La doble interpelación realizada en el Senado, con motivo del pasaporte otorgado al narco Marset detenido en Dubai, a los ministros de Interior y de Relaciones Exteriores y sus respectivos subsecretarios, culminó en la madrugada del 23 de agosto con una declaración de tres puntos.
En el primero, se daba por absolutamente satisfactorias las explicaciones aportadas por los jerarcas gubernamentales. En el segundo se reafirmaba que el “Gobierno lleva a cabo una firme política de lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado”. Y en el punto tres se afirma: “Reiteramos una vez más la voluntad de trabajar en la elaboración de políticas de Estado en la lucha contra el narcotráfico…”. Concepto este que no sólo se incluyó en la declaración final aprobada por mayoría, sino que fue manejado por varios de los interpelantes.
Es incuestionable que el vendaval de violencia desatado en la región, desde hace varios años, consecuencia del tráfico de drogas en la región, exige la necesidad de elaborar una estrategia que comprometa a todos los sectores políticos y asegure una continuidad más allá de los períodos gurbernativos.
Pero este impostergable diálogo en búsqueda de políticas de Estado, no se puede agotar solo en el combate al crimen organizado sino que también es imprescindible ir conformando el derrotero de los grandes tópicos nacionales que superan el quinquenio de cada administración. Hay que abordar temas candentes comunes a todos los ciudadanos como seguridad social, la falencia demográfica, la inserción internacional, la educación, un modelo de país válido para tres o cuatro décadas.
La profesora Celsa Puente, en el semanario Voces, con fundada preocupación definió el clima de vida socio político del Uruguay de hoy como “picante”. Un adjetivo que tomó desde la jerga de los jóvenes para insistir en un ambiente pendenciero y agresivo, cargado de revanchismo y exento de encuentro constructivo. “Muchas veces al día me pregunto cómo será el futuro si nadie lo construye, o peor aún, si se construye desde este lugar del reproche constante, del enchastre permanente, de la imposición y de la deslegitimación del otro y de la persecución de todos aquellos y aquellas que no comulguen con la lógica de los gobernantes. ¿Será un olvido acerca de lo que es la democracia como escenario valioso de encuentro de partes? ¿Será puro desconocimiento acerca de la riqueza de la discrepancia y la importancia de la formulación del pensamiento divergente, de la escucha, del respeto y aceptación de las otras y los otros?”, dijo Puente.
Es duro el juicio que emite la destacada educadora, pero lamentablemente se ajusta a la realidad que estamos viviendo. Así no se puede seguir. Llegó la hora de dar vuelta la página.
Nuestro país se forjó mucho más en base a acuerdos que a confrontaciones, que sí las hubo en abundancia y con las armas en la mano.
No vamos a traer a la memoria todos los entendimientos entre los caudillos –los que se formaron a la sombra de Artigas– en los albores de nuestra historia de país independiente, pero debemos tener claro que sin esos acuerdos, en clave de gestos de grandeza, no hubiéramos sobrevivido.
Viniendo a nuestra historia contemporánea bástenos recordar solo un episodio muy poco conocido, de los muchos que amojonaron esa avenida de grandes entendimientos, que fueron asegurando no solo la gobernabilidad del país, sino la viabilidad del mismo. Luis Alberto de Herrera, en una actitud inesperada se decide visitar a Luis Batlle Berres, el 20 de noviembre de 1947 que sorpresivamente había accedido a la presidencia a la muerte de Tomás Berreta, del cual era vicepresidente. A la vez el líder colorado le devuelve la visita a Herrera en su “quinta”, dando inicio a la Coincidencia Patriótica.
Este suceso ocurrió cuando aún estaba caliente toda la campaña de hostigamiento contra el caudillo blanco, como represalia por su negativa a la instalación de las bases militares de Estados Unidos en nuestro territorio.
Y así cuando menos se lo esperaba, sea entre dirigentes sea en convocatorias más o menos espontáneas, siempre hubo en los momentos críticos de la vida de los uruguayos propuestas para intentar una salida consensuada y abrieron un camino al porvenir.
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