A fines del 2020, se votó en la Cámara de Diputados la ley forestal que generó polémica, discusiones fuertes y algunas descalificaciones. Es una buena señal que partidos con tantas diferencias se pongan de acuerdo si entienden que hay problemas a resolver y que el interés del país está primero.
La ley, en su primera versión, fue puesta en discusión varios meses antes, por lo que todos tuvieron durante un largo tiempo la posibilidad de informarse y de hacer aportes. En el planteo quedó claro que esta ley no fue presentada para prohibir la forestación, si no con el objetivo de regular y limitar la producción forestal en algunas tierras para ordenar una situación descuidada por años, y así preservar recursos naturales como el suelo y el agua, así como también ayudar a salvaguardar a la producción familiar y a quienes viven en el medio rural.
Esta ley fue aprobada por Diputados, tiene media sanción, pero el debate ahora seguirá en el Senado, donde seguramente será extenso, con más participación y con mayor exposición e información. Allí seguirán las discusiones, la búsqueda de acuerdos, los nuevos aportes y vendrán posibles modificaciones. O sea que, habrá mucho para escuchar y opinar en el futuro, por eso no voy a analizar ni profundizar sobre el tema técnico de la forestación, ni del contenido de la ley en sí.
Mi intención es analizar cómo se dio la discusión, y cómo algunos argumentos de quienes se opusieron, estaban más enfocados en desacreditar la propuesta, cuestionando su legitimidad por una cuestión de formas y procedimientos políticos, defendiendo también la rigidez de algunas políticas como sagradas e incambiables, encasillando a todo aquel que plantea una nueva realidad a discutir y a modificar por esta vía participativa, como poco serio, irresponsable e incluso antidemocrático.
Con las diferentes posturas quedó muy marcada la representación de los diferentes intereses, que existen en todos los temas y que son naturales, el Parlamento es el ámbito para eso, ahí se expresan y se marcan las diferentes visiones, posturas y a quién representa cada uno, aunque esto muchas veces no se asume y no aparece tan visible porque la defensa se hace de forma disimulada y camuflada bajo una profesional corrección política que hace foco, principalmente en lo burocrático y cuestiones de forma, intentando espantar discusiones con supuestas consecuencias jurídicas y desprestigio internacional.
La cuestión de fondo
La argumentación a favor fue clara, pero el grueso de quienes se oponen y argumentaron en contra de esta ley ni mencionaron la existencia o no de la problemática planteada, tampoco mostraron preocupación por el estado de los recursos naturales. Repitieron frases hechas y hablaron casi todo el tiempo de las reglas de juego y de una política de estado intocable porque lleva más de 30 años apoyada por todos los partidos que fueron gobierno. Como si las nuevas realidades productivas, ambientales y políticas, no ameritaran revisar y aggiornar la legislación con nuevos actores políticos e institucionales que existen en el presente, pensando también 30 años para adelante en nuevas políticas de estado que apuestan a preservar los recursos naturales que vamos a dejar para los que vienen.
Hay quienes pretenden impedir este debate apelando a lo que se decidió en el pasado, como si las nuevas generaciones estuvieran condenadas e imposibilitadas de cambiar cosas que se decidieron 30 años atrás en otras realidades.
La mayoría para la aprobación de esta ley se dio con votos de Cabildo Abierto, Frente Amplio y el Peri, pero en los demás partidos hay gente que ve bien legislar sobre este tema, así como también un montón de organizaciones sociales y de productores en todo el país han expresado su apoyo.
El ciudadano está reclamando hace tiempo a todo el sistema político tan cuestionado relacionarse más allá de la ideología y cambiar las viejas prácticas políticas que viven con la calculadora en mano y dando la espalda a la realidad.
