En el fragor de las contiendas electorales se abordan diversos temas, algunos de fondo, y otros tácticos, oportunistas y efímeros. Asistidos por el infográfico de actividad económica, exploramos algunos de los primeros, procurando arrojar luz sobre ellos.
En primer lugar, separamos la población entre generación de recursos y dependencia de recursos. Se suele llamar al primero “El Uruguay productivo”, pero mejor evitar la connotación de que el resto no lo es, que no agrega valor, o que no lo hizo en su momento en el caso de los jubilados.
Lo que sí es innegable es que el sector privado es el verdadero y gran motor de la Economía. Poco más de un tercio de la población es la que genera los recursos para dar sustento a sí mismos y a los otros dos tercios. El Estado, con contadas excepciones, no es generador de recursos sino que actúa como una gigantesca aspiradora para luego redistribuirlos. Recauda impuestos de todos y aporta el 24% de la inversión, pero es principalmente un centro de costos. Quien realmente lleva adelante las actividades es el sector privado.
En Economía se le llama “crowding out” a las situaciones en que el accionar del Estado y su búsqueda de financiamiento sofoca la iniciativa privada y su capacidad de inversión, ya sea por presión fiscal (impuestos) o por dificultar el acceso a financiamiento (emisión y tasas asociadas a la deuda pública). El concepto en sí puede extenderse a otros mecanismos. Por ejemplo, la competencia directa, a veces monopólica o incluso desleal; o las exigencias y nuevos costos que crean diversos organismos de contralor, frecuentemente sin contemplar su impacto en la viabilidad de las actividades afectadas. Incluso puede extenderse al extremo absurdo de competir por los recursos humanos. Básicamente, que el Estado pague más, exija menos, y pague con tu plata. Leí hace un tiempo que 400.000 uruguayos se habían presentado a 2.000 vacantes en el Estado.
El Uruguay adolece de todos estos problemas, lo que motivó el fenómeno de los autoconvocados, luego denominado movimiento “Un Solo Uruguay”. De forma justificada, la Economía ocupa un espacio central en la campaña electoral y propuestas programáticas. Si bien ha habido un sensible enlentecimiento y destrucción de puestos de trabajo, el gigantesco déficit fiscal ha permitido maquillar la situación de modo de neutralizar al “bolsillo”: el gran movilizador. Como resumía Clinton al vencer a Bush padre en 1992: “Es la economía, estúpido”. Justa o injustamente lo fue en 2004, pero hoy no parece estar en un punto de quiebre de efecto electoral masivo. Es importante y urge, pero son ciclos que se terminan resolviendo de forma más o menos dolorosa una vez que los distintos actores espabilan.
Dichos actores son pieza clave para la retórica de la confrontación, dividiendo a la ciudadanía y atrincherándola. Se recurre continuamente a dicotomías y etiquetas cargadas de prejuicios: lucha de clases, explotador vs. explotado, público frente a privado, derecha, izquierda, facho, progresista, “miliquero”, “foca”, género, etc. No es nuevo en la política, pero se polariza y amplifica exponencialmente con el uso de las redes sociales. El resultado es que se fragmenta a la ciudadanía en colectivos. Si hay algo que ha caracterizado a estos 15 años de Frente Amplio es la habilidad para crear agenda en torno a capturar colectivos numerosos y proclives a la militancia activa.
Observen al patrón en el infográfico. Unas pocas decenas de miles de uruguayos (“empresarios capitalistas explotadores”) haciendo malabares para seguir adelante con sus actividades sin ser aspirados o sofocados por completo, a la vez que conviven con la constante amenaza de ocupación, paro o certificación por parte de sus empleados. En el infográfico evoca a la gallina de los huevos de oro, pero la persistente retórica divisionista nos hace mantener reservas.
El énfasis en el interés particular hace perder de vista el general. Promover la militancia y el voto en torno a defender “la chacra” nos lleva hacia una politiquería barata, clientelista y de enfoque cortoplacista de gratificación instantánea.
Hace tiempo ya que en Occidente se ve venir el colapso de la Seguridad Social. La gente vive más, los números no cierran y los ajustes son imperativos. En el infográfico, la tendencia muestra que por cada uno de nuestros menores de 14 años se van a tener que generar dos sustentos: el propio y el de un jubilado. Eso aún antes de considerar el resto del esquema de generación y redistribución.
Lo que nadie se anima a decir es que, sin importar qué cambie, los números no van a cerrar. El problema es que entramos en la era de la sociedad del conocimiento y la tecnificación con un recambio generacional sin comprensión lectora, sin capacidad analítica, de razonamiento o discernimiento elemental. Con ese recambio no se puede aspirar a mantener la productividad o competitividad. Con ese recambio no hay jubilación digna para los que hoy están en actividad, sean privados o públicos.
Todos tenemos claro que la educación es el gran igualador, el mayor catalizador y generador de oportunidades de ascenso económico y social. Hace años se habla del problema, abundan los diagnósticos, surgen experiencias positivas y prometedoras, pero no cambia nada. Lo que pasa es que se reconoce el problema, pero no se asume como propio, no moviliza, nadie sale a la calle a rasgarse las vestiduras por los resultados de la Educación. Es problema del pobre gurí que no votay queda segundo, tercero o quinto en la consideración de quien sí termina votando, pero por otro asunto más cercano y tangible a su interés particular. Así se perpetúa y avanza una problemática de corte estructural, intergeneracional, no sujeta a shocks, ajustes o efectos rebote.
Es curioso que hace un año el ministro Bonomi, llamado a sala, insistía que se debía comparar más favorablemente a Uruguay con El Salvador. Luego salió a desmentir al director nacional de Policía cuando dijo que íbamos en la misma dirección de ese país arrasado por las maras. “Es un gran policía, pero no un político”, nos iluminaba. En egresos de secundaria, estamos últimos en Latinoamérica junto a El Salvador, pero nuestro PBI per cápita es cuatro veces el de El Salvador. No es sostenible. Si bien el factor humano no es el único ingrediente de la actividad económica, todo indica que avanzamos inexorablemente hacia un proceso de pauperización irreversible.
La educación es problema de todos.