Este 22 de marzo se cumplen dos años de la desaparición física de Hugo Manini Ríos. Sin embargo, sentimos a diario su presencia espiritual y las grandes líneas de su acción y pensamiento siguen siendo la hoja de ruta por la que pretendemos guiar nuestro tránsito político e ideológico. Conocimos a Hugo por su actuación pública a comienzos de la década de los 70, cuando guió un movimiento juvenil que dio respuesta de tono nacional y cristiano al desvarío terrorista de inspiración marxista que asolaba al país y parecía demoler nuestras instituciones democráticas para instaurar una dictadura socialista. Pero recién a fines de esa década, tuvimos la suerte de conocerlo personalmente por razones de orden profesional vinculadas a su actividad como agricultor. Por imposición del gobierno de la época, había tenido que abandonar su actividad de formación ideológica de la juventud y de sembrar ideas, alimentando las almas, preocupación que de una u otra forma lo acompañó toda su vida.
Pasó entonces a sembrar alimento para la vida material de las personas, transformándose en un agricultor de punta y en especial en un impulsor del cultivo del arroz, constituyéndose por mucho tiempo en presidente de la Asociación de Cultivadores de Arroz y fiel a su visión periodística en un promotor de la revista Arroz. Defendió los intereses de este cultivo, que eran intereses nacionales, en el ámbito internacional, obteniendo fallos favorables para nuestro país ante imposiciones de una potencia como los EE. UU. Fiel a su estilo, no obstante firme y decidido, trató en lo nacional de arbitrar soluciones conciliatorias de los intereses en juego en la producción, industrialización y comercialización del arroz, evitando la confrontación desgastante y promoviendo la conciliación de intereses que beneficiara razonablemente a todos los estamentos.
Lo acompañamos en la Sociedad Rodoniana, donde cultivó su enorme interés y afecto por el pensamiento del gran escritor y pensador compatriota, del que destacaba siempre su inteligente y valerosa defensa de la cultura latina e hispano-cristiana frente al utilitarismo de lo anglosajón, que deslumbraba ya a principios del siglo pasado al mundo y que Rodó calificaba de “nordomanía”. Ante el escepticismo generalizado, motivado por las dificultades económicas y de coordinación de agenda de los participantes que implicaba, organizó y llevó a cabo un congreso de pensadores rodonianos contemporáneos, de América y Europa, que constituyó un verdadero éxito.
Sin duda, su mayor satisfacción fue volver a poner a La Mañana entre los medios de comunicación escrita de nuestro país. Hugo tuvo siempre una enorme vocación política como sus mayores y si no se concretó en una trayectoria importante, ello se debió incuestionablemente al impasse democrático que tuvo el país en la década de los 70. Si bien también tuvo una importante vocación por la producción agropecuaria, en la que, como ya dijimos, descolló como productor y particularmente como dirigente rural, donde se desarrolló como negociador y muy especialmente como articulador entre productores, industriales y autoridades políticas, ya que creía en la conciliación de intereses que beneficiaba a los distintos agentes de la producción y en la concertación de las fuerzas económicas y políticas, neutralizando los egoísmos sectoriales que terminan dejando rengo al aparato productivo y perjudicando las potencialidades del país. No obstante todo ello, recuerdo la enorme alegría que le produjo recuperar la marca de La Mañana y ni qué decir verla salir en tinta y papel. Su éxito, en tantos aspectos como los mencionados, no habría tenido la debida coronación si no hubiera podido recuperar la publicación en la que su familia había tenido una importantísima trayectoria y de la que entendía se le había despojado arteramente.
Por último, recordemos a un amigo entrañable que disfrutaba conversar de política, agropecuaria, historia o filosofía, invitándonos a hacerlo en su domicilio de Montevideo o en su establecimiento de La Mini. Si al hombre se le conoce como ser sociable, Hugo era un paradigma de tal, buscando siempre trascender en una siembra de ideas de arraigo hispano-cristiano que han quedado impresas en decenas de quienes fuimos sus amigos y por la fuerza de su espíritu nos seguimos reuniendo periódicamente para interpretar cual sería su respuesta a los problemas del hoy. Cierto es que no hay personas imprescindibles, pero también es verdad que hay seres irremplazables y Hugo Manini Rios es uno de ellos. En definitiva, un espiritual abrazo en este aniversario, a quien por sobre todas las cosas fue un gran maestro y amigo, y permanece vivo en nuestro recuerdo, en el de sus amigos y su familia.