En su discurso de asunción, el nuevo presidente de Colombia, Gustavo Petro, lanzó una propuesta innovadora para la protección de la selva que consiste en cambiar la deuda externa de los países por los gastos que cada país deba afrontar a la hora de salvaguardar el medio ambiente. En tiempos en que proliferan los discursos ambientales que reclaman un mayor cuidado de la selva, llegando incluso en casos extremos a reclamar por su “internacionalización”, como lo hizo en su momento el presidente de Francia Emmanuel Macron, la propuesta de Petro es un intento por encontrar soluciones realistas que no signifiquen ni la pérdida de territorio por los países sudamericanos ni su empobrecimiento económico. Después de todo, es fácil para Macron hablar de la Amazonía, región en la que sus empresas no han logrado poner pie. Pero esas mismas empresas están desplazando en estos momentos a más de 550 familias de pescadores de su hábitat costero en Mozambique a 10 km tierra adentro, para construir un gigante parque de GNL en Afungi. Seguramente un proyecto financiado con certificación ESG.
“Nosotros estamos dispuestos a transitar a una economía sin carbón y sin petróleo, pero poco ayudamos a la humanidad con ello. No somos nosotros los que emitimos los gases efecto invernadero. Son los ricos del mundo quienes lo hacen”, precisó Petro, para luego agregar que “uno de los pilares del equilibrio climático y de la vida en el planeta es la selva amazónica”.
El planteo de Petro se basa en sólidos fundamentos económicos. En una columna reciente publicada por Le Monde, Dipak Desgupta explica que la mayor parte del ahorro de los mercados de capitales del mundo están en el norte, mientras que las necesidades de inversión están en un sur apremiado por limitantes fiscales para financiar su desarrollo. La conclusión que se desprende del análisis del economista indio es que no se puede pretender convertir en un “bien público” el medio ambiente del sur, mientras el norte contaminante invierte sus excedentes en desarrollar su propia industria, que en el caso de Alemania es alimentada con carbón y el de Francia con energía nuclear.
Ante esta realidad, el nuevo presidente se preguntó por la ausencia de fondos internacionales para proteger la selva. “¿Dónde está el fondo mundial para salvar la selva Amazonia? Los discursos no la salvarán. Podemos convertir a toda la población que hoy habita la Amazonia colombiana en una población cuidadora de la selva, pero necesitamos los fondos del mundo para hacerlo. Si es tan difícil conseguir esos dineros que las tasas del carbón y los fondos del clima pactados deberían otorgar para salvar algo tan esencial, entonces le propongo a la humanidad cambiar deuda externa por gastos internos para salvar y recuperar nuestras selvas, bosques y humedales. Disminuyan la deuda externa y gastaremos el excedente en salvar la vida humana”, dijo Petro, llamando al FMI a la acción para desarrollar un mecanismo de canje de deuda por aquellos gastos en que los países deberán incurrir a la hora de proteger el medio ambiente; especialmente los subdesarrollados quienes tienen más deuda, capital ambiental y a la vez contaminan menos que sus pares desarrollados. “Si el FMI ayuda a cambiar deuda por acción concreta contra la crisis climática, tendremos una nueva economía próspera y una nueva vida para la humanidad”, concluyó el nuevo presidente colombiano.
Previo a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Glasgow del año pasado, llamada COP26, el FMI se encontraba en apuros por su dificultad para avanzar en los llamados “Green Debt Swap” o “Canje de deuda verde”. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD) estos mecanismos “brindan oportunidades para recaudar capital en países de bajos ingresos para abordar los desafíos ambientales y de otras políticas y apoyar el crecimiento verde”. Según Reuters, en ese entonces el FMI estaba “reduciendo su impulso” para los canjes de deuda verde y abandonó los planes para publicar una propuesta conjunta con el Banco Mundial previo a la COP26. Antes de esto la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, dijo en abril del año pasado que este mecanismo “podrían estimular una acción acelerada sobre el cambio climático en los países en desarrollo”. Ante esta situación el FMI optó por “explorar ideas” y no impulsar esta propuesta.
En suma, el presidente Petro ha comenzado su mandato colocando el peso del control del ambiente donde debe estar: en los países desarrollados.
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