En traducción libre, la frase del título, en latín, por supuesto, al que somos bastante afectos los abogados, significa que nadie puede alegar su propia torpeza. ¿A cuento de qué viene esto? Veamos. La Sra. Corina Machado y el Sr. Edmundo González, venezolanos ambos y acompañados por la corte de tontos de costumbre por estos y otros lares, se lamentan de que el señor Nicolás Maduro haya dado un golpe de Estado el 10 de este mes. ¿El 10 de este mes, cómo es eso? Parece ser que están un poco confundidos. Y como para muestra dicen que basta con un botón, recuérdese que, durante la campaña electoral, cuando la fórmula opositora recorría el país y se detenía en algún lugar para alimentarse, el Sr. Maduro disponía el cierre del establecimiento que había osado cometer tamaño delito (sic).
Por ello (y muchísimas cosas más) era evidente que el golpe de Estado estaba dado desde mucho antes del propio acto electoral al establecer el gobierno condiciones absolutamente inaceptables para que los opositores compitieran por la presidencia. Lo que verdaderamente asombra y resulta inentendible es que aun así hayan aceptado presentarse puesto que tenían cero chances de llegar a desalojar a los popes del narcoestado en que se he convertido Venezuela (porque eso de la revolución bolivariana ni siquiera es para la tribuna, sino para el talud).
¿Qué han logrado con su ingenuidad –por decir lo menos– la Sra. Machado y el Sr. González? Algunos dirán que nada, pero es algo peor: lograron “legitimar” el triunfo oficialista, nada menos que eso ante las masas desprevenidas. Por ello no es de recibo pararse ahora frente a cualquier foro o entidad internacional lamentándose y alegando su propia torpeza.
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