Aristóteles en el siglo III a. C. ya expresaba que “los discursos inspiran menos confianza que las acciones”, y quienes estamos en el ámbito de la seguridad lo tenemos bien asumido y comprobado.
Casi en forma cotidiana nos preguntan: “¿Cómo es posible que no se pueda arreglar la seguridad en un país de tres millones y medio de habitantes? Aparece la obvia respuesta al considerar que el deterioro se sumó año tras año desde hace mucho. Pero también se percibe que este continúa visualizándose día a día como algo inexplicable para la mayoría.
Al mismo tiempo que ocurren hechos de inseguridad, la parafernalia de estadísticas y supuestos planes para luchar contra ella, forman parte de ese discurso que tanto las administraciones anteriores como las actuales han utilizado procurando dar respuesta a través de comparaciones y relatos que cada vez son menos creíbles ante la realidad que los supera. Es muy preocupante que Uruguay esté perdiendo su condición de confiabilidad y relativa seguridad dentro de la región. En un mediano plazo podría impactar sobre las preferencias de quienes optan por vacacionar o invertir en el país, Pero esta no sería la mayor de las preocupaciones.
Considerando los estudios sobre el correlato que existe entre cada punto de incremento de la criminalidad en una zona y la desvalorización económica que sufren sus bienes raíces, recordamos que los países también sufren la inseguridad pero a otra escala, en donde el correlato ocurre entre seguridad y libertad.
Horacio, en el 8 d. C. expresaba: “Quien vive temeroso, nunca será libre”. Las palabras de esta máxima están muy vigentes y refieren al deber de protección del Estado. Estar libres de amenazas o peligros forma parte de la definición de seguridad. No comprenderlo es no tener presente la historia.
Cuando la Coalición asumió el Gobierno, el estado de la seguridad calificaba en un nivel bajo, con crecientes tasas de criminalidad y zonas con guarismos iguales o superiores a algunas de las ciudades de la región con las cuales no deseábamos compararnos. Habían sucedido inusitados episodios que aún continúan sin explicación, como la fuga del importante integrante de la mafia italiana ´Ndraghetta de la Cárcel Central en la Jefatura de Policía de Montevideo, o sus reuniones y previos traslados y custodias con otro de los elementos del cártel mexicano. En 2005 también había ocurrido otro episodio con un famoso narco israelí que escapó del Penal de Libertad. Sin duda, estos hechos cuestionaron internacionalmente a nuestro país sobre su confiabilidad, capacidad de control y manejo de este tipo de delincuentes.
La nueva administración generó expectativas en marzo de 2020. Se esperaba un sustantivo cambio de enfoque e impulso en la lucha contra el crimen, pero la realidad se consolidó en una continuidad del pasado con algunos cambios en la motivación y operativa. La disminución en la criminalidad que se percibió durante la pandemia no se debió a cambios en la estrategia, como lo señalamos oportunamente al Ministerio del Interior. Pronosticamos que el retorno del país a la normalidad llevaría a la situación del 2019.
Si bien se percibe actualmente una tendencia muy leve en la disminución de los delitos, nuevos e inusitados episodios enrarecen el clima. La expedición del pasaporte uruguayo a un narcotraficante, detenido por un pasaporte paraguayo falso en una cárcel del Golfo Pérsico, le permitió su liberación y que hoy continúe prófugo y requerido por otros países de la región. Pensado en términos objetivos de seguridad, Uruguay brindó protección al importante narcotraficante.
Previamente ya se habían dado otros episodios delictivos en torno al jefe de la Custodia del presidente de la República en colusión con jerarquías del Ministerio del Interior, lo que motivó destituciones y casos asociados a presuntos espionajes a legisladores y red de expedición de pasaportes uruguayos a extranjeros. Todo inexplicable, una situación que genera suspicacias y pone en duda la capacidad de las autoridades para garantizar un control y protección de los intereses de seguridad del país.
