¿Podría un político de este país “laico” ser reconocido algún día como “santo”, o sea, apasionado por llevar la luz del Evangelio al campo de la medicina y el derecho a los debates parlamentarios sobre la vida intrauterina?
El Papa Francisco alienta a descubrir y resaltar testigos cercanos de una fe coherente, esos “santos de la puerta de al lado”, como le gusta llamar. Un cristiano coherente sabe que la luz que recibió en el bautismo se traduce en una misión en el lugar donde vive y actúa.
Las páginas escritas por hombres y mujeres dando testimonio de su fe son interminables. En un sótano oscuro y maloliente del campo de concentración de Auschwitz, por ejemplo, alumbró una perla de santidad. A la locura de Hitler, el Padre Kolbe mostró la locura del amor, cuando pidió ocupar el lugar de uno de los 20 condenados a muerte en represalia por el que había fugado. Y sustituyó a quien tenía esposa y dos hijos.
El periplo de Salvador García Pintos (1891-1956) abarca muchas etapas, aventuras y un legado que hoy sigue iluminando. Especialmente desde que el cardenal Daniel Sturla, con el beneplácito de los demás obispos del país, luego de una cuidadosa recopilación de testimonios decidió enviar al Vaticano los antecedentes para encaminar un proceso de reconocimiento de las “virtudes” que caracterizaron la trayectoria de este compatriota.
Médicos en camino de ser declarados santos ya hay. Por ej. Jerôme Lejeune, descubridor del síndrome de Down y “padre de la genética moderna”. Otros, como el italiano Giuseppe Moscati, fue declarado santo en 1987. En nuestro país, se ha reconocido a quien supo dar batalla con la pluma y la inteligencia en defensa de la dignidad del feto dentro de la madre y el derecho a nacer. Salvador García Pintos peleó con valentía por “el derecho a nacer”.
La correspondencia con investigadores europeos muestra que GP estaba muy actualizado. El Catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Barcelona, le escribía a GP acusando recibo y agradeciendo la publicación enviada: “El respeto a la vida” (Montevideo 1936) me ha interesado profundamente. Creo firmemente como usted que las disposiciones a él relativas -con todo el respeto que su eminente autor me inspira, el doctor Irureta Goyena- no pueden hallar justificación alguna, NI SOCIAL, NI ETICA NI JURÍDICA (las mayúsculas son del Catedrático español). Lo felicito por su trabajo, por su cultura jurídica tan finamente seleccionada…” Y termina con un cordial saludo del Catedrático Eugenio Cuello Calon.
“Un modelo de recia argumentación”: así definía el profesor Sebastián Soler, Catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Córdoba (R. A.) el estudio enviado por García Pintos. Y añadía: “Le diré que me ha sorprendido la forma en que un médico ha visto los problemas jurídicos (…) Estoy acostumbrado a que el influjo del positivismo tenga en todo médico legista un adepto natural del positivismo en materia penal. Demuestra usted comprensión del problema y cultura jurídica. Su libro valdrá como una exposición muy seria de los problemas y un modelo de recia argumentación” (Carta del 25 octubre 1935).
Desde Amberes el profesor Niko Gunsburg, Catedrático de la Univ. de Gante acusa recibo del libro de GP: “He leído sus notables estudios sobre eutanasia, suicidio y aborto, que me han interesado vivamente. Pienso también que ciertas teorías modernas se inspiran en una depreciación considerable del valor de la vida. Desde el momento en que ésta no procura ya las más grandes alegrías, podría uno, según parece, deshacerse de ella. Es en este orden de ideas que hay que buscar la explicación de las detestables aplicaciones de la esterilización en la Alemania actual…”.
“Ciertas teorías modernas se inspiran en una depreciación considerable del valor de la vida”
Desde París agradecen a GP, entre otros, el Prof. Louis Hugueney, Catedrático de Derecho Penal, escribe: “He leído con sumo placer su hermoso libro que me ha mostrado que hay todavía más allá del Atlántico, hombres razonables, ilustrados y valientes para defender las que ya eran grandes conquistas de la civilización.” (Nov 21 de 1935).
El cristiano sigue los pasos y enseñanzas de Jesucristo contenidas en el Evangelio y propuestas por la Iglesia Católica. Desde las primeras páginas de la Biblia, Abraham, sin ninguna duda el creyente más admirable, escucha una invitación: “Camina en mi presencia y sé perfecto” (Génesis 17,1). En tiempos de marcado relativismo, cuando muchos se autodefinen “soy cristiano a mi manera”, o “elijo lo que me gusta”, resulta oportuno resaltar figuras que han intentado seguir en su trayectoria vital, las enseñanzas del evangelio propuestas por la iglesia católica. Es de Perogrullo que los buenos ejemplos contagian, como también los mediocres.
Los testimonios de santidad son de personas de todas los extractos, ocupaciones y edades. El reconocimiento de testimonios valientes de fe, empezando por los mártires arrojados a los leones en el coliseo romano, era algo usual hasta el 313 (Edicto de Constantino). Simultáneamente se conservaba la memoria de testigos por su vida ejemplar en otros lugares de la sociedad o en la vida familiar. El Padre Pro, por ejemplo, jesuita mexicano, ejecutado en 1927 durante la persecución a los cristianos.
No han faltado testigos del evangelio en el campo de la política. Sin remontarnos al siglo de Santo Tomás Moro (s. XVI), en el siglo XX sobresalió el italiano Giorgio La Pira, dos veces alcalde de Florencia, defensor de los derechos humanos, promoviendo el desarrollo integral de las personas en tiempos que requerían valentía para no callar ante el régimen fascista que lo amenazaba. Asimismo La Pira, hoy en proceso de beatificación, hacía vibrantes llamamientos contra la guerra nuclear, en sus comienzos, además de sus permanentes reclamos en favor de los pobres y marginados. “La política -repetía- es un compromiso de humanidad y santidad”..
“Es de Perogrullo que los buenos ejemplos contagian, como también los mediocres”
Necesitamos hombres y mujeres de carne y hueso que caminen a nuestro lado y contagien la fe en Jesús. Son testigos. Pueden servir. Jesucristo eligió directamente a algunos discípulos, como el caso de Juan y Andrés. Después, Andrés encontró a su hermano Pedro, que fue a ver a Jesús y resultó un gran apóstol. Esa es la manera de transmitir la fe, a través de mediaciones humanas. En la familia, trabajo, club, donde sea.
(*) Obispo emérito de Salto
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