha. Hoy le toca a la izquierda…, ¡y vaya si los tiene!
Allá lejos y hace tiempo, los sectores de izquierda solían contar entre sus filas con notorios intelectuales y sus dirigentes solían ser profesionales reconocidos. Hombres y mujeres muy preparados que diseñaban estrategias, hipnotizaban a las masas, debatían con soltura en el parlamento y, a veces, hasta ponían en aprietos a sus rivales “de derecha”.
Pues bien, hoy la izquierda no cuenta ni con la sombra de aquellos intelectuales… Figuras de la talla de Benedetti, Galeano, Onetti, Zitarrosa, Idea Vilariño, y otros tantos, le pasaron la posta a Caetano y… pará de contar. En la política, dirigentes como Danilo Astori, José Korzeniak, Gonzalo Fernández, Tabaré Vázquez, Samuel Lichtensztejn o Mariano Arana han sido sustituidos por Cosse, Mutti, Pereira, Andrade, Pacha Sánchez o Charles Carrera…
Tanto se avanzó en la batalla cultural, tanto “deconstruyeron” los principios y los valores clásicos de la educación, que hasta ellos se quedaron sin intelectuales. Resulta tragicómico pensar que los grandes intelectuales de la izquierda criolla fueron formados en un sistema educativo construido y administrado por los partidos tradicionales…
Otro gran problema de la izquierda es que, tras ser probada en el ejercicio del poder, no dio la talla. En Uruguay, y en casi todos los países de Iberoamérica, se registraron casos de corrupción. Los que no fueron presos demostraron ser los más dilapidadores entre los dilapidadores y los más negligentes entre los negligentes. El dinero que perdieron no está escrito: la izquierda ya no puede proclamar ni la inmaculada honestidad, ni la incontrovertible seriedad de sus dirigentes: a la luz de los resultados, sería motivo de risa.
Es cierto que idearon planes para que quienes los apoyan, no dejen de hacerlo; pero ninguno de esos planes se enfocó en promover la movilidad social hacia arriba, con lo cual, uno se pregunta si lo que buscan no es evitar que los humildes salgan a flote, y empiecen a apoyar a la “derecha”…
Para colmo, el discurso de la lucha de clases también quedó obsoleto, agotado. En la desesperación, se abrazaron de la ideología de género y se embarcaron en la defensa de cuanta barrabasada ella trae consigo. ¡Si los viera el Che aprobando leyes en el Parlamento! Pobre Guevara… ¿quién iba decir que terminaría en la tapa de un libro con los labios pintados?
A propósito de guerrilleros, la adhesión de la izquierda al “pensamiento débil” ha llevado –afortunadamente– a que cueste más encontrar jóvenes dispuestos a jugarse la vida por el socialismo. Hoy los izquierdistas juegan a las revoluciones en el Play Station de los nenes, acompañan marchas diversas y celebran cuando las feministas tiran bombas de pintura o cócteles molotov contra las iglesias. Aburguesamiento, que le dicen. Capitalismo leninismo, que también le dicen…
Tanto se aburguesaron, que los hijos de los tupamaros que en los años ´60 pataleaban porque el 8% del territorio nacional estaba en manos de extranjeros –brasileros y argentinos–, durante los quince años en que gobernó la izquierda con mayoría parlamentaria, le entregaron en bandeja el 30% de nuestro suelo a grandes multinacionales extranjeras: no solo argentinas y brasileras, sino también españolas, finlandesas, etc. Tanto se aburguesaron, que exceptuando a Zabalza y pocos más, muchos se mudaron de barrio, compraron casas al sur de Avenida Italia, autos de alta gama y colchones de primera calidad para descansar la conciencia.
Aquella izquierda que presumía de ilustrada, de honesta, de sinceramente preocupada por los problemas del pueblo, ha perdido lustre cultural, ha demostrado ser igual o peor en su ambición que los gobernantes de “derecha”, y hoy se ocupa más del lenguaje inclusivo que de canastas y planes de alimentación.
Si la derecha tiene problemas relativamente serios, la izquierda tiene problemas muy graves. El peor de todos es que perdió la oportunidad de desmarcarse de los liberales en temas como la identidad cultural y la defensa de la soberanía: se ha alineado con los promotores de “agendas” foráneas –absolutamente liberales–, y ha vendido sus viejos ideales al bajo precio de la necesidad de conseguir apoyo para sus campañas políticas. El gran problema de la izquierda hoy es que cada día que pasa se parece más y más a la “derecha” liberal.
TE PUEDE INTERESAR