Por: Gustavo Formento* y Gustavo Papuchi**
Los siguientes conceptos pretenden extender un aporte diferente al sinnúmero de misivas, reflexiones, ensayos e información de opinión que, sobre la situación crítica que hoy sacude a Ucrania, nos atosiga en estos días. El blanco más sensible es el ciudadano común, que no está familiarizado con asuntos de geopolítica, estrategia nacional y otras disciplinas afines que solo pueden aprehenderse libres de quimeras y fábulas. Con la invasión rusa, solo él pudo sorprenderse.
El futuro sigue siendo incierto y poco es lo que se visualiza; no haremos futurología, ni intentaremos dar por veraz lo que solo queda restringido a los genios. No somos dueños de la verdad y cualquier calificativo o adjetivación que se lea, revela la síntesis de una explicación que por su extensión es improcedente en este espacio.
Es importante tener en cuenta el origen y evolución de los actores involucrados en este episodio. Los tectónicos movimientos geopolíticos posteriores a la gestación de esas naciones, señalan una convulsión permanente que ha esculpido las apetencias y el conformismo de pueblos y líderes. Queda en el tintero, la ponderación –con precisión y ecuanimidad– del fermento de aspiraciones y necesidades de los protagonistas.
¿Qué está pasando?… Ángeles y demonios se ven envueltos en una situación incómoda, para ellos y para muchos más, mostrándonos que: ni todos son querubines, ni todos son mefistofélicos. A través del cristal que se mire, se podrá calificar con amplio margen de subjetividad. Lo que sí advertimos, es que los principios que sustentan el interés nacional acompañado o no por el soberano, fluyen con premisas geoestratégicas intrínsecas de cada país. Se podrá estar de acuerdo o no; gustará o no; no importa, a la hora de tomar acción se debe ser pragmático. La guerra, en última instancia es un acto concreto. Putin nos recuerda que la realpolitik está vigente y Zelenski completa la dialéctica de voluntades del melodrama que ambos encarnan.
No se debe confundir y apreciar a esta conflagración desde la subordinada estrategia militar, pues, este conflicto es una cuestión al más alto nivel geopolítico que en cada actor vincula su política nacional exterior e interna, según una época y circunstancias que condicionan su respectiva toma de decisiones. Así como las amenazas a los Estados naciones son multidimensionales y las fronteras estatales ya no son obstáculos para su impacto; en análoga esencia, la política exterior se conjuga con la interna de cada unidad soberana para apuntalarse mutuamente y generar sinergia. El potencial nacional es uno solo y su empleo optimizado no admite escisiones de sus componentes; menos aún al abordar un desafío que puede significar dejar de ser.
La lenta reconfiguración del sistema internacional podría ser afectada por este conflicto que vincula directamente a una potencia y de modo suplementario a todas. La hegemonía unilateral viene siendo interpelada y la multilateralidad podría comenzar a consolidarse según se dirime esta situación. Queda pendiente cómo actuará Estados Unidos y la OTAN a corto plazo; y no percibimos que Rusia siga hacia Finlandia y Suecia impulsada por la nostalgia, como se ha expuesto en algún medio, ya que correría serio riesgo de acentuar su ya desacreditada posición, asumida por las tres cuartas partes de la comunidad internacional. Por otro lado, China es sumamente paciente y no se involucrará seriamente en el próximo tiempo, más bien podrá conducirse como es su tradición, pensando en términos de decalustros y centurias. Este incipiente orden mundial podría ser propicio para transformar el poder que representa Putin y erigirlo como el nuevo defensor de los valores y tradiciones más caras de la cultura greco-romana-cristiana. Pues, la encrucijada lo tienta, por un lado, a frenar las corrientes globalizantes de lo correctamente político y del vale todo, donde se pierden los límites y el respeto es solo una ilusa justificación conveniente, que en la sociedad occidental se acentúa día a día; y por otro, a contener la expansión islámica que se proyecta como una cosmovisión y forma de vida diferente a la cultura rusa.
Aportes para la paz
Mientras tanto, la guerra sigue haciendo estragos. Nosotros, podemos mirar para el costado o hurgar en la conciencia. Visualizamos tres oportunidades para contribuir a la paz.
