Uno de los debes que se le ha achacado a nuestro sistema político en las últimas décadas es no haber configurado estrategias que permitieran pensar y desarrollar una política de Estado a largo plazo, sobre todo en áreas específicas y esenciales como educación, desarrollo tecnológico, seguridad, economía y comercio exterior.
Probablemente parte de esta problemática esté causada por la imperiosa necesidad que tiene cada partido político de obtener resultados electorales cada cinco años, sea como oposición o como gobierno. Obviamente, esto dificulta la búsqueda de consensos, y más aún proyectar un país en común varias décadas por delante.
Sin embargo, en los últimos años, tras la finalización de los tres periodos de gobierno hilvanados por el Frente Amplio con mayorías absolutas, parece haber vuelto a la discusión la necesidad de delinear un verdadero proyecto de país en el que estén involucradas todas las partes: empresarios, sistema político, trabajadores y otros actores.
Más allá de la importancia que tiene pensar el país hacia el futuro, otra de las razones de peso que parecen hacer imprescindible un proyecto de país que sepa contemplar las diferencias existentes entre los distintos partidos sea consecuencia de lo que ha sido –como desafío– el gobierno de la Coalición Republicana, en el que las diferencias internas en relación con determinados temas fueron en ocasiones inconciliables.
Por todo ello, parece razonable que a través de distintas organizaciones y desde el ámbito académico, como ha hecho Ricardo Pascale con su libro El Uruguay que nos debemos, se haga referencia a la posibilidad de realizar un pacto social, por encima de la arena político-partidaria, que nos permita tener una visión estratégica de nuestro país y de su futuro.
Ricardo Pascale cita el interesante ejemplo de los habitantes de la región italiana de Emilia Romagna, que tras la pandemia de covid-19 “entendieron que tenían que emprender el camino del crecimiento, con distribución y una fuerte impronta en el ser humano”, realizando “un gran pacto entre los distintos colectivos, para mejorar la calidad de vida, respetando el medioambiente […] y subiendo al tres por ciento del PIB de la región la inversión en I+D”. De los 55 firmantes de este pacto, hay que mencionar la participación del “gobierno de la región, los entes locales, sindicatos, organizaciones empresariales, ateneos, universidades, asociaciones ambientalistas, bancos, cámaras de comercio y asociaciones de profesionales, institutos de investigación científica”, como muestra de la necesaria cohesión que implica hacer un proyecto social a futuro.
En Uruguay la idea no es nueva y tuvo como antecedente la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE), coordinada y dirigida por Enrique Iglesias desde 1960 hasta 1967. Esta comisión estaba integrada por los ministerios de Economía, Obras Públicas, Industrias, Trabajo, Ganadería y Agricultura, Relaciones Exteriores, la Contaduría General de la Nación, el BROU y el Consejo Departamental de Montevideo en representación de las diecinueve intendencias. La CIDE produjo el primer “Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social”.
Tampoco se pueden olvidar las referencias que desde las páginas de este medio Hugo Manini Ríos hizo acerca de la necesidad de implementar un Consejo de Economía Nacional, estipulado en el artículo 231 de la Constitución de 1934.
Otro antecedente importante fue la Concertación para el Crecimiento del año 2002, una de las movilizaciones más grandes de la historia del país, en la que alrededor de cien mil personas marcharon hasta el Obelisco para escuchar una proclama elaborada en acuerdo por gremiales agropecuarias, representantes de medianas y pequeñas empresas y sindicatos, exigiendo cambios en el modelo económico.
En esa línea y siguiendo la búsqueda de pensar un Uruguay a largo plazo, acaba de constituirse el Centro de Estudios Prospectivos (Cepros), que tiene como principales referentes al economista Kenneth Coates y al senador Marcos Methol. El Cepros tendrá su primera actividad, “Futuro económico. Escenario y estrategias para crecer”, con panelistas de altísimo nivel como Javier de Haedo, Kenneth Coates y Ricardo Pascale, en el MACA, el próximo viernes 26.
“Para definir la estrategia de crecimiento a largo plazo, primero hay que estimar cuáles van a ser las condiciones reinantes en el futuro. No podemos diseñar en función del presente, sino que debemos hacerlo en función de nuestra mejor estimación de lo que puede llegar a ser el futuro, considerando las tendencias que hoy recién están apareciendo, como la inteligencia artificial. El tema de la prospectiva es justamente calzar los proyectos en el contexto de un futuro más lejano”, indicaba Coates recientemente en entrevista para La Mañana en referencia a cuáles eran los objetivos del Cepros.
En definitiva, los desafíos que impone actualmente la inteligencia artificial, los cambios en materia de mercado y la transición energética, sumados a una reconfiguración geopolítica y los impactos de los conflictos bélicos en curso, parecen ejercer una presión cada vez más determinante sobre los Estados y su población. E imponen la necesidad no solo de estar preparados para el presente sino también de adelantarse a los hechos para estar mejor posicionados en el mundo que vendrá.
Es por eso que, a pesar de las diferencias ideológicas, políticas o filosóficas, resulta destacable que distintos actores de nuestra sociedad puedan compartir un espacio de reflexión y, sobre todo, de diálogo en el que cada vez esté más cerca la realización de un verdadero pacto nacional.
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