Estamos a poco más de un año que comenzó la emergencia sanitaria y la vida de todos tuvo cambios muy drásticos. El gobierno ha sido proactivo, pero ha defendido una y otra vez con firmeza, tratando de mantener lo más posible la libertad, el trabajo y la vida social. Esa filosofía siempre incidió a la hora de tomar decisiones y esa forma de encarar el problema es mucho más valorable si tenemos en cuenta las enormes presiones a nivel global, que baja a través de organismos internacionales y medios de comunicación.
Pero también a nivel interno han presionado corporaciones, lobbies y organizaciones, que están más preocupadas por la rentabilidad económica o electoral, que por la salud de la gente. Uno entiende que los gobernantes están acostumbrados a lidiar con estos obstáculos, ahora, no es normal bajo una brutal campaña de miedo, con una sociedad asustada, llena de pánico y terror. Eso deja vulnerable a cualquier gobierno por más fuerza y aprobación que tenga.
Recordemos al principio las duras críticas que recibieron algunos por sus recomendaciones, como fue el caso del ministro Salinas que desde el primer día intentó desestimular el miedo y el pánico para encarar el problema. Reflexionando sobre la importancia de salir del encierro, recomendando hacer deporte al aire libre, salir a caminar y usar el espacio público para el esparcimiento. Señalando los riesgos que tiene el sedentarismo, y destacando los beneficios que tiene para la salud, despejar la mente o realizar actividades recreativas principalmente los más vulnerables, niños y adultos mayores.
En esos momentos el “quédate en casa” era algo muy difundido por todos lados de forma casi religiosa. Y por estas recomendaciones que tienen más de sentido común que de ciencia, muchos acusaron al ministro de las peores cosas, hasta llegando a pedir su remoción calificando de irresponsable y acusándolo de atentar contra la salud de la población, entre otras barbaridades que le decían con mucho ensañamiento para desacreditarlo. Claro, para muchos era más fácil, en ese momento Salinas no tenía la fortaleza y la aprobación que tiene ahora, ganada en base a capacidad, trabajo y apertura al dialogo.
Eso fue al comienzo, pero hasta hoy cada vez que alguien opina por fuera de los parámetros del miedo y lo establecido como verdad absoluta, es atacado de forma muy intolerante, casi inquisitorial, no importa si se hace debatiendo con respeto, argumentos y a la vez acatando las medidas del gobierno y siendo responsable, no importa nada, se lo demoniza, se lo lincha hasta pedir su eliminación de la vida pública por atentar contra la salud de la población, e incluso algunos hasta han pedido que debe actuar la justicia a raíz de algunas opiniones disidentes.
Esa dinámica hemos vivido hasta ahora, nunca nos detuvimos a discutir como sociedad qué cosas son aceptables como normales y cuáles no, simplemente fuimos aceptando casi en silencio por miedo al linchamiento, toda la información y las medidas que se fueron imponiendo al mismo tiempo en todo el mundo, conformándonos por las medidas más abiertas y con más libertad de nuestro país, cosa que reconozco y destaco.
Las propuestas en contra de libertad han sido moneda corriente por parte de muchos, y frases muy usadas hasta hace muy poco, quedaron totalmente obsoletas en un abrir y cerrar de ojos. Hoy usan el miedo como forma grosera y oportunista quienes ayer se indignaban gritando la consigna: “el miedo no es la forma”.
Pero no sólo la oposición ha hecho uso del miedo, comenzando una escalada autoritaria que pide medidas tan extremas y dañinas, también dirigentes oficialistas han caído en igual oportunismo y demagogia, proponiendo el ejército en la calle para controlar la movilidad social, el cierre de fronteras entre departamentos, test obligatorios para circular por determinados lugares, discriminación contra quien no se vacune y otras tantas medidas de control en contra de la libertad y de la salud.
Todas las opiniones son válidas, pero solo han tenido una enorme visibilidad, las que apuestan a las restricciones y penalizaciones a la gente simplemente por vivir, por hacer uso de la libertad.
Es cierto que la demagogia y el oportunismo existió siempre en política, así como la lucha electoral es normal, muy vieja. También podemos decir que la intolerancia y agresividad hacia el que opina diferente ya hace tiempo está instalada y muy extendida. Pero lo que nunca habíamos visto es este nivel de censura brutal, al punto de tratar de querer sacar de circulación o eliminar la opinión del que vive y conoce una realidad diferente.
Pero esa intolerancia, esa agresividad y censura, que en muchos casos no se hace solo desde el oportunismo, sino también desde un inconsciente lleno de miedo y pánico, hace que exista poco lugar para la reflexión y para escuchar otras visiones de gente que están en el territorio viendo todo más de cerca, con conocimiento y experiencia no solo de una enfermedad, sino de una enorme cantidad de daños mucho más graves que se están generando a raíz de las medidas para combatir este nuevo virus.
Hoy prácticamente solo se difunde las opiniones que vayan en el sentido de generar miedo, y el lugar en gran parte de los medios está reservado para escuchar la opinión de, profesionales, corporaciones, organizaciones y empresas que tienen mucho poder.
Poco lugar existe para la opinión del médico de familia que trabaja en una policlínica rural o en contextos vulnerables, aquel que tiene una visión distinta y alerta que generar miedo, terror y dejar a la gente desamparada es parte importante del problema. Poco aparece la opinión de los usuarios que están sufriendo las consecuencias, como el caso de una adulta mayor del medio rural, internada en Montevideo, recibiendo tratamientos oncológicos, sin poder contar con un familiar que la acompañe, porque para esto se le exige un hisopado negativo para entrar, pero si esta persona es de prestador privado, tiene que pagar para hacerse dicha prueba, lo cual no puede y por lo tanto la persona queda sola atravesando un momento tan difícil.
Ni que hablar de intentar cuestionar el lobby y el brutal conflicto de intereses que existió siempre, eso ya parece una cosa antigua, quien se anime a cuestionar a un científico o médico por donde trabaja, que vínculos empresariales tiene o quien lo financia, se lo lincha o se lo manda a estudiar para poder cuestionar con propiedad.
Lamentablemente en este tema, toda esta intolerancia y la censura que opera a través del miedo ha hecho que el grueso de quienes representan a los ciudadanos estén en una postura pasiva con respecto a algunos problemas. Algunos abrazados a políticas globales, defendiendo corporaciones y gritando más fuerte cuando la estadística cambia. Y otros bastante en silencio por una cuestión de unidad, pero también por cálculo electoral.
Algo parece estar cambiando desde abajo en este último tiempo, ojalá que quienes tienen la responsabilidad de representar al ciudadano y discutir las políticas públicas, atiendan esta realidad y asuman el compromiso. Visibilizando y proponiendo soluciones sin miedo, con equilibrio, pero con la urgencia y necesidad de resolver un montón de problemas graves que han sido generados por las medidas para atender la pandemia.
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