Como ministro de Asuntos Exteriores, Oswaldo Aranha fue responsable de la conducción de la política exterior brasileña durante el periodo del Estado Novo (1937-1945), período durante el cual en Europa estaban en auge gobiernos de tipo totalitario, que encontraban simpatizantes dentro del gobierno brasileño. Estas simpatías generaban enfrentamientos que resultaron en la política exterior pendular de Getulio Vargas. La figura de Aranha como Hombre de Estado resultó instrumental para articular los enfrentamientos entre las alas progermánicas y proamericanas, contribuyendo así a la formulación de la exterior adoptada por Brasil durante la Segunda Guerra Mundial.
Oswaldo Aranha fue uno de los principales líderes de la Alianza Liberal y del grupo que negoció la asunción de Vargas en el gobierno provisional tras la Revolución de 1930. Durante el gobierno provisional, fue inicialmente responsable de la cartera de Justicia y Asuntos Internos, para hacerse cargo posteriormente del Ministerio de Hacienda. Decepcionado con el rumbo del gobierno provisional, Aranha solicitó su renuncia al gobierno, pero Vargas no la aceptó, ofreciéndole la posición de embajador de Brasil en Washington, la cual asumió en 1934. Oswaldo Aranha era consciente del peso de los Estados Unidos en la economía brasileña: entre 1933 y 1934 ese destino representó más del 22% de las exportaciones de Brasil y el 43% de sus importaciones.
Por cierto, al propiciar una relación especial con los Estados Unidos en medio de la crisis del sistema internacional, el embajador tomó en cuenta los intereses de la agro-exportación brasileña, dependiente de las inversiones extranjeras. Adoptó como resultado una postura pragmática, convencido de que, económica e ideológicamente, sería más ventajoso mantener una relación especial con Estados Unidos, dentro de un marco de apertura, que a través del comercio compensado con Alemania.
En materia de comercio exterior, el Brasil de la época se debatía entre el proteccionismo industrializador y el liberalismo clásico. En el ámbito internacional, el libre comercio era defendido por los países de gran productividad industrial y capacidad financiera, como era el caso de los Estados Unidos, que consideraban que ésta era la única política adecuada para restablecer el comercio internacional tras la crisis de 1929. Por otro lado, el comercio protegido era la política defendida por países como Alemania, que había sufrido un duro freno a sus exportaciones e importaciones durante la Gran Depresión, y tenía difícil acceso financiamiento internacional.
La instauración en 1937 del Estado Novo tuvo una recepción favorable en Italia y Alemania, pero en Estados Unidos la reacción fue negativa. En el Departamento de Estado reinaba la consternación absoluta. Los periódicos también informaban de la decisión de Vargas de suspender el servicio de la deuda externa, provocando una conmoción en los círculos financieros estadounidenses. Luego de leer la carta en la que Vargas le expone sus motivos, Oswaldo Aranha le respondió por telegrama condenando el golpe y solicitando renunciar a su posición de embajador en Washington. Luego de intentar disuadirlo, Vargas aceptó su dimisión y Aranha se embarcó para Brasil el 11 de diciembre de 1937. En un mundo que se dirigía rápidamente hacia la guerra, Aranha estaba absolutamente convencido de que un fortalecimiento de la relación especial con Estados Unidos se volvería vital para la seguridad de Brasil.
La coyuntura era favorable para Brasil en función de la fractura mundial provocada por los dos bloques expansionistas, liderados por Estados Unidos y Alemania. Ante esa disyuntiva, Aranha vio en la defensa del panamericanismo y la democracia la mejor alternativa para el los Estados Unidos. Más tarde, ya en 1940, este sería el camino que asumirían los responsables de la política exterior estadounidense, constatando que no bastaría solamente con promover los valores democráticos. Como resultado, pasaron a defender la idea del panamericanismo como instrumento útil que permitiese amalgamar los valores culturales e ideológicos con los intereses del comercio liberal. Con esta idea en mente, Oswaldo Aranha asume el cargo de ministro de Asuntos Exteriores en 1938, luego de finalmente aceptar el Estado Novo. A partir de ese momento Aranha se encargaría de las relaciones internacionales y Vargas de los asuntos internos de Brasil. El comercio con Estados Unidos –considerado por Aranha como la forma más efectiva de mantener la defensa hemisférica–, pasó a ser la prioridad de su administración. Su diplomacia y sus objetivos fueron muy similares a los del Barón de Río Branco en los albores de la República. Ambos trabajaron para encumbrar a Brasil como potencia preponderante en Sudamérica, en función de su potencial demográfico y económico. Para ello, basó su accionar de política interior y exterior en la búsqueda de la conciliación, la aproximación y la armonización de intereses entre los países del hemisferio y las potencias con las que Brasil tenía acuerdos comerciales.
Con el estallido de la guerra en Europa en setiembre de 1939, y al igual que otras naciones americanas, Brasil trató de mantenerse neutral. Sin embargo, la vulnerabilidad del nordeste brasileño preocupaba al gobierno de Roosevelt, que expresó su interés en avanzar en su agenda bilateral con Brasil. En el orden del día figuraban las negociaciones para la venta de armamento y la instalación de una industria siderúrgica con capital norteamericano. Pero a pesar de las múltiples propuestas y rondas de conversaciones, la única oferta concreta de Estados Unidos pasaba por el envío de tropas, algo que las Fuerzas Armadas veían como una violación de la soberanía nacional. En mayo de 1940 el bloqueo naval británico sacó a América Latina de la esfera de acción comercial alemana. De esta manera, la discusión interna en América Latina quedó minimizada por la fuerza de los hechos, al reducirse significativamente la presencia de productos europeos y aumentar en contrapartida la penetración de los productos norteamericanos.
Los debates se centraron entonces en las negociaciones con Estados Unidos. El objetivo pragmático de Vargas era aprovechar la coyuntura para forzar a los estadounidenses a invertir en la industria siderúrgica. Tras largas conversaciones y discursos de Vargas en los cuales exaltaba el poderío alemán, y preocupaba a Washington, el gobierno norteamericano cedió y concedió a Brasil el financiamiento necesario para la construcción de la siderurgia brasileña. La embajada americana en Río de Janeiro estaba convencida de que la amenaza de Getúlio de recurrir a Alemania era seria y podía convertirse en realidad si las conversaciones y promesas de Estados Unidos no se convertían en acciones concretas. Los encuentros se celebraron en agosto de 1940 en Washington y para finales de setiembre se llegaría a un acuerdo. En virtud del mismo, el gobierno brasileño construiría la acería, la compra de la maquinaria sería financiada a través de préstamos del Eximbank y la asistencia técnica sería proporcionada por empresas privadas estadounidenses. El 9 de mayo de 1941 se firmaría el contrato con el Eximbank por el que se creaba la Companhia Siderúrgica Nacional (CSN) en Volta Redonda (estado de Río de Janeiro).
Auxilia Ghisolfi Freitas, Anais da XI Semana de História UFES, Outubro de 2017, UFES
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