Cuando hay contextos de miedo excesivo y un alto porcentaje de preocupación en la población, siempre se dan las condiciones ideales para que despierten las ideas y las propuestas que tienen poco lugar en tiempos de calma y tranquilidad. Aquellas medidas que son planteadas más desde un contexto emocional y buscando efectos en el corto plazo.
De todos lados se busca dónde culpar y perseguir con la urgencia de satisfacer demandas y lograr un cambio rápido. Esta dinámica nunca permite interpretar bien la realidad, mucho menos analizarla o llegar a propuestas integrales y equilibradas, que puedan ser solución real y no generen daños mayores.
Se reacciona más de lo que se razona y ganan visibilidad los planteos que apuestan a ese estado policial tan rechazado por el presidente y tan contrario a la libertad defendida por el gobierno desde el primer día.
Cuando el panorama cambia, enseguida aparecen las voces que duermen y despiertan, según la estadística, y el estado emocional de la mayoría de la población. Y esto se da, tanto desde la oposición con quienes piden el toque de queda con la vieja costumbre de culpar a los jóvenes que salen a divertirse, como también de algunos socios del gobierno que plantean discriminar o perseguir a quienes no se vacunan, e incluso meter preso a quienes generan peligro por incumplir las normas sanitarias.
Ambas medidas vienen desde lugares diferentes, pero coinciden en el tiempo que se plantean y tienen puntos en común. No solo por la carga autoritaria, sino también por la interpretación errónea que se hace de la realidad.
Son medidas que tienen más riesgos que posibles beneficios, que además sin consenso político y sin comprensión de los ciudadanos son más inútiles e inaplicables, que efectivas. Encima pueden dejar abierta la posibilidad de arbitrariedades, excesos y desbordes a futuro, que generen un efecto contrario al que se busca.
A mi entender, se parte de interpretaciones bastante alejadas de la realidad. Se piensa que el problema del aumento de casos lo están generando los inconscientes e irresponsables, que son prácticamente contagiadores seriales que esparcen el virus con intencionalidad.
Y si bien es cierto que hay algunos irresponsables e inconscientes, que siempre los hubo para todo. También tengo claro, que la gran mayoría de los contagios son involuntarios y entre gente responsable que decidió mantener algunas conductas sociales, que le permiten cuidar y prevenir otros aspectos de la salud no menos importantes que el contagio de este virus.
No podemos desconocer de la importancia y necesidad de relacionarse con la familia, con los seres queridos, compartir tiempo con afectos. Como tampoco podemos desconocer la necesidad de salir a trabajar que tiene muchísima gente. Es claro que también la alimentación, la salud física y mental son fundamentales para prevenir otras enfermedades.
Por otro lado, preocupa que estas medidas tan duras que pueden tener un impacto tan fuerte en la sociedad, se aprueben prácticamente sin discusión y casi sin visibilidad pública.
Se pretende perseguir y mandar a prisión a ciudadanos por poner en peligro normas sanitarias, pero no se especifica por qué, ni se tiene en cuenta la situación de mucha gente que trabaja en la informalidad, que vive del día a día y no tiene otra que salir. Esa gente, aunque tenga un test positivo, si no tiene síntomas, se siente bien y necesita trabajar para que no pase hambre su familia, no hay ley ni pena que lo pare. Si a esa necesidad le sumamos desesperación y niños a los que alimentar, esa persona no duda en salir enfermo a trabajar, aunque corra riesgo de transformarse en delincuente para la ley.
A lo sumo, la conducta que puede cambiar es la de optar por no asistir al médico o no hacerse un hisopado que lo ubique en la posición de infractor. Algo aún más dañino y peligroso para la salud.
El otro problema que ya está instalado y se profundiza es el de la discriminación, la división y el enfrentamiento entre los ciudadanos, como ya está pasando. Gente persiguiendo, escrachando a otros y presionando por todos los medios a autoridades, funcionarios judiciales y policía para que actúen. Periodistas transformados en fiscales. Vecinos contra vecinos buscando culpables de los contagios, acusando sin pruebas, yendo a denunciar al que no usa tapabocas o salió a la calle porque no tiene otra.
La verdad, es peligrosísimo entrar en ese camino, el enfrentamiento y la división entre ciudadanos pueden abrir heridas profundas, muy difíciles de cicatrizar.
Yo prefiero las propuestas que buscan caminos para volver a la normalidad y a atender los problemas de salud desde la racionalidad, de forma integral y buscando equilibrios para no generar daños mayores.
Ocuparse de la enfermedad y ser proactivo es importante, pero no olvidemos que también el bienestar físico, mental y social son parte fundamental de la salud.
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