La pandemia se va disipando y de a poco se van delineando los efectos de las diferentes opciones de política llevadas adelante por los países de la región. Mientras que el PBI de Uruguay aún se encuentra 4% por debajo de los niveles prepandemia, Brasil ya había superado esta marca en el primer trimestre del año. En gran medida, esto es gracias a lo que el FMI ha calificado como una enérgica respuesta de política económica, que permitirá que el país norteño alcance un crecimiento superior al 5% en 2021.
Chile es otro país que se destacó en términos de recuperación pospandemia, resultado de una expansión fiscal de aproximadamente 7 puntos del PBI y que, para 2021, llevará el déficit fiscal a niveles cercanos al 12%. Recuperados los niveles originales de producción, el gobierno del país transandino prevé en su presupuesto para el año que viene un rápido retorno a niveles de déficit de 4%, levemente por encima de los niveles prepandemia.
Evidentemente, las políticas fiscales contracíclicas cumplieron su objetivo, tal como prevé la teoría y la práctica económica desde la Gran Depresión a esta parte. Uruguay no iba a ser una excepción, y no resulta sorprendente que se encuentre entre los países con peor crecimiento, superando solo a Argentina, según lo expresó el Ec. Pablo Roselli ayer de mañana en diálogo con Emiliano Cotelo en el programa En Perspectiva, admitiendo que “Uruguay queda un poco mal parado”.
Pero esto ya es pasado y no es saludable quedarse mirando por el espejo retrovisor. En todo caso, sí conviene incorporar la lección que en momentos extraordinarios como los que vivimos, se requiere de mayor flexibilidad y rapidez en la toma de decisiones. “Es de sentido común elegir un método y probarlo. Si falla, admítelo con franqueza y prueba otro. Pero, por encima de todo, intenta algo”, dijo Franklin D. Roosevelt en el peor momento de la crisis que azotaba a su país.
En cambio, sí estamos a tiempo para enderezar una política monetaria que parece ir en dirección contraria a la de estimular la demanda, habiendo provocado una contracción de la base monetaria cercana al 25%. Y a esto se agrega la reciente y poco comprensible suba en las tasas de interés, instalando entre los agentes el temor de un nuevo episodio de atraso cambiario.
Existen también motivos de largo plazo para promover medidas de estímulo a la demanda y tienen que ver con la peligrosa contracción en la oferta que se viene observando en el mundo. El resultado es observable en los múltiples cuellos de botella logísticos, así como en las mayores tasas de inflación, fenómeno que no se observaba desde hace al menos un cuarto de siglo. Ante este escenario, y frente a la duda, es preferible errar en la dirección de sobreestimular la economía que ir en el sentido contrario, ya que los efectos en la destrucción de la oferta tienden a ser permanentes.
Uno de los principales factores que contribuyen a una retracción de la oferta se vincula a los efectos de largo plazo sobre el mercado de trabajo. Durante períodos extendidos de desempleo, los trabajadores van perdiendo sus habilidades, el capital social y hasta la autoestima, lo que les dificulta aprovechar las oportunidades que la economía genera naturalmente. Como resultado, se contrae la oferta de trabajo y se deprime la productividad general de la economía. El economista egipcio Mohamed El-Erian considera que la aparición de tendencias estanflacionarias debería servir como recordatorio de la “necesidad urgente de tomar medidas” económicas, alertando sobre los riesgos si los responsables de las políticas económicas se demoran, ya que, según él, la economía global no se salvará con esfuerzos de “autocorrección”.
¿Qué medidas de expansión de oferta se pueden tomar en Uruguay?
En primer lugar, una simplificación regulatoria que facilite la formación y sobrevivencia de las pymes, algo que en la actualidad parecería ser un ejercicio quijotesco, y que fue un tema muy presente durante la última campaña electoral. A modo de ejemplo, se puede empezar por analizar todos los requisitos que el BCU impone a las instituciones y los agentes supervisados, los que a su vez deben pasar a sus clientes, dejando prácticamente a toda la economía del país a la merced de una burocracia regulatoria que ha adquirido una peligrosa autonomía, de la que ni siquiera gozan los poderes del Estado definidos constitucionalmente.
Una simplificación regulatoria a nivel del BCU permitiría también liberar valiosísimos recursos técnicos para estudiar los verdaderos problemas del país, como ser expandir la producción y mejorar la productividad. Son muchos los temas que se beneficiarían de un mayor análisis, por ejemplo, el de los precios de frontera, que parecería no comprenderse a cabalidad en Colonia y Paraguay. Otro asunto que requiere estudio es el de la recuperación de las cuencas lecheras, que permitiría al país aprovechar el inusual exceso de capacidad en plantas distribuidas por todo el país, aumentando el empleo y la generación de divisas. También urge estudiar las alternativas existentes para repoblar el campo, aprovechando los campos de colonización para ofrecer actividades económicas viables a las familias rurales.
Es solo cuestión de voluntad y de salirse un poco del trillo. Si no exhibimos firmeza en el accionar, va a ser difícil desmantelar las múltiples rentas instaladas por quince años de astorismo-bergarismo, y que constituyen el verdadero cáncer de la economía. Y como toda enfermedad invasiva, combatirlo es doloroso ya que el bicho se resiste. Si en cambio perdemos el tiempo con rencillas menores en torno a quién le sacamos los recursos para financiar los asentamientos, les estaremos haciendo un gran favor. La política económica no puede quedar reducida a Colonización vs. Asentamientos.
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