Las razones de la oposición de los “líderes industriales” al pleno empleo financiado con gasto público pueden subdividirse en tres categorías: (i) la aversión como tal a la interferencia del Gobierno en el problema del empleo; (ii) la aversión al destino del gasto del Gobierno (inversión pública y subvención del consumo); (iii) la aversión a los cambios sociales y políticos resultantes del mantenimiento del pleno empleo. Toda expansión de la actividad del Estado es vista con recelo por los “negocios “, pero la creación de empleo mediante el gasto público tiene un aspecto especial que hace que esta oposición sea particularmente intensa. En un sistema de laissez-faire, el nivel de empleo depende en gran medida del llamado estado de confianza. Si esta se deteriora, la inversión privada disminuye, lo que se traduce en una caída de la producción y del empleo. Esto ofrece a los capitalistas un mecanismo poderoso de control indirecto sobre la política gubernamental: todo lo que pueda hacer tambalear el estado de confianza debe ser cuidadosamente evitado porque causaría una crisis económica. Pero una vez que el Gobierno aprende el truco de aumentar el empleo mediante sus propias compras, este poderoso dispositivo de control pierde su eficacia. De ahí que los déficits presupuestarios necesarios para llevar a cabo la intervención del Gobierno deban considerarse peligrosos. La función social de la doctrina de las “finanzas sanas” es hacer que el nivel de empleo dependa del “estado de confianza”. La aversión de los empresarios a la política de gasto de un gobierno se agudiza aún más cuando consideran los objetos en los que se gastaría el dinero: la inversión pública y la subvención al consumo de las masas.
El “capitalismo del pleno empleo” tendrá, por supuesto, que desarrollar nuevas instituciones sociales y políticas que reflejen el mayor poder de la clase obrera. Si el capitalismo puede ajustarse al pleno empleo, habrá incorporado una reforma fundamental. Si no, se mostrará como un sistema anticuado que debe ser desechado. … ¿Será que quizás la lucha por el pleno empleo conduzca al fascismo? ¿Acaso el capitalismo se adaptará así al pleno empleo? Esto parece extremadamente improbable. El fascismo surgió en Alemania en un contexto de tremendo desempleo y se mantuvo en el poder garantizando el pleno empleo, mientras que la democracia capitalista no lo consiguió. La lucha de las fuerzas progresistas por el pleno empleo es, al mismo tiempo, una forma de evitar la reaparición del fascismo.
Michal Kalecki, en “Los aspectos políticos del pleno empleo”, conferencia dictada en la Marshall Society, Universidad de Cambridge (Reino Unido, 1942)
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