Cuando el Frente Amplio asumió el gobierno en 2005, algunos pensaron que el país se estaba “refundando”. Que la obra de los gobiernos anteriores, era una “herencia maldita”. Y que la izquierda, sería capaz de “reiniciar” el país. Al principio, el viento de cola de la economía los ayudó, pero tras quince años en el poder, quedó en evidencia que aquello de la “refundación” -o del “reinicio”-, fue una gran mentira.
Hoy hay quienes piensan en un gran reinicio global. Por ejemplo, el Sr. Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial. El discurso de Schwab es de un buenísimo tal, que conmueve… e invita a la desconfianza: “cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía”.
¿Qué dice Schwab? Que hay que aprovechar la “oportunidad” que nos brinda la pandemia para “crear este reinicio global que todos necesitamos” […] porque “las políticas que seguíamos antes que nos golpeara el coronavirus, no creaban la inclusión necesaria para un desarrollo social armonioso”. Ahora se habría hecho visible “la injusticia global […] la creciente brecha de desigualdad de riqueza, de atención médica, de inseguridad laboral, el desenmascaramiento de políticos que trabajan para ellos mismos en lugar de para los ciudadanos”, etc.
Por eso, para impulsar el reinicio, Schwab apela a la colaboración de “las sociedades globales y, en particular, de las universidades”, y afirma que es clave “aprovechar mucho más las tecnologías de la cuarta revolución industrial”, la “inteligencia artificial, el internet de las cosas, la ingeniería genética…”.
Todo esto, en aras de “fortalecer y mantener la unión global”, para lo cual habría que encontrar un nuevo equilibrio. Afirma que “las piedras de construcción más importantes son la verdad y la confianza”, y que la gran tarea de las universidades es “buscar la verdad”, porque “solo si nos basamos en la verdad, podremos restablecer la confianza”. Schwab nos invita, además, a “creer en el principio de que los seres humanos son virtuosos, benévolos, porque solo si confiamos en esa naturaleza positiva de la humanidad, podremos movilizar la energía que necesitamos para construir un futuro positivo”.
Uno se pregunta como un economista, fundador en 1971 del foro económico más importante del mundo, necesitó de una “pandemia” para que le cayera la ficha de que en el mundo hay injusticia. ¿Qué hizo durante los últimos 50 años al frente del Foro Económico Mundial? ¿No sabía lo que ocurría en el planeta? ¿Recién ahora descubrió que hay políticos que trabajan en su propio interés? Creo que si estuviera en su lugar, renunciaría y me iría para mi casa, rojo de vergüenza.
También resulta sorprendente la afirmación de Schwab sobre que hay que buscar la verdad para restablecer la confianza. En lo personal, no podría estar más de acuerdo con dicha afirmación. Pero sorprende que en este mundo relativista, nadie haya cuestionado la capacidad del sr. Schwab para conocer la verdad. ¿A qué verdad se refiere? ¿A las verdades que descubren las universidades, a las de quienes las financian, o a las verdades metafísicas, antropológicas y biológicas que los globalistas han negado en los últimos años?
No podía faltar, claro está, la reviviscencia del mito rousseauniano del buen salvaje: hay que tener fe en que el hombre es bueno por naturaleza. La realidad -antes y después de Schwab y del coronavirus- demuestra que eso es falso. El hombre puede llegar a ser bueno, y santo, pero solo tras una ardua lucha, en la que deberá vencer las inclinaciones de su naturaleza caída. Me refiero, naturalmente, al pecado original, y a todas las verdades antropológicas que el cristianismo ha venido repitiendo durante veintiún siglos.
Por eso, lo que no necesitamos, no es un gran reinicio, sino una gran restauración. ¿De qué? De la cultura cristiana que dio forma a la sociedad occidental. De una cultura fundada en el amor, anclada en la verdad, y amante de la belleza. De una cultura que lejos de desechar los aportes grecorromanos, los incorporó y los mejoró. De una cultura que rescató del olvido la Antigüedad clásica, limpiándola de sus impurezas, fortaleciéndola donde estaba endeble, sacándole lustre donde estaba deslucida.
Y es que solo sobre la honda raíz de la ley natural, es posible encontrar las verdades antropológicas necesarias para salvar al mundo de la debacle. Como dice la letra de Santa Marta: árbol sin raíces no aguanta parado ningún temporal. Quizá debería escucharla el sr. Schwab…
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