Ante el inminente tratado de la Ley de Eutanasia en el Parlamento, entendemos oportuno compartir las siguientes consideraciones por las cuales se entenderá lo no exagerado del título de este artículo.
La Ley de Eutanasia así planteada lejos de “ser un derecho de morir” es un “derecho de matar”, altera el orden jurídico, social, bioético y lo que es más importante, discrimina a las personas. Habrá personas dignas de vivir y personas que serán “eutanasiables”; es decir: sus vidas no valen tanto como para que la sociedad tutele ese derecho.
El bien más preciado, es la vida. Por lo tanto, ésta es tutelada por el bien jurídico, porque toda persona humana es digna. Todos los hombres son iguales en dignidad y derechos. Estos derechos son inherentes a la persona, por más que la persona quiera no tenerlos o no quererlos. Nada más y nada menos esta relación lógica del ordenamiento jurídico es la que se quiere cambiar. Si una persona quiere renunciar a su libertad y acepta ser esclavizada, se castiga a quien la esclaviza, independientemente que la víctima quiera o no. La lógica del orden jurídico es que tenemos deberes y derechos. Yo tengo la obligación de no matar, pues no matar porque los demás tienen derecho a la vida.
El proyecto de Ope Pasquet en su artículo 1 dice: “Está exento de responsabilidad el médico que, actuando de conformidad con las disposiciones de la presente ley y a solicitud expresa de una persona mayor de edad, psíquicamente apta, enferma de una patología terminal, irreversible e incurable o afligida por sufrimientos insoportables, le da muerte o la ayuda a matarse”.
Indudablemente el diputado Pasquet desconoce que a los médicos nos forman para salvar vidas, no para darles muerte. Históricamente se le respeta al personal de salud en los conflictos bélicos por su tarea de salvar vidas, incluso en los escenarios más hostiles como los campos de batalla. No es esto para lo que nos formamos. Se nos quiere dar el derecho de ser verdugos de los pacientes, un derecho que ni siquiera el Estado lo tiene (ya que en nuestro país no existe la pena de muerte desde 1907).
Uruguay se ha destacado por su alta tasa de suicidios; este artículo de la Ley deja la puerta abierta para el suicidio de cualquier persona, porque… ¿cómo se define “sufrimientos insoportables”? ¿Qué le diremos a los jóvenes con ideas de autoeliminación y con “sufrimientos insoportables”? ¿Que vengan al hospital que los ayudaremos a terminar con su sufrimiento asistiéndolos en el suicidio?
Algunas de las herramientas de marketing utilizada por “los mercaderes del mal” son basadas en las siguientes falsedades:
– Nos quieren hacer pensar que la eutanasia es una solución piadosa para terminar con el sufrimiento.
– Que aquellos que estamos en contra no tuvimos familiares que pasaron por una muerte así o tenemos profundas convicciones religiosas que no nos permiten pensar con claridad.
En primer lugar, quienes impulsan la eutanasia no han puesto el mismo énfasis en apoyar la Ley de Cuidados Paliativos. Si le vamos a ofrecer a una persona que sufre la posibilidad de que realice eutanasia, probablemente diga que sí para terminar su sufrimiento. En cambio, si a la persona le aliviamos el sufrimiento y le damos contención… ¿elegirá la eutanasia? En nuestro país solo el 59% de la población accede hoy en día a algún tipo de Cuidados Paliativos. Por esta razón, más otras que expondremos al final del artículo estamos convencidos de que hay un tema económico de fondo. Esto generaría una gran inequidad, eutanasia a los pacientes de ASSE o a aquellos que no puedan pagar cuidados paliativos y cuidados paliativos a aquellos que sí los pueden pagar. De aprobarse la eutanasia, el derecho a morir puede convertirse en una opción obligada para los más vulnerables, para quienes se sienten una carga para sus queridos o para la sociedad. Recuerdo un sonado caso en Oregón EEUU en 2008 Randy Stroup: un paciente que oncológico que requería una costosa quimioterapia; su seguro “Oregón Health Plan” le envió a su domicilio una carta diciendo que no podían cubrir los costosos tratamientos, pero sí le podían facilitar el suicidio asistido. ¿Éste es el Uruguay que queremos?
