El comprensible interés del periodismo y su audiencia sobre eventuales coincidencias con modelos vigentes en otras latitudes, generalmente recibe respuestas vinculadas a países más cercanos o más lejanos geográficamente, muchas veces sin espacio para profundizar en las diferentes características de su evolución y coyuntura socio-económica. Entendemos que una aproximación alternativa la podemos encontrar en el análisis histórico de modelos orientados al crecimiento económico, tomando como punto de partida más remoto a lo propuesto por Friedrich List para la construcción, a partir de múltiples e inarticulados estados soberanos, de un país: Alemania.
Consecuentemente, en esta ocasión no hablaremos de Déficit Público, ni de Deuda, ni de otros temas propios a la crítica coyuntura que vive nuestro país. Hablaremos de ideas que, emergentes en el pasado, son parte de los fundamentos alternativos que como asesores hemos contribuido a evaluar, aceptar o rechazar durante el diseño del modelo que se ha incorporado como Capítulo I – País Productivo y Economía en el Compromiso asumido por Cabildo Abierto.
Friedrich List (1789-1846), en la Alemania de los estados soberanos del siglo XIX, defenderá a sus pequeñas economías de la preponderancia industrial de las potencias de la época, de acuerdo con un esquema tan circunstancial como indispensable, interpretado como la vía de acceso al orden natural que, por ausente, imposibilitaba que el libre comercio mundial beneficiara por igual a grandes y pequeñas economías. En el año 1818 se creará el Zollverein, unión aduanera entre los estados –lo que dos siglos después el MERCOSUR no ha logrado-, sustentando el desarrollo en una estrategia basada en la producción originada por cadenas industriales, aglomeradas en derredor de los yacimientos de carbón del Ruhr, constituyendo los sectores más dinámicos aquellos vinculados a las industrias de bienes de capital y productos industriales intermedios.
Luego de visitar los Estados Unidos de América entre 1825 y 1832, List promoverá un fuerte espíritu nacionalista, postulando que la prosperidad de cada hombre dependerá de la relevancia que alcance la nación a que pertenece. Conocerá e incorporará List las ideas de Alexander Hamilton (1755-1804) y Thomas Jefferson (1743-1826) que, durante el siglo XIX serán el sustento ideológico en los EEUU de un modelo económico basado en el fomento de la industria, a partir de la defensa de la agricultura.
Friedrich List optó por una instrumentación que actualmente no gozaría de muy buena imagen: un fuerte intervencionismo en los mercados será el que paute las tácticas coyunturales que se aplicarán, retrotrayéndose en parte a conceptos propios del Mercantilismo, movimiento notoriamente propulsor de la intervención agresiva del Estado en la vida económica. Será la política comercial el principal instrumento para la defensa de una industria doméstica que nacerá gradualmente, al amparo de condiciones artificialmente generadas: precios altos en los mercados domésticos, favorecidos por restricciones a la importación y, complementariamente, promoción de exportaciones mediante costos reducidos, directa o indirectamente.
Friedrich List sentó las bases para el Zollverein, unión aduanera entre Estados alemanes que permitió el desarrollo industrial de la cuenca del Ruhr
La búsqueda de soluciones al retraso tecnológico y a infraestructura y transportes insuficientes impulsa al Zollverein, bajo la orientación ideológica de List y la conducción política de Friedrich von Motz y Otto von Bismarck, integración que se concretará a partir del año 1834, con acuerdos que se renovarán en los años 1841 y 1853. List no renegaba del liberalismo económico imperante desde finales del siglo anterior. Incorporaba sus teorías revisionistas del liberalismo comercial y, fundamentalmente, promovía un escudo coyuntural respecto de las grandes potencias de entonces. Nos dejará un legado por demás interesante, expresando que, “… el poder de crear riqueza, es infinitamente más importante que la riqueza misma”.
A partir de la segunda mitad del siglo, contará esta nueva Alemania con uno de los sistemas educativos más avanzados del continente europeo, tanto en la educación elemental como en la técnica y científica. Las universidades se orientarán a la adquisición y transferencia del conocimiento, especialmente en física, química y sus aplicaciones en el campo de la medicina y de la industria. El gobierno creará institutos de investigación científica vinculados a las universidades, a las escuelas técnicas y a las grandes empresas industriales. A partir del año 1890 Alemania se habrá constituido en la potencia industrial de Europa, desplazando incluso a Gran Bretaña.
Frente a la Escuela Clásica, a la que identificaba como économie cosmopolite, cuyos principios generales no negaba, Friedrich List proponía una economía política más pragmática, a la que denominaba como économie nationale. Si bien List coincidía con los liberales respecto a que la libertad era la causa fundamental del progreso, le interesaba maximizar el logro de otros objetivos, más allá de la mera suma de intereses personales.
