En la ciudad de Tacuarembó se realizó la semana pasada la 36a Fiesta de la Patria Gaucha, uno de los eventos de tradición criolla más importantes en nuestro país. Autoridades, productores, artesanos, jinetes, y turistas nacionales e internacionales se dieron cita para vivir por unos días el legado más importante de nuestra cultura rural.
“La conciencia de sí mismo es tan fundamental en las sociedades como en los hombres”
Alberto Zum Felde
Desde 1986 la Patria Gaucha viene cumpliendo un papel fundamental en el norte del país en lo que tiene que ver con la preservación de la memoria. De ese modo, a través de las reconstrucciones históricas que se realizan en los predios de la fiesta, los desfiles de las sociedades nativistas, la misa criolla que es algo único de ver, las diversas pruebas de destreza que realizan nuestros jinetes, la gente puede no solo tomar contacto con sus raíces, sino también comprender otras formas de vivir que forman la columna vertebral de nuestra idiosincrasia nacional. Además, es una oportunidad para volver sobre los viejos hábitos que tenían los antiguos habitantes de nuestra campaña y contrastarlos con los nuestros, los actuales.
Sin embargo, año a año esta clase de eventos cobra un valor agregado, que es la importancia que tiene preservar la memoria en un mundo que se transforma rápida y abruptamente, y en el que nuestra población rural es cada vez menor. Eventos como la Patria Gaucha son posibles gracias a la gente de campo que mantiene viva esta tradición, cultivando viejas destrezas y costumbres. Esta fiesta es también una forma de darle valor a la vida cotidiana de los trabajadores rurales que son herederos del viejo gaucho y que reproducen los aspectos más hermosos y nobles de la vida rural.
Población rural en el Uruguay
Las cifras que maneja el INE muestran que nuestra población rural continúa descendiendo y prueba de ello son las escuelas rurales que cierran cada nuevo año escolar por falta de alumnos. En un trabajo de Mariela Bianco y Soledad Figueredo titulado “La población rural en el Uruguay” podemos ver en las estadísticas de los primeros censos poblacionales en el país, la reducción que ha sufrido la población rural a partir de los años 50.
El primer censo a principios del siglo XX arrojaba la cifra de un millón de habitantes de los cuales un tercio correspondía a Montevideo y dos tercios al interior del país. En el siguiente censo realizado en 1963 podemos ver que la población rural es de 498 mil habitantes y que la población urbana es de 2,097 millones, o sea que la población rural pasó a ser un 19,2 por ciento. En los sucesivos censos la población rural continuó reduciéndose hasta alcanzar en el año 2004 un 8,2 por ciento.
En los relevamientos del MGAP a partir de 1916, a través de las estadísticas de los establecimientos rurales, podemos apreciar que la población rural creció hasta 1951, alcanzando un pico de 453.912 habitantes.
Este crecimiento tenía su causa en la cantidad de establecimientos de tipo familiar de menos de 100 ha orientados a abastecer el mercado interno. A partir de 1951 fue decreciendo la población rural como muestran los datos del INE.
La preservación de un modo de vida
Sin embargo, en este contexto en el que las familias rurales luchan por mantener su cultura, es interesante observar que el papel que cumplen las sociedades criollas y nativistas en el Uruguay. Éstas comenzaron a surgir en nuestro país en las primeras décadas del siglo XX, cuando las transformaciones sociales que produjeron el proceso de modernización hicieron que la figura del gaucho fuera desapareciendo.
Además, con la llegada de las ideologías urbanas y modas europeas, el lugar de lo criollo fue quedando relegado ya que los nuevos inmigrantes que llegaban de Europa, especialmente durante el batllismo, no tenían memoria de las identidades, los conflictos y las necesidades de nuestro medio rural.
Así que, sobre los finales de la década del 30 del siglo pasado, surgió un impulso nativista que buscaba rescatar los elementos fundamentales de la patria y de nuestra tradición, que indefectiblemente estaban ligados a la tierra.
Por ello, mantener viva la tradición rural es imprescindible para nuestro Uruguay, si no quiere desdibujarse en el concierto internacional de la globalización. Pues tal como había dicho Nicolas Avellaneda: “Los pueblos que olvidan sus tradiciones, pierden la memoria de sus destinos”.
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