Este es un libro sobre el modo en que periodistas y gobernantes fabrican una realidad alternativa que se recoge en los medios de comunicación, a la que reacciona el público y de la que se ocupa el gobierno como si fuera la misma realidad que experimentamos en la vida cotidiana en casa o en el trabajo. El proceso parece bastante inocente a primera vista. Los periodistas necesitan los acontecimientos y la información de los gobernantes para elaborar las noticias. Los gobernantes necesitan la atención de los periodistas para obtener el apoyo del público a sus proyectos y carreras. Ambos hacen un trueque: la información, el acceso y los eventos se dan a cambio de la cobertura informativa y viceversa. El intercambio deja a todos los involucrados en una mejor situación. Los gobernantes obtienen publicidad, los periodistas obtienen la materia prima de sus noticias y el público se entera de lo que hacen los gobernantes y las instituciones.
El problema surge porque, al contrario de lo que acostumbramos a decir, las noticias no son simplemente un informe de lo que ocurrió ayer. Es un relato, con personajes, acción, trama, punto de vista y cierre dramático. Además, es un relato de crisis y respuesta de emergencia sobre el aumento y la sucesiva disminución de peligros urgentes para la comunidad, y sobre las acciones de los gobernantes responsables para hacerle frente. Es así que los gobernantes, en busca de publicidad, y los periodistas, en busca de noticias, no convergen simplemente en cualquier tipo de evento informativo. Representan, seleccionan y narran los acontecimientos a imagen y semejanza del drama dominante del género sobre el peligro público urgente. En otras palabras, se traducen a sí mismos y a sus proyectos en el lenguaje -y el teatro- de la crisis.
Los gobernantes y periodistas implicados son más o menos conscientes de la falsedad de lo que están haciendo. Sin embargo, revelar esa falsedad socavaría los beneficios que pretenden obtener del proceso informativo. Los gobernantes buscan la aprobación y el apoyo del público. Decirle al público que están actuando para la prensa no favorecería precisamente ese objetivo. Los periodistas se presentan ante el público como observadores objetivos y reporteros del mundo real. Revelar el hecho de que están cubriendo fabricaciones como hechos noticiosos destruiría la confianza que están tratando de establecer. Por eso, tanto el creador de la noticia como el trabajador de la misma suelen ocultar cualquier información o comentario que pueda alertar a la audiencia sobre la verdadera naturaleza de la transacción entre ambos.
Paul H. Weaver en “Noticias y la cultura de la mentira: cómo funciona en verdad el periodismo” (1994). Weaver fue profesor de ciencias políticas en la Universidad de Harvard y encargado del bureau en Washington, D.C. de la revista Fortune, además de otras publicaciones norteamericanas de prestigio.
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