La compra de Twitter por parte de Elon Musk permitió revelar algo que muchos presentían, pero no arriesgaban a repetir en voz alta, so pena de ser acusados de conspiracionistas, antivacunas y tantos otros calificativos destinados a desacreditar a quien osara desafiar el pensamiento dominante. Concretamente, me refiero a la existencia de censura en los medios de comunicación, especialmente en las redes sociales, las cuales pueden programar sus algoritmos para promover ciertas opiniones y suprimir otras, todo decidido por una claque dirigida por intereses inconfesables, de esos que les agrada dejarse fotografiar en paisajes alpinos.
Hoy sabemos que entre esas voces canceladas se encontraba la del Dr. Jay Battacharya, un respetadísimo profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, médico, epidemiólogo, economista de la salud y experto en políticas de salud pública centradas en enfermedades infecciosas y poblaciones vulnerables. En pocas palabras, un profesional preparadísimo para efectuar recomendaciones de políticas para enfrentar la pandemia. Tampoco se encontraba solo.
En efecto, el 24 de abril de 2020 Battacharya publicó junto con el Dr. Eran Bendavid una columna en el Wall Street Journal en la que cometieron el pecado de afirmar que existían pocas pruebas que confirmaran la premisa de que el coronavirus “mataría millones sin órdenes de refugiarse y cuarentenas”, y alertaban que las proyecciones de víctimas mortales “podrían ser plausiblemente órdenes de magnitud demasiado elevadas”. Pero la cosa no quedaría allí.
El 4 de octubre Battacharya lideró –junto al Dr. Martin Kulldorff de la Universidad de Harvard y el Dr. Suneptra Gupta de la Universidad de Oxford– la firma de la llamada “Declaración de Great Barrington”, en la cual más de 935.000 firmantes (entre ellos miles de epidemiólogos y científicos de la salud) expresaban su grave preocupación por los efectos nocivos para la salud física y mental de las políticas COVID-19 vigentes, recomendando en su lugar un enfoque alternativo que llamaban “protección enfocada”.
“Las actuales políticas de encierro están produciendo efectos devastadores en la salud pública a corto y largo plazo. Los resultados (por nombrar algunos) incluyen tasas de vacunación infantil más bajas, empeoramiento de los efectos de las enfermedades cardiovasculares, menos pruebas de detección del cáncer y deterioro de la salud mental, lo que se traducirá en un exceso de mortalidad en los próximos años, siendo la clase trabajadora y los miembros más jóvenes de la sociedad quienes soportan la carga más pesada. Mantener a los alumnos sin asistir a la escuela es una grave injusticia”, alertaba la carta en su segundo párrafo. ¿Alguna similitud con lo que nos afecta hoy?
Afortunadamente, el gobierno de coalición hizo todo lo posible por resistirse a la presión de la oposición y evitó los encierros. Pero con el tiempo la presión internacional –y las millonadas de dinero– fueron irresistibles y el sistema fue cooptando opiniones, medios, políticos, médicos, científicos, y todo lo que se le cruzara enfrente. A los pocos que se resistieron no les fue bien hasta ahora. Pero a medida que la verdad va emergiendo, su suerte va cambiando, como ocurre con Battacharya. La ventana de Overton se va corriendo…y como ilustra el dicho popular, el águila vuela sola mientras los pavos lo hacen en bandada.
Bhattacharya resumió así el resultado de las políticas adoptadas en una entrevista televisiva concedida a principios de diciembre: “Imaginemos lo diferente que hubiera sido la realidad para las pequeñas empresas que permanecieron abiertas, todas las personas que no se hubieran salteado sus pruebas de detección de cáncer, todos los niños que no estarían deprimidos y con tendencias suicidas, todas las pérdidas de clases que podrían haberse evitado si hubiéramos mantenido un debate científico abierto. Esta no fue una discusión libre y justa. No fue ciencia lo que ocurrió. Cuando decían seguir la ciencia, en realidad no era ciencia lo que seguían. Era algo totalmente distinto. Fue la censura lo que creo condujo a estas horriblemente malas políticas que hemos tenido sobre COVID y a los fracasos que hemos visto en los últimos tres años”.
Resulta paradójico que el mundo haya requerido de los servicios de un excéntrico mega millonario como Musk para neutralizar a esa claque antidemocrática de Davos que ha logrado enquistarse para cancelar cualquier atisbo de pensamiento nacional. ¡A qué cambalache hemos llegado en el siglo XXI!
Antonio Raimondi
TE PUEDE INTERESAR: