El periodismo es una actividad que tiene como cometido informar lo más objetivamente a la gente sobre los acontecimientos de actualidad que interesan a gran número de personas. De que se realice con madurez y profesionalismo depende que el periodismo cumpla un fin social relevante. Su buen uso es uno de los pilares fundamentales en que se apoya la democracia. Como también del ascenso o la caída en los niveles de la convivencia social. Y esto lo apreciamos más que nunca en momentos críticos como los que vive nuestro país en la actualidad.
Una democracia sana depende de una ciudadanía educada e informada, preparada para formarse opinión sobre temas y candidatos, decidiendo su voto en forma racional y mesurada, analizando las propuestas y los candidatos con sus claros y oscuros. Pero nunca imponiendo burdas caricaturas. Jamás disfrazando sus intereses -o los de sus mandantes- en cruzadas en defensa de supuestos derechos.
Sin pretender caer en la utopía de una disciplina periodística químicamente pura, tenemos que rebelarnos cuando la obligación de informar se invierte y en su lugar se impulsa una orquestada operación destinada a fabricar héroes y anti-héroes.
La irrupción de modernas tecnologías informáticas ha permitido nuevas formas de influir sobre la población. Hace más de cien años G.K. Chesterton reflexionaba“…En el mundo moderno existe, quizás por primera vez en la historia, una clase de gente cuyo interés consiste no en que las cosas sucedan bien o mal, próspera o adversamente, en provecho de este partido o en provecho de aquel otro, sino que consiste simplemente en que ocurran cosas”. El pensador británico se expresaba así sobre la creciente avidez del publico por las noticias suculentas, cuando los medios solo estaban constituidos por órganos de papel y tinta.
La lentitud de una tradicional redacción ofrecía múltiples oportunidades para revisar una noticia antes que la misma saliera publicada y el diario distribuido la mañana siguiente entre los lectores. Las tecnologías tradicionales tampoco ofrecían grandes economías de escala, lo que permitía una sana diversidad de medios que se balanceaban unos a otros.
En ese juego infatigable de estimular la dinámica de espíritu, este maestro de las paradojas que es Chesterton, a pesar que toda su vasta carrera de escritor la realizó en clave de periodista, cuestiona esa profesión diciendo que la prensa…”proviene de ser pintura formada enteramente de excepciones…”. Y ejemplifica con aquello que el cuidado responsable de un millón de madres por sus hijos no interesa. Pero si una madre, en un acceso de locura mata a su hijo, eso sí es noticia. Y se genera una subasta – protegida por todos los beneficios de la ley de la oferta y la demana entre los medios y sus cosumidores- a ver quien hace mayor acopio de detalles más morbosos, justamente de hecho de lo más excepcional de la biología humana o animal. ¡ Qué “acontezcan cosas”, aunque esas cosas configuren una perversidad del orden natural!
Y en un arrebato de hondo pesimismo, como cavilando una visión de lo que le espera al mundo, apenas pocas generaciones después, este escritor de pensamiento lozano y optimista, lanza una brutal premonición…”Los periodistas habían barruntado la sangre, y apetecían más, cada detalle del asunto les preparaba para ulteriores arrebatos de indignidad moral.”