La independencia americana de sus matrices europeas, se realizó en dos etapas. La primera está configurada por la América anglosajona, que se inicia con la Declaración de la Independencia de las Trece Colonias, documento redactado por Thomas Jefferson.
Los delegados reunidos en el Segundo Congreso Continental, junto con el Documento independentista, lanzaron una invitación de auxilio a Versalles y a Madrid, es decir a los monarcas de Francia y España, quiénes en esta prolongada guerra, jugaron un papel determinante.
La segunda etapa la constituye la independencia de la otra América, la española y la portuguesa. Se inicia tres décadas después y recién se consolida a casi cincuenta años de distancia. Brasil, haciendo gala de un habilidoso pragmatismo, conserva la totalidad del territorio de Portugal por medios casi que incruentos. En cambio, el Reino de Indias – la mayoría del territorio- se sumerge en prolongadas confrontaciones armadas y termina parcelándose en numerosos estados…
Los nuevos países que se asomaron a la vida independiente poseían perfiles muy heterogéneos e intereses muy contrapuestos, más allá de los 40 años que dista una independencia de otra, se conformaron bloques étnicamente diferentes y con élites dirigentes muy dispares. Piénsese que el ininterrumpido crecimiento de las Trece Colonias, fue la concreción de un prolijo plan llevado adelante por una clase dirigente que casi no contó con resistencia en su contracara, que termina claudicando en 1848, a poco de iniciada la invasión a territorio mexicano, en el tratado Guadalupe Hidalgo, que además de la anexión de Texas también se incorpora California, abriendo el camino hacia el oeste y consolidando a Estados Unidos como un estado bi- oceánico.
Si bien EE UU conoció los sinsabores y el atraso de una cruenta guerra civil, pronto encontró el camino de la recuperación. Se eleva por lo alto la voz del Contralmirante Alfred Mahan que se transforma en el predicador del poder naval, el que debe prevalecer por encima del poder terrestre. No sólo bregó por la construcción de grandes astilleros, sino por asegurarse nuevas rutas náuticas en el Atlántico y en el Pacífico. Su agresivo enfoque geopolítico llevaba inexorablemente a la guerra 1898 con España. Cuba y Filipinas figuraban en esta nueva hoja de ruta.
Así entre 1889 a 1954 el liderazgo de Estados Unidos en la región se vio consolidado por las Conferencias Panamericanas que fueron limando las aristas que obstaculizaban un mayor y mejor relacionamiento entre los países americanos, como la número 7 que se realizó en Montevideo en diciembre de 1933.
Miryam Colacrai profesora titular de Teoría de las Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de Rosario analiza las fortalezas y debilidades de la integración regional, la cual estaba pensada desde la perspectiva de cada uno de los estados individualmente, y en su interior la dimensión regional “adicionaba capacidades”, con el propósito de que dichos intereses nacionales fuesen mejor preservados.”
ALALC
La concepción centro-periferia de Cepal, junto al probado deterioro de los términos de intercambio y a la necesidad de industrializar a los países de América Latina mediante una política de sustitución de importaciones que tendiera a disminuir la asimetría preexistente, fueron los puntales más significativos a favor del proceso de integración de la región.
Mabel Laredo, coord.: “Integración Latinoamericana”.
Mediante el Tratado de Montevideo en 1960 se creó la ALALC (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio) que tuvo el objetivo de crear una zona de libre comercio con la intención de formar a largo plazo un mercado común. Originalmente estaba diseñada para ser integrada por Chile, Argentina, Brasil y Uruguay, forjando el proyecto de la CEPAL de desarrollar un mercado regional en el sur. Esta formulación estaba inspirada en el famoso ABC (Argentina, Brasil, Chile) del visionario Barón de Río Branco que Getulio Vargas y Perón que pretendieron llevar a la práctica en el llamado “Nuevo ABC”. Un hecho a destacar es que el alma mater de la fundación del BID y a un año después la creación de la ALALC, fue el Economista Felipe Herrera ex ministro de Hacienda del Presidente Carlos Ibañez y luego Gerente del Banco Central de Chile. El General Ibañez fue uno de los ideológos del Nuevo ABC, alianza estratégica que modeló junto a Getulio Vargas y Perón.
Luego se sumaron a la iniciativa de la ALALC: Bolivia, Colombia, Ecuador, México, Paraguay, Perú, y Venezuela. (Didier Opertti, Retos y dificultades de la integración latinoamericana, 2005).