Hechos de la realidad
Sin embargo, varios de los que se oponen se lamentan una derrota electoral como si se tratara de un partido de fútbol, acusan a los otros de irresponsables, poco serios y antidemocráticos, al mismo tiempo que estuvieron durante varios meses haciéndose los distraídos y mostrando un gran desinterés, usando la vieja maniobra política de hacer naufragar un proyecto en comisión para que se frene y termine de fracasar. Durmieron el proyecto para no discutir y para no asumir costos políticos, pero se terminaron despertando de golpe e indignando justo cuando apareció la mayoría con los votos de otro partido.
No fue casual, dice mucho de la discusión y el tema en cuestión, que quien presentó la ley, el diputado Rafael Menéndez, proviene de un partido nuevo y es un productor rural oriundo de Tacuarembó, de profesión veterinario y en contacto toda su vida con el medio rural, viviendo donde más avance tiene la forestación.
Como tampoco es casual, que los tres diputados que más alzaron sus voces con virulencia oponiéndose al proyecto con argumentos jurídicos y burocráticos, sean abogados que integran partidos tradicionales y viven en Montevideo.
Esto no lo planteo como algo negativo, sino como un hecho de la realidad que marca claramente donde está ubicado cada uno en esta discusión, desde dónde se miran las realidades y qué intereses se defienden y cómo.
Señales
En estos últimos días, a estas posturas de desacreditar la propuesta, intentar trancar el debate y reducir la participación, se suma el presidente de la República en un hecho poco común, avisando de forma muy adelantada y sin conocer el resultado final, que está dispuesto a vetar una ley discutida y aprobada en ambas cámaras por la mayoría de quienes representan al ciudadano.
Tiene la facultad para hacerlo, pero avisar de antemano que está dispuesto a aplicar el veto presidencial sin ni siquiera escuchar la discusión en el Senado, y sin esperar la resolución final que de ahí pueda surgir con modificaciones y aportes de todos los partidos, parece una postura excesiva, una señal hacia afuera y un mensaje más con intenciones de frenar discusiones o incidir en las decisiones mediante advertencia de un poder sobre otro, en este caso para que los legisladores no trabajen o no resuelvan sobre determinados temas.
Muy parecido a lo que ocurre, muchas veces, con las advertencias que hacen los organismos internacionales, donde advierten y avisan de antemano decisiones futuras, sin asumir participación en el debate y sin argumentar en profundidad las razones, simplemente con el objetivo principal de alinear, disciplinar y anular las discusiones donde el ciudadano común puede incidir directamente.
Es un error del presidente que asuma tan temprano una postura personalista y de espaldas a los representantes, además, teniendo la experiencia de tantos años de trayectoria en el legislativo con reclamos al gobierno anterior de más apertura, discusiones transparentes y más participación.
Por otro lado, varios analistas en los medios, los mismos que reclaman el “cordón sanitario” contra Cabildo Abierto, también se precipitan y repiten como con ganas, que la coalición se quebró, pero a mi entender, lo único que se rompió hoy, fueron los brazos de yeso y las mayorías rígidas que tanto se criticó en el pasado, más allá del tema que sea, es una buena señal que partidos con tantas diferencias, se pongan de acuerdo si entienden que hay problemas a resolver y que el interés del país está primero.
Por lo tanto, esta nueva realidad, lejos de ser antipolítica o de mentalidad antidemocrática, más bien todo lo contrario. Son cambios muy positivos que el ciudadano está reclamando hace tiempo a todo el sistema político tan cuestionado y con muy baja aprobación, los obliga a todos a relacionarse más allá de la ideología y a cambiar las viejas prácticas políticas que viven con la calculadora en mano y dando la espalda a la realidad, a no ser que les convenga electoralmente, como pasó con los movimientos sociales y rurales que fueron apoyados en el pasado fervientemente, mientras reclamaban al gobierno anterior, y ahora que están del otro lado del mostrador son prácticamente invisibles.
Ojalá vengan tiempos de escuchar, de aceptar y de asumir esta nueva realidad que tanta falta le hacía a la política nacional.
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