Si tuviéramos que buscar un símbolo que nos permitiera medir la dimensión que alcanzó nuestro país a comienzos del siglo XX, ese signo no es otro que el Palacio Legislativo.
No por su tamaño ni sus robustas dimensiones, porque para eso tenemos al Palacio Salvo, que también actuó de alegoría de varias generaciones de viajeros que partían o llegaban de lejanas tierras, utilizando los “húmedos caminos” al decir de Homero.
Sí por la calidad de su construcción realizada en su totalidad con materiales nacionales: mármoles extraídos en canteras de Maldonado y Lavalleja y granito de Canelones.
Un edificio digno del diseño del París de Haussman, cuya fachada principal alineada con el eje de simetría de la avenida Agraciada, hoy Libertador Lavalleja.
Sí por su inconfundible estilo grecorromano que resume el pensamiento profundo de aquella generación, abierta a las grandes reformas sociales, pero también consciente que nuestra civilización era más sólida si se la cimentaba en los pilares de la antigüedad clásica.
Eran los tiempos que el Ariel de Rodó penetraba por todos los poros de la juventud de América -a quien en realidad iba dirigido el mensaje- como una bocanada de aire puro.
El primer paso para su ejecución, se dio en 1904, queriendo doblar la página de la guerra civil y abriéndole camino al promisorio horizonte que ofrecía la bien negociada Paz de Aceguá, fecha en que se decidió otorgar el premio al arquitecto Víctor Meano, que en ese momento estaba dirigiendo la construcción del edificio del Congreso de la Nación Argentina. Pero el destino le jugó una mala pasada y murió antes de enterarse que el jurado había escogido su valioso proyecto como ganador.
Las obras se iniciaron en 1908, hasta que cinco años después se contrató al arquitecto Gaetano Moretti (profesor del Politécnico de Milán), a quien se le confió la terminación del edificio, el que introdujo algunas modificaciones al proyecto original. Es probable que el Salón de los Pasos Perdidos, con sus bóvedas y su majestuoso lucernario central, que separa los dos hemiciclos en los que sesionan las cámaras de senadores y diputados, inspirado en las grandes catedrales del renacimiento, sea creación suya, dado que su especialidad era la reconstrucción de iglesias como el Campanil de San Marco. Otras de las modificaciones al proyecto de Meano fue el Lucernario, otro elemento que distingue al edificio del Poder Legislativo en el resto del mundo.
Este singular edificio también denominado Palacio de las Leyes fue inaugurado el 25 de agosto de 1925, en conmemoración de la Declaratoria de la Independencia.
No sería extraño que alguien animado de ese espíritu de acerado jacobinismo, que a veces aflora en algún compatriota, afirmara que el fausto de este edificio, no es el marco más adecuado para que se reúnan los representantes del pueblo.
Todo lo contrario. La soberanía popular es merecedora de estar enmarcada por un boato de la dimensión de esta maravillosa obra.
“El desarrollo del hombre es la primera intención del legislador”
La austera trayectoria del fundador de nuestra nacionalidad José Artigas, jamás podría dejar de ser el derrotero de los representes del pueblo soberano.
“El desarrollo del hombre es la primera intención del legislador” decía el otro gran libertador, Simón Bolivar y agregaba, “El gobierno que se le a la República, debe estar fundado sobre nuestras costumbres, sobre nuestro origen y sobre nuestra historia…”
Es del caso recordar, que el Parlamento (hoy Poder Legislativo) surgió como elemento representativo de los intereses particulares que se asimilaban al interés general, oponiéndose al soberano y limitando el poder de la Monarquía.
En esa primera fase, era un organismo exterior al Estado, con el propósito de incidir desde afuera y condicionando al poder, sobre todo, en materia de tributos e impuestos, viniendo a constituir un portavoz del país ante el Estado.
Poco a poco, va cambiando su situación en el sistema, pues a su representación de los gobernados, comienza también a identificarse con las necesidades del gobierno. Así, gradualmente, se transforma de un órgano externo en un órgano interno del Estado.
De todas formas, asume una función de control político, limitando el poder arbitrario para garantizar a los ciudadanos su protección ante el abuso de poder.
Hoy es propio de todas las democracias, al fortalecerse con el surgimiento de los partidos políticos y el sufragio universal, y para consagrarse, definitivamente, en las Constituciones que son, al decir de Giovani Sartori “la estructura de la sociedad política, organizada por la ley y a través de la ley, con el objetivo de limitar la arbitrariedad del poder y someterlo al derecho”.
