Me causó rechazo advertir que un prestigioso y centenario matutino dedicara una columna en su página editorial para agredir al Sr. Juan Antonio Salgado, respetado empresario nacional y destacado miembro de la colectividad gallega en nuestro país. Bajo el título de “Sin vergüenza”, la columna no sólo resulta agraviante para el sujeto de la rabieta, sino que llama la atención sobre las posibles motivaciones de su autor.
El hecho relatado por este Louella Parsons oriental es muy sencillo: Salgado, un conocido hincha de Peñarol, fue filmado luego del clásico cantando una de esas canciones que son típicas en el fútbol. Según parece, ésta hace referencia a la trágica muerte de un hincha del tradicional rival, y la prueba sería que se refiere a la muerte de una “gallina”.
Indudablemente Salgado cometió un error, como él mismo lo admite en una carta dirigida a la prensa, y deberá enfrentar a la justicia. Pero de allí a concluir que su conducta es de “una gravedad que no conoce antecedentes” es desconocer por completo la sociología del fútbol.
Según Martha Laverde, experta en educación del Banco Mundial, este deporte comúnmente asociado al fenómeno de las “barras bravas” y la violencia dentro y fuera de los estadios, es paradojalmente un instrumento para lograr todo lo contrario, esto es, “que personas o sociedades con riesgo de caer en la violencia aprendan a vivir en paz”. En efecto, la violencia se encuentra en la sociedad, y el fútbol es reflejo de ello, no al revés. Por su naturaleza, juegos como el rummy canasta o el badmington son poco propensos a atraer público, por lo que difícilmente se conviertan en vehículos de una violencia social latente, como ostensiblemente lo es el fútbol.
La solución al problema de la violencia no pasa por imponer una moral victoriana, por sustituir la barra futbolera por un público más “sofisticado” en sus costumbres o intentar “deconstruir” a nuestro deporte nacional. Claramente nunca en su vida Salgado instó a la violencia en ninguna de sus actividades, y tampoco lo hizo en esta instancia. Vaya si hay que tener temple para administrar la principal empresa de transporte nacional, con más de mil choferes arriesgando su vida diariamente por las calles de la ciudad, a merced del delincuente de turno.
Esperemos que este embate contra el empresario no tenga nada que ver con la intención de “un grupo europeo” de construir un tren de cercanías que cubriría una parte importante de los recorridos de la empresa que dirige Salgado. Porque a veces la palabra escrita desde las redacciones pesa más que un cántico futbolero. Sea como sea, por este camino nos vamos a quedar sin bandera, sin himno, sin héroes patrios y sin empresarios nacionales. Sólo nos quedará adorar a esos modernos deidades del Olimpo que nos presente la Fundación Atlas o sus agentes locales. Por favor, evitemos caer en la trampa que nos tiende la moda “woke”. Y el que esté libre de culpa que tire la primera piedra.
Orensano Agradecido
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