Hace exactamente cinco años, un miércoles 26 de junio de 2019, aparecía el primer número de esta nueva época de La Mañana. Renacía con su inconfundible logo en la portada y la reivindicación de la inspiración rodoniana, del legado artiguista y del sello de su fundador, Pedro Manini Ríos en 1917.
En la columna editorial de la página 2, “La vuelta de La Mañana”, redactada por su editor general, el recordado y querido Hugo Manini, se apuntaba a despejar dudas sobre las características de este relanzamiento. ¿Se trataba de un órgano de prensa partidario? No, pues su aspiración es a la pluralidad y objetividad y no depende de las decisiones internas de ningún partido. ¿Era una publicación zafral de campaña electoral? El tiempo ha demostrado su vocación de permanencia, no solo por su continuidad en el tiempo –siempre amenazada por los avatares de la economía–, sino sobre todo por la calidad de sus contenidos y contribución al debate de ideas.
En aquel 26 de junio, como hoy, se imprimía el semanario a pocos días de las elecciones internas de los partidos políticos. Y se ofrecieron cuatro columnas para que referentes de las distintas colectividades pudieran manifestar libremente sus opiniones de cara a tan importante acontecimiento electoral. Un recuadro con nota del editor rezaba lo siguiente: “Los partidos políticos son más que estructuras electorales y espacios de representación del soberano. Son también depositarios de tradiciones y constructores de consensos. En cada instancia electoral, los partidos rivalizan como adversarios en democracia, mas nunca como enemigos cuando se trata de la prosperidad y el bien común”. Toda una definición de principios, que no se puso por rellenar el espacio, sino apuntando de manera consciente a establecer un rumbo.
Esto no significa desconocer la simpatía de La Mañana por el partido Cabildo Abierto y por su líder Guido Manini, en cuanto representantes de un ideario y portavoces de un pensamiento, que han llevado a la acción política concreta en estos años. Lo mismo que legítimamente puede sintonizar el diario El País respecto al Partido Nacional o La Diaria con el Frente Amplio. Y siempre desde la línea editorial, sin comprometer políticamente a los profesionales del medio, ni a las empresas que publicitan, ni a columnistas o entrevistados.
Considero que todos los medios de prensa tienen la responsabilidad ética de ejercer un periodismo serio y riguroso, incluso los medios partidarios. Pero cuando se trata de un medio de comunicación que se beneficia de un permiso del Estado para utilizar ondas de su espectro radioeléctrico, esto implica además un deber de brindar información de manera completa, plural e imparcial, salvo que el programa se identifique claramente con alguna organización política.
Quienes han criticado el artículo aditivo de la Ley de Medios al respecto normalmente han llevado el razonamiento al absurdo, como si se tratara de contar la cantidad de segundos que se disponen para tal o cual postura, candidato o partido o se pretendiera limitar la posibilidad de los periodistas de cuestionar u opinar libremente. Sin embargo, lo que plantea esa norma programática es una garantía para los ciudadanos que tienen derecho a recibir una comunicación política equilibrada, a que las emisoras no se conviertan en trincheras. Creo que afortunadamente en Uruguay podemos decir que en términos generales ese derecho está garantizado, pero eso no significa que estemos a salvo de una polarización que es tendencia en el mundo y la región, y que va de la mano de la concentración empresarial.
Un equilibrado ecosistema de medios de comunicación, donde convivan los grandes y los chicos, los de la capital y los del interior, con variadas tendencias, junto a un sistema de partidos políticos fuertes, representativos de las distintas aspiraciones de la ciudadanía, comprometidos con causas nobles, y con la activa participación del cuerpo electoral, son base de una democracia bien entendida.
La unanimidad lograda en el Parlamento para la Ley de Financiamiento de los partidos políticos es una muy buena noticia, en tanto que contribuye a la transparencia y a mejorar los mecanismos de control y sanción. Ya no se trata solamente de limitar la influencia de determinados lobbies empresariales en las decisiones de los gobernantes, sino prevenir para que no ingrese dinero del crimen organizado al financiamiento de la política.
Todos estos conceptos están unidos y necesariamente van de la mano del combate a dos flagelos que están haciendo estragos en nuestra población: la droga y la usura. Algunos prefieren no hacer nada al respecto porque en definitiva “nadie los obligó” a tomar una sustancia tóxica o sacar un préstamo con intereses abusivos. Un argumento no muy distinto a que las personas “tienen derecho a dormir en la calle”. Como si la realidad fuera tan simple. Repitiendo mantras de ideologías que niegan el bien común y profesan un individualismo extremo.
Sin una sociedad de equilibrios no habrá política o periodismo con equilibrios, porque son el reflejo de aquella. Las grietas generan fisuras donde buscan anidar los que viven de la especulación y la narcotización. Todas las demás alharacas, como las que se hacen con un artículo de la Ley de Medios, no se hacen con tanta estridencia cuando se trata de estos otros temas de fondo. Cada cual sabrá cuál es la medida de lo que lo escandaliza.
En estos tiempos retoma fundamental importancia la prédica de Rodó a la juventud, su esperanza en las generaciones que vendrán. Ya no a la juventud de Uruguay sola, sino a la juventud de América. Recrear esos horizontes y profundizar en nuestra democracia aparecen entonces como tareas ineludibles, que tienen en La Mañana a una tribuna semanal digna del rumbo que marcaron sus mentores.
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