Las recientes elecciones en Argentina con la inherente sorpresa que provocó la votación que tuvo Milei, parece haberle dado motivos a parte de nuestro periodismo para sentirse con carta libre para realizar todo tipo de análisis políticos y comparaciones partidarias que, por lo arbitrarias, en algunos casos parecen alcanzar el paroxismo y en otros simplemente demuestran cómo determinadas acciones políticas de la ciudadanía hacen aflorar algún sentimiento de inferioridad o algún vestigio de saña.
Pero lo que está claro es que hay nuevos intentos por parte de los mismos aduladores de siempre de posicionarse en favor de la usura y de sus beneficiosos márgenes económicos, tildando la iniciativa que impulsó Cabildo Abierto de “populista”, metiendo en una misma bolsa los excesos dialécticos de Milei con una iniciativa popular que busca a través de un mecanismo de democracia directa hallar la solución a un problema al que el sistema político, paradójicamente, no ha podido resolver.
Sin embargo, cabría tener en cuenta que quien editorializó acerca de este tema pertenece a un reconocido think-tank financiado directamente por la Fundación Konrad Adenauer (KAS) de Alemania, la cual dice defender los principios de libertad, justicia y solidaridad.
Esta fundación allegada a la Unión Demócrata Cristiana reivindica la figura del primer canciller de la República Federal Alemana, Konrad Adenauer (1876-1967), quien vinculó las tradiciones social-cristiana, conservadora y liberal, siendo uno de los fundadores de la CDU (Unión Demócrata Cristiana). Su papel en la reconstrucción de Alemania fue determinante y fue uno de los padres fundadores de lo que fue la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, germen de la Unión Europea.
En la página web de esta fundación hay una referencia al “Programa Uruguay” el cual consta de los siguientes objetivos: “El trabajo del proyecto local se concentra especialmente en el fortalecimiento de las instituciones democráticas y de los partidos políticos. En este sentido, hay especial relación con el Partido Nacional. La KAS trabaja, además, entre otros, en temas relacionadas al fomento de una economía social de mercado, el desarrollo municipal y la descentralización, así como también el rol de Uruguay en el contexto internacional”.
Ahora bien, sería interesante preguntarle a esta Fundación que defiende semejantes valores, qué piensa de la situación que padece casi un millón de uruguayos endeudados, que no pueden acceder ni siquiera a ser titulares de los servicios básicos que el mismo Estado brinda como el acceso a la red de agua potable y a la red eléctrica. O cabría también preguntar: ¿es justicia establecer tasas de intereses que superan los dos dígitos en una sociedad como la nuestra?
En definitiva, la actitud que evidencia la opinión del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED) y de las organizaciones que lo apoyan parece demostrar que los valores de solidaridad y justicia para el caso concreto de la usura, y cómo esta afecta a las personas más vulnerables de este país, resultan estar marginados, ignorando que ninguna sociedad puede construirse dignamente si su ciudadanía en casi una tercera parte padece un problema estructural. ¿Por qué acaso no es responsabilidad del Estado velar por los intereses de la ciudadanía y no hacerlos presos de los intereses de las financieras o de otros factores externos como el narcotráfico?
Claro, probablemente el tema de fondo sea quién está detrás de las financieras. Entonces no resulta raro que la ciudadanía al mostrar válidas señales de hartazgo frente a la repetitiva excusa que esgrime el sistema político, apoye la iniciativa de “deuda justa” impulsada por Cabildo Abierto.
Seguramente, esto no sea del agrado de quienes por desconocimiento u omisión hacen la vista gorda cuando tienen enfrente el desolador panorama humano que ofrecen las calles no sólo de Montevideo sino también de las ciudades del interior del país, evidenciando que el problema del endeudamiento es la puerta de entrada a adicciones, a problemas de salud mental, a problemas de acceso a la vivienda y a los servicios básicos indispensables que todo ciudadano debería tener.
Pero mientras todo esto pasa, los personeros del globalismo no se dan por satisfechos y todavía sueñan con que los ahorros de la gente, en custodia de las AFAP, puedan entregarse a algún fondo de inversión o a algún Banco de Desarrollo de Fráncfort o de Shanghái según sople el viento de los negocios.
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