Estoy firmemente convencido de que el empresario libre depende en absoluto del sistema de economía de mercado. Cualquier otro orden le rebajará lentamente a mero órgano de ejecución de una voluntad extraña y a funcionario de decisiones de carácter planificador. Si el empresario ya no quiere cumplir la tarea económico-nacional de medir sus fuerzas en el terreno de la libre competencia; si se impone un orden que ya no exige la fuerza, la fantasía, el ingenio, la actividad y el instinto creador de la personalidad individual; si el más eficiente ya no puede vencer ni tiene derecho a vencer al menos eficiente, entonces la libre economía de empresas ya no podrá subsistir por mucho tiempo. Se produciría un aplanamiento general, un abandono de las responsabilidades y el afán de seguridad y estabilidad engendraría una mentalidad imposible ya de conciliar con el auténtico espíritu de empresa.
Yo sé que el ataque de los colectivistas de toda especie contra la economía de mercado libre pretende socavar la función del empresario. Por tanto, si el deseo de uniones colectivas llega a calar incluso en el frente de los empresarios mismos, pronto llegará el momento, quizá antes de lo que los empresarios creen, en que sobre el plano político surja la cuestión de con qué razones puede seguir defendiéndose aún la propiedad privada en los medios de producción y el libre derecho del empresario a decidir en la economía. La historia probará que, luchando por esta ley sobre cárteles, yo he defendido la posición y la función del empresario libre mejor que todos esos círculos de fanáticos que ven en el cártel la salvación del empresario.
Ludwig Erhard, exministro de economía de la República Federal Alemana (1949-1963), en carta al presidente de la Liga Federal de la Industria Alemana (1952), defendiendo su proyecto de Ley de Contra la Limitación de la Competencia del mismo año
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