La importancia de esta Asociación radicó en que fue una experiencia inicial de integración en la región, y tuvo una perspectiva enfocada en objetivos comunes a los países de ascendencia latina, no siguiendo la tradicional postura en las relaciones internacionales de la época que era seguir la línea panamericana, bajo el liderazgo de los Estados Unidos. En definitiva, la ALALC surge desde la necesidad de fortalecer las relaciones de los países del sur de América, en un momento en que se estaba reconfigurando el orden financiero y monetario global.
Aunque estuvo distante de alcanzar los objetivos trazados en un inicio, la misma representaba el anhelo de los estados latinoamericanos de recuperar la vieja unidad de la Patria Grande, con el fin de activar comercio intrarregional y al mismo tiempo mantener en algunos asuntos regionales cierta autonomía frente a los países de ascendencia anglosajona.
El Tratado de Montevideo consagraba el principio de “gradualidad” al establecer negociaciones periódicas, con el fin de eliminar las trabas al comercio recíproco entre los Estados partes.
ALADI
La ALADI forma parte de la evolución de la ALALC y así el Tratado de Montevideo en 1980 fue una evolución del firmado en la misma ciudad en 1960. El marco jurídico y regulador de ALADI (Asociación Latinoamericana de Integración) fue suscrito el 12 de agosto de ese año, estableciendo los siguientes principios generales: pluralismo en materia política y económica; convergencia progresiva de acciones parciales hacia la formación de un mercado común latinoamericano; flexibilidad; tratamientos diferenciales en base al nivel de desarrollo de los países miembros; y multiplicidad en las formas de concertación de instrumentos comerciales.
Mercosur
El sociólogo brasileño Helio Jaguaribe preocupado por el avance de la humanidad hacia un mundo multipolar valora el aporte de la consolidación de bloques por pequeños que sean, afirmaba: “La contribución del Mercosur para la formación de un orden mundial multipolar puede ser sumamente relevante a pesar del modesto peso relativo del Mercosur en el escenario mundial. Este hecho deriva de la circunstancia, ya analizada, de que un orden mundial multipolar depende de la adopción, por parte de la Europa de orientación latino-germánica de una política externa común. Una política externa adecuada del Mercosur puede ser el factor de ruptura del presente estado de indefinición en Europa, lo que generaría atractivos adicionales capaces de ofrecer a los sectores favorables a una política externa europea independiente las condiciones necesarias para prevalecer.”
La integración regional comenzó con el Tratado de Asunción en 1991, firmado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, que da principio al Mercado Común del Sur (Mercosur). Los estados miembros, dieron un paso más en 1994, con la firma del protocolo Ouro Preto, por el que se estableció la estructura institucional del Mercosur y se lo dotó de personalidad jurídica internacional. Desde entonces el Mercosur ha tenido distintos logros económicos, a lo largo de estos años, como también, ha tenido dificultad en profundizar algunos procesos de integración y sobre todo aquellos aspectos que refieren a ciertas asimetrías en la región, como dotarlo de mayor equidad entre las necesidades de los socios grandes y los socios pequeños del bloque. Ya que la columna vertebral del bloque la forman Argentina y Brasil. Esos dos países juntos representan más del 95% de cualquiera de las variables que definen al Mercosur (sea la población, el producto, la actividad industrial, las exportaciones, etc.). A su vez, Brasil ocupa un lugar decisivo en el bloque por su tamaño y sus características estructurales que hacen que forme parte a la vez de los Brics. Para tener una idea de las magnitudes a nivel comparativo, se puede decir que su población 214 millones de habitantes es muchísimo mayor a la de Argentina que tiene alrededor de 45 millones de habitantes. En el aspecto económico el producto bruto supera también por mucha diferencia al de esta última. Asimismo, la producción fabril e industrial es mayor a las de los demás socios comerciales del bloque.
De ese modo, es normal que la integración regional tenga un fuerte liderazgo bien definido por parte de Brasil. Por su parte nuestro país que durante el 2021 tuvo un incremento importante a nivel de las exportaciones, busca a través del Mercosur, como de otros foros como la Celac celebrada en Buenos Aires ayer, mantener esa tendencia en un momento en que la integración entre países se vuelve necesaria para sostener un equilibrio geopolítico en materia internacional.
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