Estamos viendo cómo los mercaderes del mal le llaman a la eutanasia “muerte digna”, pero una muerte digna nunca puede incluir la asistencia a suicidarse o ser asesinado. Una muerte digna es morir de causas naturales, sin dolor, en paz, acompañado de sus seres queridos y personal de salud, e incluyendo el derecho a la asistencia emocional, afectiva y espiritual del paciente. Esto es ayudar a morir, no terminar con la vida del paciente.
En nuestro país y con una amplia cobertura de cuidados paliativos, universal, nadie debería sufrir o tener miedo a transitar una enfermedad terminal, porque la ciencia tiene todos los recursos para evitar que las personas sufran. Aquí me detengo en un aspecto no menor: la sedación paliativa no es eutanasia. Es decir, cuando sedamos a un paciente para que no sufra, puede morir, pero no es eutanasia. El objetivo de la sedación paliativa es ir aumentando la medicación y/o agregando o rotando fármacos, pero no con el objetivo de eliminar al paciente, sino de eliminar al dolor. La Ley lo que propone es a la inversa: eliminado el paciente se termina el dolor. También nuestro país cuenta con la “Ley de voluntades anticipadas”, por la cual una persona puede elegir con anticipación cuando llegue el momento de que no se le realicen tratamientos o procedimientos que no aporten a su calidad de vida.
Dejaremos para más adelante los aspectos económicos que se esconden detrás de estos proyectos y su relación con la Agenda 2030, que pretende incluir la eutanasia en la lista de “nuevos derechos”. En los países donde se ha aprobado, tiende a hacerse especialmente accesible y dirigida a sectores prioritarios económicamente desfavorecidos, minorías étnicas, enfermos psiquiátricos, personas con discapacidad, ancianos con demencia y otros que fueron asesinados en forma legal porque el estado ejerció su derecho a morir.
Para una mayor profundización de los aspectos jurídicos del tema recomendamos el libro de Diego Velasco “Eutanasia y Dignidad” que pueden adquirirlo a través de la fundación de cultura universitaria.
Pero queda un tema aún por abordar: ¿quién aplicará la eutanasia? Será expresamente el médico según la ley, pero… ¿dónde se formarán los médicos que practiquen la eutanasia? ¿Practicarán con los pacientes de Facultad de Medicina y ASSE? ¿Con los más vulnerables?
En conclusión, el Proyecto de Ley de Eutanasia de Ope Pasquet, además de alterar el orden jurídico y atentar con el Código de Ética Médica, entre otras cosas, nos recuerda a un proyecto de similares características implementado en la Alemania Nazi: el famoso programa “T4”. Es interesante la investigación desarrollada por Gotz Aly en 2013 en su libro “Los que sobraban: historia de la eutanasia social en la Alemania Nazi”. Allí se utilizaban los mismos argumentos que hoy en día esgrimen quienes están a favor; los médicos alemanes entendían que eliminar a las personas con “vidas indignas” era un “acto misericordioso”, y exigían la importancia del consentimiento de los candidatos a eutanasia. Así comenzó el programa de eutanasia en la Alemania de preguerra, para adultos, enfermos incurables y enfermos mentales; posteriormente se extendió a personas con discapacidad y “vidas no productivas”. Es así que en el Hospital de Hadamar aparecieron las primeras cámaras de gas antes de la guerra, que luego fueran conocidas por extenderse masivamente en campos de concentración para aquellos “no dignos”. Curiosamente, según el testimonio de los médicos juzgados en Nuremberg, los mismos alegaron al igual que algunos médicos en nuestro país, que fueron movidos por “compasión y sentimientos humanitarios”: liberar el sufrimiento eliminando al sufriente, tal como estos proyectos que una vez más quieren convertir a los Médicos del Uruguay en Sicarios del Estado.
Evitemos construir la cultura de la muerte.
(*) Dr. Fernando Martín Silva, doctor en Medicina, posgrado en Pediatría, magíster en Dirección de Empresas (UM). Cofundador de la Agrupación Gremial Evolución Médica.
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