Regine Pernoud (1909 – 1998) fue una medievalista, paleógrafa y doctora en letras de origen francés, que investigó en profundidad la condición de la mujer en la Edad Media. En 1975, “año de la mujer”, protagonizó la siguiente anécdota:“Un día que, ante un grupo de personas, evoqué el nombre de Leonor de Aquitania, obtuve enseguida una aprobación entusiasta: ‘¡Qué personaje tan admirable! —exclamó una de las personas presentes—. En una época en que las mujeres no pensaban más que en tener hijos…’. Le hice observar que Leonor también parecía haber pensado en ello, ya que tuvo diez, y, dada su personalidad, esto no había podido suceder por simple inadvertencia. El entusiasmo se enfrió un poco”.
La liviandad con la que se han tejido leyendas negras sobre la Edad Media, y sobre la condición de la mujer en ciertas épocas, a veces da risa, como en el caso relatado por Pernoud. No porque la ignorancia nos haga reír, sino porque semejantes leyendas son asumidas y repetidas por personas presuntamente cultas.
Y es que –como en tantos otros casos–, el problema de la mujer relegada a un segundo plano no viene de la Edad Media, sino de la Edad Moderna que la siguió: la edad de la Reforma luterana, la edad de la Ilustración, la edad de la “diosa razón”, la edad en la que surgió el “librepensamiento”.
Pernoud recuerda que las reinas de la Francia medieval eran coronadas exactamente igual que los reyes, “siempre por las manos del arzobispo de Reims”. “Mientras que una Leonor de Aquitania o una Blanca de Castilla —dice Pernoud— dominan realmente su siglo, ejercen el poder sin discusión en caso de que el rey esté ausente, enfermo o muerto, tienen su cancillería, su viudedad, su campo de actividad personal, la mujer de los tiempos clásicos es relegada a un segundo plano; ya no ejerce influencia si no es clandestinamente y se encuentra, sobre todo, excluida de toda función política o administrativa”.
Durante la Reconquista española, doña Toda Aznárez (876 – 958) ejerció una poderosa influencia en la península ibérica tejiendo –con sus hijas– una red de fuertes alianzas matrimoniales. Pero además fue guerrera: una nota de un monje sobre la victoria en la batalla de Simancas en 939 dice: “En la región de Galicia, un ejército innumerable de sarracenos fue casi aniquilado, menos su rey y 49 guerreros suyos, por cierta reina llamada Toda”.
Qué decir de doña Berenguela de Barcelona (1116 – 1149), esposa del Rey Alfonso VII… Cuando este fue con su ejército a tomar Colmenar de Oreja, los moros, sabiendo que la reina estaba sola en su castillo de Toledo, lo sitiaron. Ella se puso sus mejores galas, subió a la torre más alta del castillo, se sentó a la vista de los moros y les envió una carta que decía: “Hija soy de Raimundo Berenguer de Barcelona, muerto hace ahora nueve natividades, e hija soy de doña Dulce de Provenza. Cuando por ellos fui entregada en matrimonio a mi esposo, el emperador, me fue explicada la importancia de mi presencia junto a él, y se me ilustró sobre el valor de mi vida, y sobre el valor de mi muerte. Desde entonces no temo ni al día de las pompas ni a la noche de las guerras. Preparada estoy, pues, para morir en cualquier instante, como mujer y como emperatriz. Y lo haré, si es menester, en la defensa de este castillo de San Servando, si a vos os quema la vergüenza de guerrear contra una mujer, sabiendo como sabéis que mi esposo, el emperador, se halla en conquista de Oreja, a no muchas leguas de aquí, donde con su ejército podría ofreceros la batalla que tanto parecéis anhelar como miedo parecéis tener…”.Demás está decir que los moros, tras leer la carta, levantaron el sitio al castillo.
Está muy bien que en las sociedades modernas se haga todo lo posible para que varones y mujeres tengan las mismas oportunidades, los mismos derechos. Lo que no está bien es que se nos haga creer que siempre en la historia, hasta la aparición de los movimientos feministas, las mujeres estuvieron relegadas a un segundo plano. No fue siempre así.
Desde las mujeres espartanas hasta las medievales, pasando por las mártires cristianas, la mujer ha sido siempre tan protagonista como el hombre de todas las tragedias y victorias de la Humanidad. ¿Acaso se considera poca cosa haber aportado la mitad de la genética de todos los reyes, artistas, inventores, santos, héroes y villanos de la historia? ¿Qué sabríamos de ellos, si no fuera porque sus madres los engendraron y los dieron a luz?
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