Hace unos días trascendió que la Embajada del Reino Unido extendió una invitación a parlamentarios uruguayos para visitar las Islas Malvinas. Cuatro legisladores de la coalición de gobierno aceptaron obsequiosamente la invitación, mientras que la oposición, exhibiendo mayor apego a los valores nacionales, se excusó de participar. “Nos parece que es una buena instancia para conocer la realidad de las islas”, declaró el diputado Felipe Schipani, haciendo referencia a la invitación a visitar uno de los últimos resabios coloniales, representados por estas islas estratégicamente ubicadas para controlar el Estrecho de Magallanes y la Antártida. Este último el único continente que hasta ahora no han logrado dominar y explotar los sucesores del primer ministro Gladstone.
Evidentemente ninguno de los cuatro diputados que aceptaron la invitación tuvieron un hijo, hermano, padre o tío que hubiera caído en la defensa de ese recordatorio de la dominación británica en el Atlántico Sur que fue la Guerra de las Malvinas. Quizás tampoco se preocuparon de imaginar la significación en el corazón de la Nación argentina de recordar pilotos que, al timón de un Pucará, se atreven solitariamente a atacar a una de las fuerzas navales más poderosas que la historia haya conocido.
Sr. diputado, nunca es una buena instancia para herir la sensibilidad de una Nación hermana; sobre todo en vísperas de un crucial encuentro de los líderes de nuestras naciones en Montevideo, fundamental para el futuro de nuestro país. Tampoco este tipo de accionar tiene algo que ver con los principios que nos legara el Protector de los Pueblos Libres, por más penosos intentos que se hagan de justificar algo injustificable para los que nos consideramos artiguistas. Piénselo en términos de ideales, o de real-politik. Siempre será una mala idea.
Soldado Cabral
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