En estos días de gran volatilidad en los precios de la energía, se extrañan las siempre iluminadoras palabras de los Ings. Ramón Méndez y José Casaravilla, quienes desde la Dirección de Energía y UTE se autoproclamaron los Pedro y Pablo de la “nueva matriz energética”. Si estuvieran hoy en el gobierno, seguramente nos estarían instruyendo sobre sus logros y bendiciéndonos con alguna explicación sobre alguna nueva tendencia en el mundo, como si el desarrollo se lograra saliendo de compras en el supermercado global. Seguramente, de pasada y mientras firmaban algún cheque millonario por un nuevo juguete, hubieran aprovechado para exaltar la “gesta progresista”.
Pero aún no han transcurrido dos meses desde su salida del gobierno para que la caída en el precio del petróleo desnudara otra realidad más de la construcción técnico-cultural progresista. Esta caída en el precio del crudo se produce por una combinación de factores. En primer lugar es ocasionada por una repentina caída en la demanda de energía, sobre todo en los sectores de transporte e industria, debido a la pandemia. Por otro lado, la falta de acuerdo entre Arabia Saudita y Rusia para restringir la oferta provocó una acumulación de inventarios, que en los últimos días pareciera haber llegado a un límite. Al no existir capacidad de almacenamiento suficiente, el precio llegó a alcanzar niveles negativos, como si se tratara de un residuo por el cual hay que pagar para sacárselo de encima.
Previo a la era progresista, una situación de este tipo hubiera beneficiado enormemente a nuestro país. Una vez agotado el stock de crudo comprado a precios anteriores, ANCAP hubiera podido bajar el precio de los combustibles. Sin embargo, resulta que el gobierno saliente había realizado operaciones de cobertura, poniéndole un piso efectivo al costo del petróleo para la empresa estatal.
La consecuencia es muy sencilla: al ritmo actual de consumo de combustibles, ANCAP no podrá traspasar al público la baja en el precio internacional de petróleo por casi un año. Esto genera desconcierto entre los sectores productivos, que observaban con optimismo la caída en el precio del petróleo y albergaban la esperanza de que finalmente pudieran bajar los precios.
Las políticas de cobertura de ANCAP deberían tener en cuenta que para los exportadores nacionales, los precios relevantes del gasoil son los relativos a la región. Si los vecinos bajan sus precios, y nosotros nos vemos imposibilitados de hacerlo, ahondamos aún más el problema de competitividad para nuestros productores. Uno no tiene más remedio que preguntarse si este no debería ser un asunto de la URSEA, que debería procurar que las políticas de cobertura fueran consistentes en el tiempo y trasparentes a la ciudadanía.
Pero si el problema de ANCAP es de corto plazo -se puede resolver en los meses que lleve consumir el stock actual de petróleo-, la situación de UTE es mucho más difícil de solucionar. La introducción de la energía renovable a la matriz fue hecha garantizando precios fijos en dólares a los generadores, por períodos extendidos de tiempo que van hasta 20 años, reajustables por inflación. Además de ello, durante todo el período UTE asegura la compra de la energía generada, aunque no la necesite y la tenga que regalar por la región. O peor aún, resulta que UTE tenga que pedir a los parques que dejen de generar, porque ni siquiera la podría transmitir por la red de alta tensión para regalársela a la producción nacional. Para los analistas que expresan sorpresa con un precio negativo de petróleo, la situación anterior no es muy diferente..
Lo que no advirtieron los responsables de esta estrategia de renovables, es que la matriz de los propios países que nos venden parques eólicos son altamente dependientes del carbón y la energía nuclear. Argentina y Brasil producen una mayor proporción de su matriz en base a fósiles; ni que hablar Estados Unidos o China, y cualquier país del mundo que todavía se considere un país industrial.
Como con tantas otras cosas, es probable que el impulso progresista innato por recibir una cocarda más de algún organismo u ONG internacional los llevó no solo a comprometer las finanzas públicas, sino a dejar al garete la competitividad de nuestra producción. Dejaron a ANCAP al borde de la desaparición, esperemos que UTE no sea una nueva sorpresa.
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