El economista, ensayista y artista Claudio Rama recuerda a Ricardo Pascale tras su lamentado deceso.
En los años ochenta, mientras capitaneaba el Banco Central en la etapa de reconstrucción democrática y buscaba contribuir a los equilibrios macroeconómicos, Ricardo Pascale publicaba con cierta frecuencia artículos sobre los diversos premios Nobel de Economía que nos permitían comprender mejor los diversos aportes de escuelas de pensamiento que marcaron el pasado de las políticas económicas, fundamentalmente centrados en los aspectos monetarios, de regulación, fiscales y de los modelos de desarrollo. Así lo conocí y comencé a valorarlo, al tiempo que le rogaba que publicara esos artículos. Siempre me decía: “No puedo, me faltan análisis de varios premios”.
Tal vez pensando en sus clases o en los sustratos teóricos de problemas concretos de la política banco centralista, estaba haciendo una revisión de las diversas escuelas de pensamiento. Estaba ya consciente de que estábamos en un contexto en el que la reflexión se estaba reorientando y miraba los temas de la construcción del capital humano y, especialmente, de la formación de los recursos humanos, del acceso a la información en los diversos mercados y del rol de la innovación y el conocimiento en los diversos mercados, como palancas del desarrollo endógeno. Más allá de estas revisiones teóricas, probablemente Pascale sentía en carne propia, estando al frente de la política monetaria, las limitaciones de los viejos paradigmas económicos y comenzó a abrazar los enfoques neo schumpetereanos que posicionaban el rol de la innovación como ejes del desarrollo. Controlar los equilibrios básicos de ingresos y egresos internos y externos no era suficiente para superar las restricciones del desarrollo y del largo estancamiento de nuestra sociedad. En ese marco, comenzó probablemente a plantearse la necesidad de superar las lógicas tradicionales de control de los desequilibrios al ver que no eran suficientes para encarar los problemas del desarrollo y pasó a visualizar al conocimiento como motor del desarrollo.
Luego de su activa fase el frente del Banco Central en dos periodos, encaró realizar un doctorado con Manuel Castells, que para entonces compartía su trabajo académico entre la Universidad de Stanford y la Universidad Abierta de Cataluña y dirigía un programa sobre la sociedad del conocimiento en la primera década del siglo XXI. Esta vuelta a la academia de quien nunca salió de ella contribuyó para que Pascale reafirmara su mirada sobre el desarrollo centrada en impulsar el apalancamiento de la innovación. Asumió el doctorado a una edad que muy pocos encaran, mostrando su enorme capacidad de resiliencia y su apertura a profundizar en los nuevos abordajes del pensamiento económico. El doctorado le llevó a analizar el propio desarrollo de Uruguay y constatar que la crisis desde los años sesenta se asoció a la incapacidad de facilitar un cambio de la política económica y una mayor centralización de la política en la innovación empresarial. Jugando e invirtiendo el título del libro de Carlos Real de Azúa El impulso y su freno y, buscando analizar las causas del agotamiento económico, planteó en Del freno al impulso, una propuesta para el Uruguay del futuro la necesidad de incorporar el conocimiento aplicado como palanca fundamental del desarrollo de Uruguay. En este libro analiza cómo el país tuvo un período de impulso entre fines del siglo XIX y los años cincuenta y luego un periodo de freno desde los cincuenta del siglo pasado hasta el presente, por la continuación del funcionamiento de una economía basada en exportaciones de bienes agropecuarios con bajo valor agregado, frente a un mundo que aumentó la incidencia de conocimientos complejos en la producción de los bienes y servicios de producción y exportación. Pascale explicaba el estancamiento de largo plazo del país también en una elevada aversión al riesgo que reforzaba la resistencia a la inversión en innovación y conocimiento.
Un crecimiento inestable con base en los precios coyunturales y volátiles de los comodities produjo un distanciamiento del índice de complejidad económica (la medida de la intensidad del conocimiento en los bienes que se exporta) y condujo a la decadencia de la economía uruguaya. La caída del ingreso per cápita en términos relativos se asoció a ese distanciamiento en el uso intensivo del conocimiento. El modelo de una economía agraria con poco valor agregado de conocimientos y que limitó la capacidad de un sector industrial soportado por una protección gubernamental que se sostenía en un impuesto explícito a las exportaciones, se conformó como el eje del “freno” estructural de la sociedad uruguaya. El declive económico lo explicó por la incapacidad de ingresar en una economía del conocimiento, centrada en la innovación, en la producción de bienes con mayor valor agregado, en el aumento de la calidad y cantidad de recursos humanos capacitados y la incorporación de las tecnologías, bases del nuevo ciclo tecnológico de desarrollo a escala global, centrado en la innovación y un emprendedurismo volcado a las exportaciones.
En el marco de este enfoque, Pascale continuó profundizando y a fines del año pasado presentó un nuevo libro, El Uruguay que nos debemos. Convergencia y sociedad del conocimiento, que no solo profundiza las ideas del anterior, sino que se focaliza en la falta de innovación y las limitaciones de la investigación y la formación superior, centrándose fuertemente en los requisitos y las bases de un futuro inserto en la creciente sociedad del conocimiento. En este aspecto, estaba centrado en construir consensos y acciones necesarias para viabilizar estos objetivos. En este libro, al cual invitó a una serie de académicos a participar con enfoque muy puntuales y tuvo la enorme gentileza de invitarme a ser parte con unas páginas sobre los desafíos educativos y específicamente en la educación superior, Pascale comenzó a proyectar los escenarios de la nueva era, incluso ya mirando los impactos de la inteligencia artificial, con un basamento teórico centrado en la innovación y el capital humano. Hace en el libro un sofisticado análisis de los aportes de Schumpeter, quien se constituyó en el teórico más importante del siglo XX y sentó las bases del rol de la innovación en las economías y mostró la importancia para Uruguay de formular un plan de desarrollo apalancado en una amplia reforma educativa para impulsar la economía del conocimiento, la investigación y la transferencia tecnológica. Su mirada central es que Uruguay debía tener una mirada seria en el futuro y superar la aversión al riesgo que limita hoy el desarrollo centrado en capitales de riesgo y creación aplicada de nuevos conocimientos. En noviembre, en la presentación de su libro, conversando sobre uno de los problemas centrales en la falta de desarrollo como es la aversión al riesgo, planteaba como solución la construcción de un gran consenso nacional.
Tenía una agenda activa y estaba empeñado en construir los consensos necesarios en la mayor parte del espectro político y social para encarar una mejor relación de Uruguay con el futuro y la innovación para poder impulsar un cambio en la matriz productiva y ser una sociedad creadora de conocimiento como base de los procesos de trabajo. El ingreso a una economía del conocimiento se constituía en el centro de sus preocupaciones, en la necesidad de pasar de una economía centrada en comodities que vive atenta a sus precios en los mercados globales a una economía centrada en el conocimiento que vive atenta a la innovación, a la educación, la investigación y la creación de valor. El futuro era su preocupación, en el que la innovación se constituía en la condición básica para promover el desarrollo. Su vida se truncó a la corta edad de apenas 81 años. Pero nos dejó un rumbo claro con una enorme reflexión de cuál es el camino y un mapa de ruta. Él contaba con una de las mejores capacidades personales para construir esa articulación por su capacidad de comprender el problema, su respeto a las diferencias, su don de gente y su enorme afectuosidad y su humanismo casi renacentista. Pero también nos deja para el futuro unas esculturas abiertas al cielo y a la esperanza, que fue una de las patas de una vida rica y creativa.
* Claudio Rama es doctor en Educación y en Derecho.
TE PUEDE INTERESAR: