La polémica en torno a la fecha de la fundación de Montevideo que se instaló en los últimos días a raíz de los festejos que la Intendencia de Montevideo realizará por los supuestos trescientos años de la ciudad pone en evidencia, otra vez, cómo lo político no solo está por encima de lo jurídico en este país, sino también por encima de la histórico. Porque al cambiar la fecha del aniversario de la ciudad, fecha que fue escogida por los historiadores de principios del siglo pasado, no solo se está incurriendo en una falacia, sino también en una tergiversación.
Lo mismo sucede cuando algún político despistado refiere que la fecha escogida por la actual Intendencia de Montevideo toma en cuenta el proceso fundacional “único” que tuvo Montevideo, contando con varias fases de desarrollo: primero, haciéndolo como un simple fuerte –el de San José, establecido en 1724–, luego como ciudad –a partir del 24 de diciembre de 1726– y como Cabildo el primero de enero de 1730.
Lo que se parece querer ignorar es que la mayor parte de los procesos fundacionales de América tuvieron características similares. Basta leer La ciudad letrada, de Ángel Rama, para confirmar lo que decimos, o estudiar la historia de otras ciudades uruguayas como Paysandú o Salto para comprender cómo muchos de los procesos fundacionales de este continente no fueron para nada lineales.
El problema surge, una vez más, de la mano de los nuevos “inventores de la rueda” que parecen querer obviar más de un siglo de bibliografía. Obviamente, la polémica no es nueva y fue por ello por lo que desde finales del siglo XIX hombres de letras y de estudios debatían los orígenes históricos de Montevideo. Ante esta demanda de la sociedad montevideana de aquel momento, dos historiadores, Francisco J. Ros y Daniel García Acevedo, enviaron al Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay la siguiente carta fechada el 21 de mayo de 1917:
“En el año 1896, los firmantes, sin acuerdo previo, nos ocupamos de estudiar problemas relativos a la fundación de Montevideo, y llegamos a la conclusión –a que nadie había arribado anteriormente– de que el primer día de vida de la ciudad de Montevideo fue el 24 de diciembre de 1726, día en el que cada jefe de familia contó con un solar donde levantar su casa. Posteriormente, el estudiante entonces y después doctor Héctor A. Miranda y don Orestes Araújo llegaron a la misma conclusión en trabajos históricos dignos del mayor aprecio y uno de nosotros hizo publicaciones al respecto. Por razones que expondremos al Instituto si fuere necesario, pero que no lo hacemos ahora por considerarlas conocidas de los señores Miembros, conceptuamos que ha llegado el momento de hacer justicia histórica y consagrar la fecha del 24 de diciembre de 1726 como el día de la fundación de nuestra ciudad”.
De esa forma, el Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay publicó en 1919 un informe detallado sobre la fecha de fundación de Montevideo, sobre todo considerando que se avecinaba la celebración del bicentenario de la ciudad. Este documento fue redactado tomando la opinión de los célebres historiadores de la época que venían polemizando sobre este tema desde finales del siglo XIX. Y así, en el mencionado informe, se expresa la decisión tomada por el Instituto:
“El reconocimiento oficial del día 24 de Diciembre de 1726 como fecha de la fundación de la ciudad de San Felipe de Montevideo que proponen los Honorables colegas, señores don Francisco J. Ros y doctor don Daniel García Acevedo, no puede menos de ser aceptado por el Instituto, siempre que se declare que, ese reconocimiento, no obedece al dictado de un solemne documento de fundación o acta de ciudad, que hasta el momento presente no ha aparecido, sino que para ello se ha tomado como base, del conjunto de documentos conocidos, aquel que se refiere al acto inicial y más esencial de toda agrupación urbana, es decir, el momento en que los vecinos que han de constituir la nueva población se afincan y contraen el vínculo jurídico y social con la tierra”.
Es interesante observar justamente cuál fue el motivo por el cual se escogió esta fecha: la ausencia del acta fundacional de la ciudad. Y por esa razón se determinó como punto de partida el hecho práctico de que se le asignase a cada familia un lote de tierra, siendo Pedro Millán el encargado de dividir los solares y hacer el trazado de la primera jurisdicción. Este fue, en definitiva, el primer mojón de una sociedad que comenzaba a construirse y asentarse.
Lamentablemente, resulta claro que en vísperas de la campaña electoral el ingenio de las agencias de publicidad y de comunicación parece no tener límites éticos ni intelectuales, demostrando otra vez en estos últimos meses cómo el gobierno capitalino está ansioso de recibir desesperadamente todos los aplausos que puedan venir de sus propias filas. Quizás sea solo un acto de rebeldía, o puede ser simplemente un mensaje solapado dirigido a los suyos que arbitrariamente expresa: si no hay efeméride la inventamos.
No hay que olvidar que la distracción es buena amiga del engaño. Y Montevideo hace años que abandonó el camino de la innovación y del desarrollo. No solo no se han hecho proyectos urbanísticos que agreguen calidad de vida a sus habitantes, sino que tampoco se han hecho inversiones en los barrios periféricos donde las infraestructuras más elementales apenas existen.
TE PUEDE INTERESAR: