En China, la investigación teórica de los estudios internacionales no se inició hasta principios de los años ochenta del siglo pasado, cuando se lanzó la estrategia nacional de reforma y apertura del país. Uno de los hitos más importantes de esa década fue que nuevas ideas del ámbito de las humanidades y las ciencias sociales surgidas en Occidente, en particular en Estados Unidos, tuvieron repercusión en la comunidad intelectual china, que estableció la mayoría de las disciplinas académicas, incluidas las relaciones internacionales. Como ya hemos expuesto en trabajos anteriores, los estudiosos chinos estaban ávidos de aprender, entender e interpretar; por lo tanto, en las tres décadas siguientes desde inicios de los años ochenta se multiplicaron las traducciones al chino de los textos clásicos occidentales de relaciones internacionales, así como los manuales basados en las teorías predominantes, especialmente en Estados Unidos, favoreciendo un desarrollo mayor de las relaciones internacionales como disciplina académica (Qin, 2007: 313-340).
Si analizamos el progreso realizado en los últimos 30 años, lo que se ha logrado es notable. Se han llevado a cabo estudios en prácticamente todos los campos de las relaciones internacionales, desde las relaciones entre las grandes potencias hasta las estructuras del sistema internacional, pasando por la interdependencia económica, la integración regional, las instituciones internacionales o la gobernanza mundial (Wang, 2002). También podemos observar un amplio catálogo de enfoques teóricos, que parten del realismo, el liberalismo, el constructivismo social, la Escuela Inglesa, el marxismo, el feminismo, entre otros, hasta incluir prácticamente todas las teorías posibles del repertorio occidental (Qin, 2008: 306-343). Los especialistas chinos estudian estas teorías, las imparten en sus respectivas instituciones, las introducen en la comunidad china de las relaciones internacionales y las aplican en sus análisis de los asuntos internacionales y de la política exterior de China.
Llegados al momento actual, los académicos chinos se han hecho dos preguntas: la primera, si es razonable aplicar exclusivamente teorías occidentales para interpretar de manera general los asuntos mundiales y, en particular, las prácticas no occidentales. Parece claro que, en ocasiones, la teoría occidental de las relaciones internacionales no ha sido capaz de explicar la realidad de nuestro mundo. El realismo, por ejemplo, no fue capaz de prever y explicar el final de la Guerra Fría; es más, la predicción del “regreso al futuro” que hizo el profesor John Mearsheimer (1990: 5-56) inmediatamente después del final de la Guerra Fría no se ha materializado de momento en Europa. Por otra parte, en las últimas décadas hemos presenciado una megatendencia a la globalización, que ha permitido a muchas de las naciones no occidentales sumarse a la comunidad internacional y ganar relevancia en el escenario mundial, así como transformar con ello las relaciones internacionales que dieron lugar a los paradigmas de la teoría occidental.
La segunda pregunta que se hacen los académicos chinos es si la cultura tiene importancia en la construcción de las teorías de las relaciones internacionales. Las teorías estadounidenses predominantes en este campo de estudio reivindican a menudo su universalidad pero, de hecho, están arraigadas en la cultura, las prácticas y los problemas de Estados Unidos, lo que explica que se hable de las relaciones internacionales como de “una ciencia social estadounidense” (Hoffman, 1995: 215). Si estamos de acuerdo en que la teoría social depende en gran medida de la historia, la experiencia y la práctica de un pueblo, debemos reconocer que la cultura tiene importancia en la innovación y la evolución teórica. Como hemos sostenido, la teoría requiere un determinado nivel de universalidad, como ha demostrado la teoría de la elección racional, pero toda teoría social se edifica localmente sobre la práctica diaria del pueblo que integra una comunidad cultural. Por consiguiente, la cultura sí tiene importancia en el estudio de los sistemas internacionales. Estudios precedentes ya han puesto de manifiesto que la mentalidad, el comportamiento, las estrategias, las normas y las instituciones de los actores fueron muy distintos cuando se originaron a partir de un sistema sinocéntrico, del sistema Tokugawa o del de Westfalia, generando en cada caso sus propias formas de gobernanza y de actuación (Kang, 2007).
Así pues, dichas preguntas han vuelto a introducir las “culturas” en plural en el estudio de las relaciones internacionales, tras el consenso, casi generalizado entre los estudiosos chinos acerca de estos postulados: que la teoría occidental de las relaciones internacionales es insuficiente. Llegados al momento actual, los académicos chinos se han hecho dos preguntas: la primera, si es razonable aplicar exclusivamente teorías occidentales para interpretar de manera general los asuntos mundiales y, en particular, las prácticas no occidentales. Parece claro que, en ocasiones, la teoría occidental de las relaciones internacionales no ha sido capaz de explicar la realidad de nuestro mundo. El realismo, por ejemplo, no fue capaz de prever y explicar el final de la Guerra Fría; es más, la predicción del “regreso al futuro” que hizo el profesor John Mearsheimer (1990: 5-56) inmediatamente después del final de la Guerra Fría, no se ha materializado de momento en Europa. Por otra parte, en las últimas décadas hemos presenciado una megatendencia a la globalización, que ha permitido a muchas de las naciones no occidentales sumarse a la comunidad internacional y ganar relevancia en el escenario mundial, así como transformar con ello las relaciones internacionales que dieron lugar a los para sí importa a la hora de desarrollar la teoría social
Fragmento del texto Pensamiento chino y relaciones internacionales: dos miradas de los autores Qin Yaqing, vicepresidente de la Universidad de Asuntos Exteriores de China (Beijing), y Yan Xuetong, decano del Instituto de Relaciones Internacionales Modernas en la Universidad de Tsinghua y autor de Ancient Chinese Thought, Modern Chinese Power (CIDOB, Barcelona Centre for International Affairs, 2013).
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