La evidencia indica que los primeros años de vida son críticos y determinantes, debido a la plasticidad del cerebro humano, para el desarrollo de las capacidades y habilidades que tendrán las personas durante todo el ciclo de vida. Desde la etapa del embarazo hasta los primeros tres años de vida, las condiciones en que los niños crezcan y se desarrollen serán claves para sus posteriores procesos de aprendizaje y desarrollo. Comprobado está que los niños que no reciben los cuidados necesarios, la alimentación adecuada y que no son estimulados en forma temprana aprenden menos y tienen luego, en promedio, menores ingresos y menor calidad de vida.
Estudios al respecto demuestran que un insuficiente desarrollo en la primera infancia determina mayores tasas de repetición y deserción escolar, mayores tasas de desempleo y peores capacidades para ingresar luego al mercado laboral, con peores trabajos, mayores tasas de violencia y de criminalidad y más dificultades posteriores para criar a sus hijos cuando estos niños se transformen en padres. El futuro de los niños está en gran medida determinado por las condiciones de los hogares en los que nacen y por el nivel socioeconómico de sus padres. Es por esto por lo que romper con el determinismo asociado al entorno que rodea a estos niños representa uno de los principales desafíos para las políticas de primera infancia. Más allá de que indiscutiblemente esto es un tema de justicia y derechos, queda también la pregunta de si es rentable desde el punto de vista económico invertir en primera infancia. La respuesta a esta pregunta es un rotundo sí.
El premio Nobel en Economía James J. Heckman y sus colaboradores destacan que invertir en capital humano durante los primeros años de vida presenta “complementariedades dinámicas”: esto implica que, más allá de esa inversión puntual, las inversiones sucesivas que se hagan a lo largo del ciclo de vida de esta persona serán más rentables dado que se hizo esa inversión inicial porque se potenciaron las capacidades de ese niño. Según las investigaciones de este grupo, un programa integral de educación en primera infancia tiene un beneficio siete veces mayor que su costo. A grandes rasgos, lo que encuentran estos investigadores es que las políticas basadas en primera infancia son las que tienen mayor valor agregado dentro de todas las demás, evidenciando la importancia de invertir en esa área.
En este sentido, vale destacar el uso del término invertir y nunca gastar, ya que estas inversiones luego se terminan pagando por sí solas, en la medida en que se construyen adultos que finalmente son más productivos y que terminan volcando más recursos a la sociedad. Como dicho anteriormente, la evidencia demuestra la alta rentabilidad que tiene invertir en políticas que atiendan a la primera infancia, en particular a las destinadas al acompañamiento de las familias más vulnerables, así como a los programas de educación inicial y preescolar de calidad.
Cabe destacar que la presente administración ha puesto un foco particular en primera infancia, reforzando en forma estructural los recursos que se destinan a este conjunto etario junto con la creación de un grupo integrado por los distintos organismos que desde el Estado trabajan con los niños, como el Ministerio de Desarrollo Social, el Instituto del Niño y Adolescente de Uruguay, Administración de los Servicios de Salud del Estado, el Ministerio de Salud Pública, la Administración Nacional de Educación Pública y también el Ministerio de Economía y Finanzas y la Oficina de Planeamiento y Presupuesto.
No obstante, invertir en la primera infancia no debería traducirse solamente en términos puramente económicos. Los aportes desde las ciencias económicas son valiosos y necesarios para definir políticas públicas a largo plazo, pero esta no debería ser la única disciplina que permita definir criterios en la toma de decisiones, más aún cuando de seres humanos se trata. La dimensión humanista debe ser contemplada y validada desde edades tempranas y dar el marco de referencia para proyectar un individuo que no solo represente un valor utilitario y funcional a las demandas del mercado laboral, sino que también sepa cultivar los valores y comportamientos que deben tener los ciudadanos de una república para su desarrollo y éxito, especialmente en la participación ciudadana, haciendo uso de los valores cívicos y la defensa y protección de la libertad.
Por lo tanto, promover políticas públicas, sin espíritu asistencialista, que inviertan en primera infancia para construir una fuerza de trabajo útil es sin duda una garantía para la estabilidad económica y productiva del país, así como también lo es la construcción de un ciudadano lúcido, con capacidad crítica y reflexiva, capaz de hacer uso de su soberanía en un país donde los valores republicanos aún sobreviven.
Guillermina García Álvarez, maestra de educación inicial y primaria, y guía Montessori
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