El Poder Legislativo y sus funciones
En nuestro derecho, la Constitución organiza el Poder Legislativo en dos Cámaras y le otorga las siguientes funciones:
a) Una función que es la representativa, del soberano que lo elige.
b) Una función legislativa, que es su primordial finalidad, pues fija los impuestos, dicta la seguridad, decreta la guerra, autoriza el endeudamiento, aprueba el presupuesto, crea los Tribunales y designa lo miembros de la Suprema Corte de Justicia, concede indultos, otorga monopolios e interpreta en forma auténtica la propia Constitución.
c) Una función de control político sobre el Poder Ejecutivo mediante el pedido de informes, el llamado a Sala y la censura de los Ministros de Estado, regulado en la Sección referida a las relaciones entre el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo (arts.147 y ss.).
d) Una función jurisdiccional en cuanto refiere al juicio político (art. 93), a su poder correctivo (art.115) y al tratamiento de los fueros (art.114).
Es el primer Poder que trata la Constitución y será siempre el fiel reflejo y la clara expresión de la soberanía que radica en la Nación (art. 4 º.).
Momentos de duelo y de alegría
Esta emblemática obra arquitectónica, sirvió de marco adecuado, para al realzar algunos momentos de duelo, pero también de gloria nacional.
Sus trabajados muros de mármol han sido testigo de alegrías y de dolores del Pueblo Oriental. Allí se han dictado conferencias magistrales y se han realizado eventos culturales inolvidables. Y hasta conciertos de alta gama. Bástenos con un ejemplo de los más elocuentes. No habían pasado cuatro años de su inauguración cuando el 10 de agosto de 1929 Juana Fernández, la autora de los finos poemas agrupados en Lenguas de Dismante libro que prologó Manuel Gálvez, en el Salón de los Pasos Perdidos, de la mano de Juan Zorrilla de San Martín, recibe el título de Juana de América, frente a lo más nutrido de la intelectualidad de nuestra América. Todavía seguía nuestro país irradiando luces del espíritu al mundo.
Así como la intelectualidad latinoamericana se dio cita para homenajear a nuestra gran poeta compatriota, Juana de Ibarbourou, también, este mismo recinto se transformó en capilla ardiente para despedir sus restos mortales.
Numerosos personalidades y referentes de la política fueron velados en este recinto. Recordemos en primer lugar a dos figuras que, aparentemente antagónicas, fueron complementarias en la construcción del Uruguay del siglo XX: José Batlle y Ordoñez y Luis Alberto de Herrera, el primero, el 20 de octubre de 1929, el segundo, el 8 de abril de 1959.
Y no podríamos dejar de recordar el velatorio del General Líber Seregni, el fundador del otro partido tradicional.
Asimismo, se realizaron en este recinto funerales de destacados intelectuales y artistas de nuestro país: Mario Benedetti, China Zorrilla, Carlos Páez Vilaró, Eduardo Galeano, Carlos Maggi, etc. Y no faltó alguna gloria del deporte como Alcides Ghiggia, el autor del segundo gol del Maracaná.
También, este espacio fue dignificado cuando se depositaron allí las cenizas de José Gervasio Artigas, mientras se realizaron las tareas de restauración de su mausoleo (2011-2012).
Insólita sesión en el recinto de la soberanía popular
El viernes 2 de octubre el Palacio de las Leyes fue cedido a un controvertido programa televisivo que se emite en Canal 10, Polémica en el Bar, donde habitualmente los participantes no solo discuten entre sí en forma áspera, sino que habitualmente asumen el rol de enérgicos fiscales de la marcha política del país.
En dicha oportunidad, casualmente a dos días de la agitada jornada sobre la votación por el desafuero, que se prolongó desde las 10 de la mañana hasta las 12 de la noche y donde la mayoría de los senadores del FA realizaron un uso abusivo de la palabra, repitiendo todos ellos las mismas argumentaciones que apuntaban más al borrascoso pasado de la historia reciente que aportar fundamentos jurídicos valederos a un arbitrario pedido de desafuero.
En este programa realizado en el ámbito parlamentario se omitió invitar al Partido Cabildo Abierto. Lo que motivó que su presidente, el Senador Guillermo Domenech elevara una nota de protesta a la presidente del Cuerpo Legislativo, que en su párrafo central afirma:
“Ud. misma ha señalado que esa es la Casa de Todos y no cabe duda que es un ámbito en que se expresa cabalmente la representación de la soberanía popular. Sin embargo, no solo se nos excluyó de la invitación, sino que a más en el transcurso del programa se criticó al partido Cabildo Abierto y a su conductor el Senador Guido Manini Ríos, sin que tuviéramos oportunidad de contestar, lo que no solo es injusto sino también agraviante, que haya sucedido en el ámbito físico del Palacio Legislativo, que también estimamos nuestra casa…”
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