1) Ante la confusión que genera el inestable orden mundial y las comprometidas posturas de ciertos actores de la comunidad internacional y en particular de América Latina, el Uruguay debe tomar cuenta e impulsar una mediación que aporte a un acuerdo de paz entre los beligerantes; liderando la iniciativa o compartiéndola con otros países de la región. Esto se funda en la sólida tradición y prestigio de nuestro país en el concierto mundial, con énfasis en asuntos vinculados a la paz; la suprema adhesión de unidades soberanas del orbe al cese de hostilidades y paso a la negociación entre los protagonistas del conflicto; así como, la situación actual del escenario latinoamericano con ausencia de cohesión y liderazgo, que necesita de una razón inobjetable y una voluntad íntegra y fiable para emprender un ingente propósito en bien de la humanidad.
2) En algún momento se hará el anhelado alto al fuego en Ucrania y, aunque mucho se dilate el retiro de tropas foráneas exigido por la ONU, es altamente probable que surgirá la necesidad de desplegar componentes neutrales que supervisen los acuerdos y contribuyan a la recuperación del deterioro ocasionado por la guerra. Al respecto, Uruguay debería estar preparándose para complementar la estrategia pacífica arriba expuesta y ofrecer un contingente humanitario para operar en el terreno, integrado por técnicos civiles, policías y militares.
3) Se recoge una lección incuestionable de los hechos y se asocia a la seguridad y bienestar de nuestra nación futura. Quedó confirmado que la ocurrencia de la guerra está viva y su irrupción difícil de prever; por tal razón los Estados naciones precisan de un sistema de defensa nacional sólido, moderno y comprometido con la causa nacional, pues no habrá tiempo para improvisar. Esto nos compele a una apropiada atención y actualización de las fuerzas armadas uruguayas y de los mecanismos de movilización del país, que propicien el sustento del Estado y la defensa de la nación en una coyuntura crucial, que nadie desea pero a la cual estamos expuestos, la guerra. Debemos entonces subrayar que si quieres paz, prepárate para la defensa; y la mejor forma no es con descuido y menosprecio del componente castrense. El gobierno nacional y los líderes políticos deben entender que las fuerzas armadas no son una bolsa de trabajo para usar arbitrariamente y gratificar sus ambiciones personales o demagogia política. Eso, además de ser indigno, compromete las prístinas aspiraciones de la sociedad y de cada uruguayo. La profesión militar no es un empleo público común; es un cometido especial que exige de sus miembros, en principio, estado de salud sano, y a partir de allí afrontar e intensificar su entrenamiento que se probará en las instancias vitales del combate. No se debe arriesgar la entereza de la institución, ofreciendo el ingreso a personas con afecciones físicas o psíquicas como la celiaquía, inmunodeficiencia, obesidad o trastornos de la mente. Quien padece alguna de estas dolencias será una carga adicional para sus camaradas, pondrá en riesgo sus vidas y producirá una fisura peligrosa en el funcionamiento de la organización, cuando ésta sea llamada a cumplir su principal rol en ámbitos de inseguridad extrema. Es absolutamente irresponsable permitir esto. La Francia de 1939 ya nos dio su lección. Recordemos. Además, apreciamos la leva de hombres por parte de Ucrania. El mejor sistema de movilización militar o general, es el que se prevé desde los tiempos de paz. El Uruguay está en un gran debe que, sin dilación, exige la implementación de estos sistemas, con un ingrediente adicional. A igualdad de derechos, igualdad de obligaciones; por tanto, debe incorporarse a la mujer uruguaya en la movilización. No podemos prescindir ni discriminar a las potenciales servidoras, cuando la patria las necesite.
Para concluir, no debemos olvidar que la paz no viene sola y debemos aportar constantes energías y renunciar a frivolidades y lascivias personales, si anhelamos disfrutar de ella. La solidaridad colectiva y el compromiso hacia la nación, exige que todos hagamos parte del sacrificio. La paz comienza con el cuidado y defensa de la agrupación humana organizada política y jurídicamente.
(*) Cnel (r) Gustavo Formento, fue coordinador de Infraestructura para Nuevas Fuerzas Armadas en Misión de Paz de ONU en Mozambique y asesor militar en Embajada de Uruguay ante Naciones Unidas
(**) Cnel (r) Gustavo Papuchi, fue peacekeeper en Mozambique y Sinaí. Docente de Seguridad, Defensa y Estrategia en CALEN
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