La Escuela Clásica y el liberalismo económico se asocia generalmente con las obras de Adam Smith, un moralista-economista que en el entorno en el que se origina el movimiento socio-político liberal y a partir de un empirismo ecléctico, con rasgos estoicos y escolásticos, expondrá las bases de un Modelo Socio-económico Ideal Ético, caracterizado por la presencia de una mano invisible que orientaría éticamente todo plan de acción del individuo en la sociedad y los mercados, sin la cual la propuesta perdería su racionalidad científica y su eticidad. Carlos Rodríguez Braun nos dirá que el principal problema económico para Smith sería el crecimiento: “… para Smith el fundamento de la riqueza es el trabajo humano, en un marco institucional que promueva la propensión de todas las personas a mejorar su propia condición. Sostuvo que la clave de la prosperidad no estribaba en los recursos naturales sino en un contexto propicio, caracterizado por paz, impuestos moderados y una tolerable administración de justicia”.
List se había inspirado en las ideas de Alexander Hamilton respecto al desarrollo industrial norteamericano
Jean-Baptiste Say, Thomas R. Malthus y, fundamental, David Ricardo desarrollarán luego un sistema empresario-capitalista que, tecnológicamente perfeccionado llegará hasta nuestros días, prioritariamente focalizado en la defensa de los intereses del empresario y el capital, así como previamente lo fuera el Sistema Mercantil respecto a los comerciantes y la Fisiocracia en relación a los terratenientes. Serán posicionamientos de Economía Política que defenderán la mínima intervención y el libre juego de las fuerzas del mercado, en sintonía con un pensamiento económico que servirá de sustento a una Gran Bretaña constituida en potencia líder de la época, alejándose de su propio Mercantilismo, promoviendo el libre comercio internacional, sin perjuicio de mecanismos de resguardo y apoyo como lo fuera la activa presencia de su flota armada.
Ya en las primeras décadas del siglo XIX Ricardo será el principal defensor del liberalismo económico y un partidario de políticas que impulsarán el crecimiento económico en base a garantizar a los capitalistas altos márgenes de beneficio, teorizando el proceso de la Revolución Industrial británica, luego de Smith.
John Stuart Mill será un liberal distinto, afirmando que no estaba de acuerdo con el ideal de la vida celebrada por los que piensan que “… el estado normal de los seres humanos es el de luchar para seguir adelante; la del pisoteo, aplastamiento, codazos, que forman el tipo actual de la vida social, que sería lo más deseable de la especie humana, los síntomas desagradables de una de las fases del progreso industrial. Puede ser una etapa necesaria en el progreso de la civilización (…) Es un incidente de crecimiento (…) Pero el mejor estado de la naturaleza humana es aquel en el que, si bien nadie es pobre, nadie desea ser rico, ni tiene ninguna razón para temer ser empujado hacia atrás por los esfuerzos de otros para empujarse hacia adelante“ .
Surgirán en los comienzos del siglo XX las dos escuelas neoclásicas neo-smithianas, concentradas en la búsqueda de las “leyes lógicas, eternas e inmutables que rigen al mundo”, incluyendo marginalistas, matemáticos y liberales. Menger, Walras, Pareto, Marshall y Hayek estarán entre sus integrantes. Los economistas que de la primera generación defenderían el equilibrio general. La segunda generación avanzará hacia los equilibrios parciales. El principio rector de ambas generaciones será el pleno empleo en el largo plazo, confrontando con el pensamiento económico y la profecía marxista. Compartían principios comunes, tomando a la utilidad como suprema explicación del valor de los bienes. Sostendrán el individualismo y la defensa de la propiedad privada, la confianza en las fuerzas naturales expresadas a través del mercado y la aversión a la intervención “distorsionante” del Estado.
Nuestro profesor Rafael Rubio de Urquía afirmará “… que lejos de la mano invisible que autores como Milton Friedman (1912-2006) creían ver en el esquema walrasiano, no encontraremos en este modelo la capacidad evolutiva que pregonaba Smith. Por el contrario, su rigidez endógena sólo podrá ser alterada por factores exógenos, tal como ocurrirá en planteos de crecimiento promovidos por Robert M. Solow (1924-), donde será necesaria una variable fuera de control, como el progreso tecnológico, para superar los estados estacionarios”.
