La tesis del profesor Hayek es que, al poner toda la vida bajo el control del Estado, el socialismo otorga necesariamente el poder a un círculo interno de burócratas, que en casi todos los casos serán hombres que quieren el poder por sí mismo y no se detendrán ante nada para conservarlo. Gran Bretaña, dice Hayek, está siguiendo el mismo camino que Alemania, con la intelectualidad de izquierdas en la furgoneta y el Partido Tory en un buen segundo lugar. La única salvación consiste en volver a una economía no planificada, a la libre competencia y al énfasis en la libertad más que en la seguridad. La parte negativa de la tesis del profesor Hayek tiene mucho de cierto. Nunca se repetirá lo suficiente que el colectivismo no es intrínsecamente democrático, sino que, por el contrario, otorga a una minoría tiránica poderes que los inquisidores españoles nunca hubieran soñado.
El profesor Hayek también tiene probablemente razón al decir que en este país (Gran Bretaña) los intelectuales tienen una mentalidad más totalitaria que la gente común. Pero no ve, o no quiere admitir, que el regreso a la “libre” competencia significa para la gran masa de gente una tiranía probablemente peor, por ser más irresponsable que la del Estado. El problema de las competiciones es que alguien las gana. El profesor Hayek niega que el capitalismo libre conduzca necesariamente al monopolio, pero en la práctica es a lo que ha llevado, y dado que la gran mayoría de la gente prefiere la regulación estatal a las depresiones y el desempleo, la deriva hacia el colectivismo está destinada a mantenerse si la opinión popular tiene algo que decir al respecto.
George Orwell (1944), comentando “Camino de servidumbre” de F.A. Hayek, publicado ese mismo año
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