Mucho se habló en los últimos días, con la consiguiente divulgación mediática, de un muy doloroso fenómeno social que se le denomina “asentamientos”. Por suerte, después de muchas idas y venidas, se arribó a un primer paso para dar inicio a la solución, que está lejos de ser sencilla.
Se trata de una realidad social, rayana en la impudicia, que no proviene del legado de los últimos quince años que recibió este gobierno, sino de mucho antes, lo que deja al desnudo el fracaso de nuestro estado. Y también la escasa sensibilidad de una clase política que alimentó su discurso, sí, en esta triste realidad, pero salvo algunos matices, demostró incapacidad para encarar soluciones de fondo que pusieran fin a esta inaceptable situación.
¿A quién le sirve esta realidad?
A veces nos queda la duda si esta reiterada insensibilidad, no constituye una estrategia -manipulada por los poderes no visibles- que apunta a la erosión de la convivencia pacífica. Seguramente para que desemboque en ese grito lanzado con sonoridad de impotencia: “que se vayan todos”, que se escuchó en otras latitudes, asimilado a un sentimiento de frustración, que equivale a la denuncia del fracaso de la democracia.
Hace menos de un año, esta perturbación social, que se viene arrastrando desde tanto tiempo atrás, fue utilizada inescrupulosamente para hacer trastabillar nuestra Constitución y vulnerar nuestra Soberanía. El abogado Juan Ceretta, Consultor Externo de FAO, hizo llegar a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) varias cartas patéticas de dolientes, algunas hasta escritas por niños que viven en alguno de los tantos asentamientos, para solicitar de dicho organismo una intervención que afectó la división de poderes que está en la base de nuestro estado de derecho.
Tres fallos judiciales ordenaron al MVOT a otorgar viviendas a familias de un asentamiento que ocupaban un predio o en su defecto pagar una elevada suma de dinero. Esta decisión, impuesta por organismos internacionales altera el procedimiento de adjudicación del ministerio afectando a otras personas y generando un antecedente al margen de nuestra carta magna, que preocupa a las autoridades.
Podríamos coincidir con Cabildo Abierto y los tres senadores y demás dirigentes del Partido Nacional, que se oponían a la solución ofrecida por el Poder Ejecutivo, que el volumen de los fondos con que se pretendía solucionar el problema endémico de la vivienda insalubre, no deberían ser arrebatados al Instituto Nacional de Colonización. Pero de lo que no tenemos la menor duda es que con ese importe quedamos aún lejos de lograr a comenzar a revertir esta historia.
Hace varios meses, OSE (Obras Sanitarias del Estado) inició el estudio de factibilidad de invertir una cifra cercana a los U$S 975 millones en obras de saneamiento destinadas a poblaciones del interior, y nadie se preguntó de qué otro organismo iban a provenir estos fondos. Nos parece muy atendible esta inversión, en la medida que esté inserta dentro de un orden de prioridades. No debemos olvidar que la obra pública es también factor decisivo en la superación de la crisis que estamos viviendo. Ni que hablar del fenomenal costo del “ferrocarril de la celulosa”, que esta administración asumió sin pestañar como legado del gobierno anterior. Muchas otras inversiones de porte faraónico podrían engrosar esta lista que no haría más que irritarnos a todos sin aportar soluciones.
¿Que ha hecho crecer los asentamientos?
Nos podemos preguntar cuáles son las causas que han llevado a este crecimiento sistemático de los asentamientos en nuestro país en los últimos 30 años. Se le puede dar múltiples respuestas y señalar responsabilidades, como por ejemplo el malestar de la globalización (Joseph Stiglitz), la paulatina desaparición de emprendimientos fabriles (bastaría recorrer la calle Veracierto para constatar el cementerio de fábricas que ya no viven), el cambio de la modalidad laboral del trabajo obrero al trabajo tecnificado, a la sistemática sustitución de importaciones, pero también y fundamentalmente a la migración del campo a la ciudad, donde la posibilidad de adquirir un predio rural -sujeto a precisas normas-, no cabe duda que colaboraría mucho en detener esta nefasta hemorragia.
Y por qué no volver a recordar algo que se creía que ya había quedado laudado con la Ley 17.188 de Establecimientos Comerciales de Grandes Superficies de 1999, y que “hecha la ley hecha la trampa”. Conviene destacar que por cada puesto de trabajo que aportan las inversiones de los grandes supermercados, se pierden cinco puestos de los comercios de cercanía. Y podríamos seguir enumerando causas y culpabilidades, pero no es nuestra intención hoy.
Quisiéramos que este recorrido por los bajos fondos de la marginalidad de los “asentamientos”, transitarlo con el mismo optimismo que hace 150 años Carlos Dickens donde enfocó el lente de su microscopio social. Toda la obra de este gran escritor -la mayoría llevada al cine, como Oliver Twist, David Copperfield, Canción de Navidad-, exhibe en forma descarnada la vergonzante realidad social del ostentoso escenario de la City, desde donde a través de los mares dominaba la política y las finanzas del mundo en época de la reina Victoria. El profundo pensador británico no se propuso generar odio ni inestabilidad sino superar las injusticias con amor y humanidad.
Apoyando la visión de Dickens, G. K. Chesterton afirmaba: “Las adversidades de la vida rompen a menudo los huesos; nunca se ha probado que rompan a nadie el optimismo”.
TE PUEDE INTERESAR