Keynes buscó la forma de corregir las deficiencias del sistema capitalista orientando la actividad económica a mejorar las condiciones del individuo y la sociedad
La obra de John M. Keynes se caracteriza por su enfoque mayoritariamente macroeconómico, en tanto que se pronuncia sobre temas tales como la producción, el empleo, la inversión y el ingreso. Su aporte se constituirá en una verdadera doctrina. Como teoría finalista intentará descubrir la forma de corregir las deficiencias del sistema y, consecuentemente, orientar la actividad económica hacia objetivos que mejoren las condiciones del individuo y de la sociedad. También se le reconoce un carácter de propuesta de política económica, en la medida que impulsa una actuación deliberada sobre las variables independientes –la inversión, el consumo y la tasa de interés- para promover el crecimiento de las variables dependientes: la producción y el empleo.
Ya fallecido Keynes en el año 1946, fueron sus políticas macroeconómicas las que se aplicaron en forma generalizada en el Mundo Occidental: la sustentabilidad de la demanda efectiva mediante la inversión y el gasto público, en la medida que la inversión privada resultara insuficiente para revertir el ciclo económico. El salario real se tornará una variable relevante a la hora de procurar una demanda efectiva equilibrada o creciente, en tanto que el sistema financiero será estrictamente controlado, intentando mantener las tasas de interés real en niveles levemente positivos. Serán de esta época la corriente Síntesis Clásico-keynesiana promoviendo la oportuna aplicación de políticas económicas activas, procurando la eliminación, o al menos la amortiguación de los ciclos económicos, siendo los principales objetivos de sus propuestas el empleo, el crecimiento y la estabilidad.
En la segunda postguerra mundial del siglo XX, encontraremos a América Latina inmersa en el proceso de sustitución de importaciones, con un menor crecimiento relativo y una menor participación en el comercio mundial que durante los conflictos bélicos. El diagnóstico que promoviera tal modelo –adjudicado básicamente a Raúl Prebisch y a la Comisión Económica para la América Latina (CEPAL)- se sustanciaba en la constatación de la posición desfavorable que estos países mantenían en los términos de intercambio. Esto significaba vender materias primas a precios internacionales menores a los de las manufacturas que necesariamente debían comprar a los países industrializados, con lo que su poder adquisitivo se veía gradualmente reducido. Se alzará la voz de Prebisch: “… armonizar el papel del Estado y de la planificación con el funcionamiento del mercado” .
Durante los años 60s, CEPAL elaborará modelos sustentados en el concepto de heterogeneidad estructural, de acuerdo con los cuales en la estructura económica de los países coexisten estratos claramente diferenciados desde el punto de vista de su productividad. De acuerdo a esta visión, la superación de la heterogeneidad estructural es un requisito básico para lograr un crecimiento sostenido con equidad. Años después, Osvaldo Sunkel y Ricardo Infante, como editores, presentarán un conjunto de trabajos proponiendo adoptar una estrategia de desarrollo inclusivo con equidad creciente, de acuerdo al siguiente razonamiento: lo económico con lo ecológico posibilita un escenario viable; lo social con lo ecológico se torna soportable; lo económico con lo social se identifica como equitativo; solamente la consideración simultánea de los tres factores: lo económico, lo social y lo ecológico permite aspirar a modelos sostenibles o sustentables.
La convergencia entre países industrializados se reforzará a partir del año 1973, cuando comience el declive del crecimiento de la productividad en los EEUU, concurrentemente al ascenso de Japón y Europa, sustentado en elevados niveles de inversión en I & D.
El resurgimiento del pensamiento económico Clásico y Neoclásico caracterizará a este último escenario del siglo XX. Se fortalecerán las Nuevas Corrientes Neoclásicas. Entre sus características más sobresalientes se incluyen la adhesión a la filosofía liberal, un claro rechazo a la intervención del Estado, la consecuente confianza en el ajuste automático y, por consiguiente, la preferencia por el mercado libre que, no obstante reconocer sus imperfecciones, se le prefieren a una eventual intromisión estatal.
Después de la guerra de Corea, América Latina se encontró en un estado de estancamiento y sin mercado de exportación. La CEPAL y la doctrina de Prebisch de sustitución de importaciones no fueron más que una respuesta práctica al problema de falta de demanda y escasez de divisas
En paralelo, en la Universidad de Harvard el Prof. Dani Rodrik nos planteaba en el año 2000 sus estrategias de desarrollo. Frente al discurso mayoritariamente difundido sobre la globalización, donde según Rodrik se confunden fines con medios, promoverá que los países evalúen su integración a la economía mundial como “… un instrumento para alcanzar el crecimiento económico y el desarrollo”. De acuerdo a principios cercanos a la Segunda Generación de las Reformas, nos advertía sobre que la globalización requeriría de instituciones locales fuertes, sin las cuales el proceso podría conducir a conflictos sociales domésticos, dañando y restringiendo la capacidad del crecimiento económico.
