El 9 de julio La diaria, presentó una entrevista a Alfonso Larraya, secretario general de la Asociación de Maestros del Uruguay, de Montevideo. De acuerdo con la asociación gremial, se están “instalando” en el alumnado “lógicas nocivas de desprecio por la vida del otro: narcomenudeo, trabajos ilegales y precarios, adicciones”.
Lo obvio, una vez más, fue dejado de lado: lo que pasa en el barrio irremediablemente afecta dentro del aula. No puede ser de otra manera. Resultan inaceptables las respuestas de las autoridades de la enseñanza, argumentando que todos los hechos de violencia ocurren fuera del recinto educativo. Si hay violencia fuera, habrá consecuencias dentro.
Fruto entre otras cosas de una mal aplicada ley de regulación del consumo recreativo del cannabis, que venimos denunciando, el daño ha sido mucho más que el beneficio. Sacamos a unos cientos de consumidores sociales de cannabis de las bocas y aumentamos la base de consumidores, bajando incluso la edad. Publicidad y legalidad es igual a un aumento de consumo. Es regla comercial y económica más que comprobada.
La ley lo que ha logrado es naturalizar el consumo. Bajo la premisa de que consumir es legal, al igual que ocurrió con el alcohol, se naturaliza el consumo en edades cada vez más tempranas. Pero esto no es novedad, en reuniones con autoridades del INAU, ya hace más de tres años, nos reconocían que habían detectado niños de nueve años consumiendo marihuana y pasta base.
El maestro no puede tocar el tema del no consumo en clase, porque aparecen los comentarios de los niños: “El hermano de Fulano le vende a mi padre y mis hermanos mayores, que mi padre se junta en lo de Zutano para consumir”. Estos comentarios el maestro debería denunciarlos, pero no puede, porque al final del día se cruza con todos ellos en la puerta de la escuela.
Es necesario que las autoridades entiendan que debe instrumentarse un verdadero plan de prevención, de educación para el no consumo, desde la más temprana edad escolar. Es responsabilidad del Codicen, de la JND, MSP, Mides, del Poder Ejecutivo y de todos los legisladores brindar programas y recursos que apunten a impedir el ingreso al mundo de las drogas a nuestros hijos. La única característica común a todos esos organismos es la omisión, el silencio.
El problema de adicción más grande que tiene el mundo y Uruguay es el consumo de alcohol en menores de edad, hoy mezclado con energizantes y otras drogas. Los planes y acciones de prevención brillan por su ausencia.
¿Qué estamos esperado para hacer algo con drogas mucho más pesadas, más nocivas, con mucha más rapidez en fijar la dependencia en el joven? Es hora de exigir en las urnas y en los programas de gobierno respuestas claras y contundentes a estos temas. Porque el futuro del país ya lo estamos hipotecando.
El Uruguay que queremos tener en 20 años, ya lo estamos construyendo. Es hora de que lo hagamos consciente y responsablemente, de común acuerdo entre toda la población. Hoy tenemos tres veces más presos que en el 2004 y 85% de esos presos son consumidores. ¿Cómo llegamos a esto? Porque durante estos 20 años no hicimos nada para evitar este deterioro. El problema llego a las escuelas… ¿Qué estamos esperando?
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