Nadie puede restarle dramatismo a la situación por la que está atravesando el mundo actual. Y en particular nuestro país donde más del 70% de las plazas de CTI hoy están ya ocupadas.
Pasadas ya las violentas convulsiones del siglo XX, se venía instalando –sobre todo en los bloques hegemónicos con aspiración global- una nueva cosmovisión, de que era como el inicio del fin de la historia. Al menos se trataba del nacimiento de una nueva era cuya meta final era el disfrute indiscriminado de todo lo que posee de material el cuerpo humano.
En una dimensión tan compleja como es la vida, bastaba quitarle todas sus aristas trascendentes a este complejo impulso (elan vital) que siempre constituyó el cimiento de las sucesivas civilizaciones que conoció la humanidad, para que lentamente comenzara a perder pie.
La avalancha de los nuevos medios de intercomunicación social facilitaba el intento de afianzar una nueva cultura que se dio en denominar postmodernismo, cuya característica más visible era divorciar las palabras de la realidad. La superficialidad unida a la ausencia de lecturas, el vivir apremiado sin espacio para la meditación profunda, facilitaba la tarea de este vaciamiento del alma humana.
Hasta que sucedió lo que sucedió hace más de un año.
Poco a poco nos convencimos de que la pandemia constituía una verdadera catástrofe sanitaria. Y muchos sentían la premonición de que no era más que la vanguardia de otras calamidades que nos podrían visitar con posterioridad.
Frente a una situación tan inesperada, difícil le hubiera sido a cualquier gobiern, dar con el punto justo de equilibrio, que por otra parte aún ningúno lo ha logrado.
La libertad responsable no fue una actitud precipitada, sino un acertado intento de transitar por un sendero que posee a cada uno de sus flancos un empinado precipicio: por un lado se podría sí disminuir los contagios, pero por el otro había que evitar la caída de la gran mayoría de la población en no poder sobrevivir a la falencia absoluta de recursos.
Desde el vamos hubo constantes críticas con argumentos infundados o falaces, motivadas en busca de réditos políticos. También hubo propuestas tramposas, verdaderas cáscaras de banana, para que las autoridades del gobierno de la coalición republicana se pasara de la raya represiva, de la que después no hubiera retorno… ¡Nada más triste que traficar con la desgracia!
Hoy, a un país como el nuestro, siempre tan respetado por los centros del poder financiero, nos pega el órgano principal de los grandes magnates de las finanzas. The News York Times, en un taquillero y arbitrario informe, nos pretende poner –con mapita y todo- como los campeones en contagios y muertes producidos por el covid. ¡Adiós Maracaná!
Y lo hace utilizando una aritmética de números fríos, para medir fenómenos tan complejos como la biología humana. A la inversa de como utilizaron las cifras, no hace mucho, con Brasil que lo ubicaban a la cabeza de este sitial, (como para recordarle que la Amazonia no le pertenece).
¡Cuidado con la patología psíquica!
Este tipo de informe flechado y seudo objetivo, es lo que da apoyo los desplantes locales que apuntan a sembrar el derrotismo, y lentamente se va creando pánico en la mente de nuestros compatriotas que en nada ayuda.
Al supermedio neoyorquino y al afligido médico Eric Topol, que actúa de eficaz divulgador de la negativa noticia contra Uruguay, a través de su cuenta de twitter, ¿no se le ocurrió que la gravedad de esta segunda oleada que hoy nos golpea también a nosotros –y que se reedita en forma inexorable en todas las partes del planeta- se la podría comparar con la benignidad de un comienzo mesurado?
Y ya que apostamos a los números y estadísticas ¿por qué no se compararon los porcentajes de vacunados con la primera y con la segunda dosis en nuestro país, con las naciones más desarrolladas y eficientes del planeta? EE.UU. –primera potencia- logró vacunar con la primera dosis solo el 20,5% y alcanzaron la segunda dosis apenas el 7,6%, países con la proverbial organización de Alemania el 22,7 y 7%, Francia el 21,7 y el 8,5% y así en casi todas partes. Solo Israel ha logrado una performance mayor y a la vista están los resultados.
Además justicia obliga a valorar el esfuerzo realizado por nuestras autoridades sanitarias.
Y ni que hablar del silencioso empeño con el que todo el personal de la salud por igual, enfermeros/as, médicos/as, superan las tremendas dificultades y se comprometen solidariamente día a día, en un campo visitado por la muerte con demasiada frecuencia.
¿O se quiso insinuar que la vacuna es un dato menor o un negocio de ciertos laboratorios?
¿Y de paso se intenta reverdecer el conflicto otrora denunciado entre la clínica Cleveland y la industria farmacéutica, que logró hacer renunciar a su destacado investigador cardiovascular, eliminando el cargo de máxima jerarquía que detentaba?
Sea como sea, por ingenuidad unos, por malicia otros, se va incentivando un desajuste en las mentes, que puede causar nuevos y mayores trastornos que son más difíciles de cicatrizar que la propia pandemia.
TE PUEDE INTERESAR