Finalmente, un postrer recuerdo a las reflexiones de Friedrich von Hayek y las medidas adoptadas durante estas primeras décadas del siglo XXI para enfrentar las crisis ocurridas. Hayek sostendrá una versión de la economía de mercado estable y equilibrada, solamente afectada por intervenciones negativas, provocadas por políticas monetarias laxas. Tal lo que ocurriría toda vez que se redujese artificialmente la tasa de interés. Esto provocaría “… una falsa imagen entre los agentes, impulsándolos a inversiones no redituables que, luego de un breve tiempo de auge, devendrá en crisis económicas” . Afirmará “… que son tantas las distorsiones que se producirían, y tantos los ajustes posteriores que se requerirán para el retorno al equilibrio, que más que corregir, la manipulación de la tasa de interés podría exacerbar el desequilibrio original”.
Concluyendo a partir de esta última afirmación y los elementos previamente incorporados, cabe plantearnos si corresponde seguir definiendo a la macroeconomía como agregados de agentes microeconómicos, o deberemos reconocer la fuerza y responsabilidad de aciertos y errores de las políticas macroeconómicas sobre el comportamiento de los individuos, sean éstos empresarios, trabajadores o consumidores, más allá de discusiones entre keynesianos y clásicos sobre su verdadera efectividad.
Respondiendo este tipo de interrogantes y otras similares, desde Cabildo Abierto hemos diseñado nuestro modelo, difundido a través de pautas, diseño de políticas y más de 160 acciones concretas a implementar desde el 1º de marzo de 2020, conscientes de las características de nuestra época, del cambio multifacético, de la nueva mentalidad “a corto plazo” y de la flexibilidad en pensamiento y acción que se impone. Flexibilidad que en el campo laboral, muchos presagian el fin del empleo tal y como lo conocemos, anunciando -según Richard Sennett- el advenimiento del trabajo regido por contratos breves, renovables o directamente sin contratos; cargos que no ofrecen ninguna seguridad por sí mismos, caracterizados por la incertidumbre.
La evolución empresarial también es una realidad que refleja profundos cambios. J. F. Lozano Aguilar la esquematiza en tres etapas: (i) La empresa clásica, también identificable con el nivel pre-convencional, donde predominará la asimilación del trabajo a la mecánica, con preeminencia de la estructura de premios y castigos como desencadenantes potenciales de la acción; (ii) La empresa moderna o de nivel convencional, donde la consideración del factor humano ingresa como uno de los aspectos estratégicos, procurando la motivación mediante mitos e imágenes ideales; y (iii) La empresa como institución social de sujetos autónomos o de nivel posconvencional, (… donde ya se ha asumido la dignidad del Ser humano, donde la socialización se concreta a través del compromiso con unos valores mínimos compartidos y generados por todos los participantes en el proyecto”.
Con estos elementos a la vista, entre otros que el espacio no permite detallar, hemos diseñado el modelo a que nos hemos comprometido, a partir de una Antropología Fundamental en la que destacan los siguientes dos principios: la libertad del individuo y la solidaridad para el colectivo. Más allá de lo estrictamente económico, la obra de José Enrique Rodó respaldó y sirvió de sustento a nuestro planteo, teniendo presente su jerarquización del valor del pensamiento y el desarrollo intelectual de las naciones por encima de sus progresos y logros materiales. Como en Ariel y en Motivos de Proteo, también intentaremos luchar contra la mediocridad y el dogmatismo ideológico, incentivados por los principios rodonianos y las virtudes del espíritu, focalizados en rescatar a los más vulnerables de la opresión del materialismo y de la degradación por la ausencia de esfuerzo y voluntad, todo lo que hemos identificado con la mendicidad y la esclavitud económica a que han conducido las políticas sociales de estos ya casi 15 años del actual gobierno.
Su ideario nos ha guiado durante el diseño de un modelo inspirado en la defensa de los valores humanos, en particular de la tolerancia, la voluntad, la libertad, la profundidad espiritual y la reconstrucción social. Como en Motivos de Proteo, recogemos su concepción dinámica del conocimiento y del Hombre, no negando, por el contrario reconociendo la importancia del factor económico como resorte de la historia, pero por acción recíproca de lo material y lo espiritual: “… no tratéis pues, de justificar por la absorción del trabajo o el combate, la esclavitud de vuestro espíritu”.
(*) Autor de los libros: “Un Puente Milenario – Evolución de la Economía en la Historia”, Melibea Ediciones, Uruguay, Año 2003; y “Mercado y Eticidad – Encrucijadas filosóficas”, Editorial Porrúa, México, Año 2016.