Cabildo Abierto, socio de la Coalición Republicana de Gobierno, percibió desde un principio que los esquemas de seguridad que se manejaban no traerían buenos resultados. En ese sentido y desde un primer momento, se han aportado iniciativas e ideas al Ministerio del Interior en 2020, luego en 2021, 2022 y durante la Mesa instalada en 2023. Expresamos nuestros diferentes enfoques en virtud de la aquilatada experiencia y solvencia del Equipo de Seguridad Pública de Cabildo Abierto y con la única finalidad de contribuir en la mejora de la problemática de la seguridad.
Pensamos que el fondo del tema continúa sin encararse por falta de planificación seria y contundente, así como por carecer de una política criminal con objetivos claros y medibles para un empleo de los medios eficiente y coordinado a nivel regional. Uruguay debería integrar el Mecanismo de Coordinación de la Triple Frontera, al menos como observador, para actualizar insumos de información regionales.
Nos parece de interés compartir algunos de los otros aspectos que señalamos y con una breve descripción para facilitar su comprensión.
- Tener una estrategia. Lo primero que señalamos es la insoslayable necesidad de contar con una estrategia de seguridad definida, plasmada en varios planes ajustables a la evolución del delito y las amenazas, asunto que no visualizamos claramente hasta hoy. Saber hacia dónde se va. Formular objetivos alcanzables y medibles. Es la piedra angular de la gestión de seguridad en cuanto a política criminal, de fronteras, de lucha contra el crimen organizado transnacional, lavado de activos, de inteligencia, de control territorial y despliegues. Lamentablemente nada de esto se ha podido ver claramente.
- Lograr el control territorial. Consideramos que una fuerte impronta de control territorial urbano, en rutas, en áreas rurales y en fronteras, generando varios anillos de seguridad es la base de la prevención de varios delitos, incluyendo al narcotráfico, que se vería obligado a enfrentar permanentemente nuestro control combinado y nuestra hostilidad con un grado de dificultad continuo.
- Contar con tecnología de seguridad. Incrementar el empleo de la tecnología de seguridad en apoyo directo a las zonas operativas y aquellas seccionales de contexto crítico, creando más de un centro de operaciones en todas la zonas desde donde integrar la videovigilancia, la detección, los sistemas geográficos de información y otros vectores de control. Integrar toda la información obtenida en los municipios y alcaldías, generada para implementar las respuestas en coordinación con los gobiernos locales.
- Control del lavado de activos. Reforzamiento de las funciones y recursos humanos de la Senaclaft para que pueda ejercer un control adecuado y coordinado con la Unidad de Inteligencia Financiera del Banco Central y otros organismos del Estado sobre el lavado de activos.
- Control de fronteras, espacio aéreo, costas y rutas. La “galvanización” de las fronteras, creando estructuras combinadas con el Ministerio de Defensa Nacional para su control en varias capas de seguridad de las rutas nacionales. Control completo del espacio aéreo con radares específicos, control oceánico y fluvial radarizado, así como fronteras con equipamiento de detección y radares terrestres. Establecer un sistema de gestión de fronteras que permita el control no solamente de personas, sino de cargas, vehículos, con escáneres en todos los pasos de fronteras y elementos de control de radiaciones.
- Proyecto de cárceles. Generar un proyecto de política carcelaria que priorice las tareas de recuperación con énfasis en el trabajo obligatorio, la construcción de una cárcel de máxima y dos de mínima seguridad y la atención a privados de libertad con adicciones. Debe necesariamente establecerse un plan completo especificando objetivos y prioridades. Deben considerarse las recomendaciones y diagnósticos del comisionado parlamentario de cárceles y la normativa internacional para el respeto y la protección de los privados de libertad.
Con una mirada holísitica, el Equipo de Seguridad de Cabildo Abierto ha planteado en forma permanente éstas y otras consideraciones como insumos para la mejora de la situación de inseguridad que tiene el país. Es necesaria una sensibilización hacia un cambio positivo que atienda el problema y se acerque a dar respuestas, con acciones y hechos, a lo que la gran mayoría se pregunta: ¿por qué no se ha podido arreglar la seguridad?
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