Zilu preguntó: «Si el soberano de Wei te confiara el gobierno del país, ¿cuál sería tu primera iniciativa?». El Maestro respondió: «Sin duda sería rectificar los nombres». Zilu volvió a preguntar: «¿Lo harías realmente? ¿No es un poco inverosímil? ¿Para qué serviría esa rectificación?». El Maestro respondió: «¡Qué aburrido puedes llegar a ser! Allí donde un caballero no sabe, debe callarse. Si los nombres no se corrigen, el lenguaje carece de objeto. Cuando el lenguaje carece de objeto, no puede llevarse a cabo ningún asunto. Cuando no puede llevarse a cabo ningún asunto, languidecen los ritos y la música. Cuando los ritos y la música languidecen, los castigos y las penas equivocan su blanco. Cuando los castigos y las penas equivocan su blanco, las personas no saben dónde están. Por ello, un caballero debe ser capaz de expresar cualquier cosa que conciba y debe ser capaz de hacer cualquier cosa que diga. En el tema del lenguaje, un caballero no deja nada al azar».
Confucio, Analectas, 13.3.
Después de que las autoridades educativas de nuestro país prometieran a los egresados de Formación en Educación, de nivel público y privado, que podrían acceder a un título universitario a través de la realización de una Prueba de Reconocimiento Universitario de la Formación Docente por parte del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), la cuestión de los nombres y su significado vuelve a estar sobre la mesa. Y deja al menos en evidencia que para algunos actores de nuestro espectro político e institucional la arbitrariedad del signo lingüístico parece haber alcanzado límites insospechables.
Porque la ingenuidad de pensar que, solo cambiándole el nombre a una cosa, o que simplemente mediante un curso o una breve prueba es factible obtener un título “universitario”, parece evidenciar cierto desconocimiento sobre cuál es el verdadero sentido de los nombres, en primer lugar, y de la Universidad y de los títulos universitarios, en segundo. En definitiva, cualquier estudio universitario, como el mismo nombre lo específica, es universal –valga la redundancia– es decir, una persona que estudia física o historia en Berlín, en Nueva York, en El Cairo o en Montevideo, pueden comunicarse en un lenguaje académico común, porque manejan el mismo discurso.
Por otra parte, los estudios universitarios no solo comprenden la adquisición de un conocimiento específico, sino que más que eso, lo que garantizan es la posibilidad de aprender y conocer distintos métodos de investigación por medio de los cuales el estudiante pasa a ser no solo consumidor de conocimiento sino también productor.
Entonces la pregunta que uno se hace es: ¿Cómo es posible que, tras realizar esa breve prueba, estos egresados puedan aprender a investigar y convertirse en productores de conocimiento?
La respuesta parece obvia y nos recuerda la lección de Confucio –el antiguo filósofo de la China milenaria– cuando explicaba que al llamarle a las cosas por un nombre que no le corresponde, no solo deforman nuestras instituciones sino peor todavía, deforman nuestras acciones. Porque si los nombres no son correctos, la acción se vuelve arbitraria y los gobiernos como los ciudadanos pierden el sentido de lo correcto y de lo incorrecto, de lo moral y de lo inmoral.
Algo similar ocurrió durante la sequía con el suministro de agua de OSE y la caracterización que se impulsó desde el Gobierno realizando una distinción entre agua “bebible” y agua potable, transgrediendo la base semántica de ambos vocablos, queriendo eludir que toda agua que puede beberse debe cumplir al mismo tiempo con la condición potable.
¿Pero, acaso, lo que está sucediendo en torno a la Justicia, no será también un problema lingüístico, pero más específicamente onomástico? Porque pretender que una persona que está recluida en un centro de máxima seguridad por su peligrosidad tenga chance de rehabilitarse haciendo un curso de carpintería, parece querer eludir el verdadero significado de ambos términos en un contexto real. Por lo que parece ser de urgente necesidad hacer, como Confucio, una política de rectificación de los nombres.
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