En su ensayo clásico sobre el urbanismo como una forma de vida publicado en 1938, Louis Wirth sentaba las bases de la sociología urbana contemporánea y el pensamiento criminológico de la Escuela de Chicago. En este ensayo Wirth planteaba la ciudad como lugar en el que relaciones sociales fragmentadas, anónimas y superficiales originaban sentimientos de inseguridad y situaciones de conflicto social en los que mecanismos de control social formal adquirían una relevancia más acentuada. Este reconocimiento de la ciudad y la vida en ella como planos en los que la inseguridad se plantea con matices importantes ha continuado hasta nuestros días. En la actualidad el nexo entre seguridad y la condición urbana se plantea también en el contexto de los debates en relación con el reconocimiento de los derechos humanos de los sectores sociales más desfavorecidos. Así, por ejemplo, UN-Hábitat reconoce la delincuencia como un serio problema que afecta a las ciudades de forma global y que tiene importantes repercusiones para la protección de los derechos humanos.
La delincuencia y la inseguridad ciudadana, se dice, amenazan la estabilidad y el clima social de las ciudades, el desarrollo económico sostenible, y la calidad de vida. Desde esta posición se mantiene como la delincuencia además afecta particularmente a los sectores más desfavorecidos en las ciudades y contribuye a la estigmatización de barriadas pobres generando así barreras adicionales para la movilidad social.
Mientras que en el plano jurídico se ha venido a observar un desarrollo de estas cuestiones de seguridad al hilo del debate sobre derechos humanos, a nivel criminológico, y a lo largo de los últimos 100 años, se ha podido observar el desarrollo de un conjunto de modelos teóricos que han tratado de valorar el nexo entre la condición de vida urbana y la delincuencia.
Existe, así, un núcleo de teorías criminológicas que no se interesan tanto por explicar la comisión de actos delictivos por individuos, sino que se centran en tratar de explicar por qué determinadas comunidades o lugares dentro de los espacios urbanos exhiben una mayor tasa de delitos y proponen de que forma el desarrollo urbano puede contribuir a la delincuencia.
Para estas teorías el nivel de análisis, así pues, no lo es el individuo, sino las áreas en las que estos viven.
El punto de partida es que los delincuentes no son sujetos que sufren alguna forma de patología que los hace diferentes del resto de los humanos, sino simplemente sujetos que participan en comportamiento delictivo como respuesta a las condiciones sociales en las que viven en el contexto urbano.
La escuela de la estadística moral, ya en el siglo XIX, producía mapas del delito y procuraba correlacionar las condiciones sociales de zonas con los delitos que se generaban en las mismas.
En los años 30 la Escuela de Chicago se convirtió en el más claro referente de este tipo de modelos al tratar de explicar el desarrollo de núcleos delictivos en las nuevas urbes americanas experimentando una rápida expansión industrial, así como fuertes movimientos migratorios, como consecuencia de la desorganización social que se generaba en estos contextos.
Hoy en día el problema de la delincuencia urbana es diferente y las ciudades de hoy no son como las ciudades de principios del siglo XX. Algunos problemas son diferentes, frente a la rápida industrialización hoy nos encontramos en los países más desarrollados con una situación de rápida desindustrialización que ha generado nuevos modelos urbanos. Y viejos factores, como los movimientos migratorios, han cambiado en carácter con la expansión de la globalización. Estos modelos ecológicos de la delincuencia tratan de entender de qué forma estos cambios urbanos y condiciones sociales generan la geografía social del delito. Así, por ejemplo:
• Los partidarios de la nueva escuela de la desorganización social aluden a factores tal y como la falta de capital social, la dificultad para definir y alcanzar objetivos comunitarios comunes y para ejercer formas informales de control social, sobre todo en el contexto del abandono estatal, la segregación espacial de minorías fundadas en prácticas privadas y políticas públicas, y la falta de inversiones privadas en determinadas comunidades.
• Los partidarios de teorías anómicas o de la presión estructural, por otro lado, pueden destacar de forma más notoria la ausencia de oportunidades legítimas para el desarrollo de identidades positivas y prosociales para jóvenes en comunidades marginales.
• Mientras que, por otra parte, las teorías de la oportunidad destacan la distribución no aleatoria en espacio y tiempo de las oportunidades delictivas, así como la necesidad de ir más allá de explicaciones ecológicas tradicionales que asocian lo malo (pobreza) con lo malo (delito), cuando la distribución del delito (no de la residencia de los delincuentes) a veces responde a otros factores (por ejemplo, hurto de tiendas depende de la geografía de las tiendas, la de los altercados violentos a menudo está ligada a la geografía de bares, etcétera).
Cada modelo teórico de la delincuencia, de forma explícita o implícita, trae consigo un determinado programa político criminal y político preventivo. Desde la perspectiva de las teorías ecológicas la conexión es evidente. Si pensamos que factores de tipo comunitario tienen un impacto en la delincuencia, lo que hemos de hacer es desarrollar intervenciones que actúen sobre estas condiciones de tipo comunitario. La prevención comunitaria del delito puede definirse en un sentido amplio como “aquellas acciones orientadas a cambiar las condiciones sociales que se cree que conducen al delito en comunidades residenciales” (Hope,1995). Estas teorías, por tanto, llevan implícitas en ellas mismas determinados modelos de políticas de seguridad en el ámbito urbano.
Juanjo Medina es investigador distinguido Talentia Senior adscrito al Departamento de Derecho Penal y Ciencias del Delito de la Universidad de Sevilla. El programa Talentia Senior es un programa de la Junta de Andalucía destinado a atraer y retener investigadores con un excelente currículum científico y de liderazgo. Anteriormente fue catedrático de Criminología Cuantitativa y director del Departamento de Criminología de la Universidad de Manchester hasta agosto de 2020, donde impartió clases de análisis de datos y cartografía criminal a estudiantes de criminología desde septiembre de 2000. Fue presidente de la Sociedad Española de Criminología de 2016 a 2020.
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