Uruguay debe ser la única nación en el mundo cuyos ciudadanos celebran litúrgicamente la sagrada “Semana de Turismo” rindiendo culto a las jineteadas, la cerveza, los ciclistas, los campamentos; sin embargo, llegado el Domingo de Pascua, todos se convierten en fieles católicos que desean a sus prójimos “felices Pascuas”. Presumimos que es así porque… ¿qué sentido tiene desear al prójimo –creyente o no– que tenga unas felices Pascuas, si uno no cree en la Pascua, es decir, en el pasaje de la muerte a la vida de Jesucristo, que es lo que se celebra ese día? Además de los cristianos, solo los judíos pueden decir con razón felices Pascuas, pensando en el cruce del Mar Rojo.
Esta incoherencia entre el pensar y el decir se observa también en otras épocas del año. Por ejemplo, en Navidad, cuando un gordo barbudo con rojo traje de invierno usurpa impunemente el lugar de Jesús Niño en centros comerciales y lugares públicos. ¿Qué se celebra en Navidad? Parecería que un nacimiento. ¿Pero cuál?; ¿el del gordo friolento o el de Jesucristo?
El nombre de “Semana de Turismo” proviene de la ley de feriados de 1919, que es la frutilla de la torta de un proceso de descristianización iniciado por los enemigos de la Iglesia católica en la segunda mitad del siglo XIX, y continuado con inusitado fervor, durante las primeras décadas del siglo XX. La eliminación de los crucifijos de los hospitales y oficinas públicas en 1905, la ley de divorcio en 1907 y la laicización de la enseñanza en 1909, son prueba de ello.
El texto de la ley de feriados dice: “Declárese feriada, con el nombre de Semana de Turismo, la sexta semana siguiente a la de Carnaval”. ¿Por qué? ¿Qué es el carnaval? “El carnaval —dice Wikipedia— es una celebración propia de varios países cristianos y también no cristianos, que tiene lugar inmediatamente antes de la Cuaresma cristiana (que se inicia con el Miércoles de Ceniza)”.
Si bien el carnaval no es una fiesta religiosa, desde principios de la Edad Media se entiende que la palabra proviene del latín vulgar carnem-levare, cuyo significado sería “abandonar la carne”. Originalmente, la idea central del carnaval era despedirse a lo grande, con festines y banquetes, de la carne que no podrían comer durante los cuarenta de abstinencia que antiguamente, prescribía la Cuaresma. El carnaval que conocemos, se empezó a celebrar a raíz de la Cuaresma; en suma, no hay modo de desligar la “Semana de Turismo” de una fiesta religiosa.
Para la instauración de este feriado laico, algunos argumentan que en la Constitución de la República aprobada en 1918, se establecía que “el Estado uruguayo no sostiene religión alguna”. Sin embargo, esta cita del Artículo 5° de nuestra Carta Magna, viene en segundo término. Lo primero que dice ese artículo es que “todos los cultos religiosos son libres en el Uruguay”. Ahora bien, si todos los cultos son libres… ¿por qué el Estado, a prepo y por ley, cambió el nombre de feriados religiosos de tradición multisecular, que se celebraban en Uruguay desde mucho antes de la fundación de la República? Eso no es laicidad: eso fue un ataque directo a la libertad de culto y una clara imposición de un secularismo que no representaba –al menos en ese entonces– el sentir popular.
Que el Estado sea secular y no sostenga religión alguna no quiere decir que deba secularizar a su paso, todo lo que existe. Con ese criterio, habría que cambiar el nombre del departamento de San José o el de la ciudad de Trinidad. Además, si la Constitución “reconoce a la Iglesia católica el dominio de todos los templos que hayan sido total o parcialmente construidos con fondos del Erario Nacional”, ¿por qué no reconocer los usos y costumbres tradicionales en la denominación de los feriados? ¿Por qué imponer usos y costumbres secularistas, de los cuales, afortunadamente, sólo uno fue más o menos exitoso?
Alguno dirá que somos los cristianos los que intentamos imponer la Semana Santa. Pues no. A nadie exigimos que crea en la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, ni pretendemos que todos dediquen esta semana a la oración, a la penitencia y a la meditación de la Pasión de Cristo. Solo queremos que se reconozca por su verdadero nombre a una celebración que tiene 2000 años de historia y tradición.
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