El colonialismo no se termina por decreto, ni su modo operandi se agota con sonoras declaraciones, como las que inundaron al mundo finalizada la ll Guerra Mundial.
Son indispensables conductores con mano firme y perspicaces, que logren sortear los obstáculos que arteramente, los verdaderos centros de poder detrás de las metrópolis, van ladinamente introduciendo para impedir la cacareada liberación, que a la postre resulta trucha.
Cuando Gran Bretaña concedió la independencia al continente indio, no todos los estados que de allí surgieron llevaron la misma suerte. Entre la India y Sri Lanka (ex-Ceilán) hay un abismo, que obedece mucho más que a la abrumadora diferencia de superficie o población, a la conducción de una y otra.
La primera, cuando su líder místico Gandhi fue asesinado lo sustituyó Nehru, que demostró condiciones a la altura de las circunstancias, y a la vez a su muerte lo sucedió su hija Indhira.
La otra, una pequeña nación insular, careció de conducción y no se pierde la esperanza de recuperarla como plataforma en el Índico, en el corazón de Asia.
La última visita reciente del FMI a Sri Lanka tuvo lugar a finales de junio. Poco más de una semana después, una multitud enardecida por la suba de precios y la falta de alimentos invadía el palacio presidencial, provocando que el presidente abandonara el país.
Según surge del informe del FMI con fecha 30 de junio, la primera conclusión de la misión fue que “Sri Lanka atraviesa una grave crisis económica”. Por supuesto que en la era de la corrección política, el informe no podía dejar de destacar que el equipo fue testigo “de algunas de las dificultades a las que se enfrenta actualmente el pueblo de Sri Lanka, especialmente los pobres y vulnerables”. Pero la receta habitual no tardó más de un párrafo en aparecer: “la política monetaria y fiscal de las autoridades, así como otras medidas adoptadas desde principios de abril, fueron los primeros pasos importantes para hacer frente a la crisis”.
No hay ninguna mención ni en este informe ni en los anteriores sobre una de las verdaderas causantes de la crisis: la desastrosa política de transformar la agricultura de Sri Lanka a la producción orgánica, prohibiendo la utilización de fertilizantes y fitosanitarios, política festejada sin tapujos desde el oráculo de Davos. Como si la magia de la contracción monetaria y fiscal pudiera sustituir a las técnicas agronómicas modernas y no provocar un quiebre en la producción de alimentos, lo que genera el verdadero problema de la población.
Pero si la actitud del FMI se encuadra dentro de los carriles históricos del organismo, el rol del Banco Mundial resulta más difícil de dilucidar. Que un organismo que lleva por nombre oficial Banco Internacional para la Reconstrucción y Fomento (BIRF) –y fuera el principal responsable en la ejecución del Plan Marshall en Europa–, tuviera tiempo en un país al borde de la hambruna para estudiar la agricultura con “perspectiva de género” parecería, como mínimo, una grave falta de sentido de la oportunidad.
En efecto, la última publicación sobre la agricultura de Sri Lanka publicada en la página del organismo lleva por título “Explorando las fuentes de la desigualdad de género en la productividad agrícola: datos de Sri Lanka”. Entre los descubrimientos de estos “expertos” destaca el descubrimiento que las mujeres tienden a trabajar en cultivos de mayor productividad que los hombres. “Los hombres son más propensos a cultivar arroz”, lee una de las observaciones, digna de un premio Nobel de Economía, sin notar que, con las técnicas disponibles en el país, se trata de uno de los cultivos que más exigen al físico de los agricultores, además de ser la principal fuente de carbohidratos para la población.
Probablemente los autores de ese trabajo estén saboreando por estos días su latte en el Starbucks de alguna capital occidental, mientras observan la tragedia por televisión, como si fuera un reality show, un desastre en el cual los organismos internacionales no tuvieran agencia.
Desafortunadamente, el mundo cuenta con pocos estadistas de la talla de un Jawaharlal Nehru, dispuestos a defender a sus naciones de los designios de elites internacionales que desatan su narcisismo experimentando sus ideas sobre poblaciones indefensas. Pero como lo expresara tan bien el economista francés Jean-Baptiste Say, toda oferta crea su propia demanda. Ya van surgiendo liderazgos por todo el mundo que intentan dar respuestas a las verdaderas necesidades de la gente.
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