Apuntes de un vecino de San Bautista ante la visita de Carolina Cosse a la ciudad canaria.
Hace una semana se llevó a cabo en nuestra ciudad la decimosegunda Fiesta del Pollo y la Gallina. Se trata del evento más importante de San Bautista, y uno de los mayores del departamento de Canelones, y cada vez gana más prestigio a nivel nacional. Esto no es casualidad. Es fruto de la acumulación de trabajo y el compromiso de mucha gente, a lo largo de mucho tiempo desde sus inicios, en una organización en la que siempre estuvieron vinculadas las principales instituciones sociales, culturales y deportivas de la ciudad, y donde siempre convivimos gente de todos los colores sin importar de dónde viene cada uno. Eso se refleja después en el relacionamiento humano, como también en los apoyos recibidos tanto a nivel público como privado.
Las empresas, los comercios, los puestos de comida, los emprendedores conviven bien, más allá de la competencia natural que implica estar presentes en un evento de este tipo. Todos quieren ser visualizados y conocidos de la mejor forma porque eso después se traduce en oportunidades y en ventas, pero también son conscientes de que hay lugar para todos.
Algo parecido pasa con las autoridades gubernamentales y la dirigencia política. Muchos quieren estar presentes por razones institucionales y porque entienden importante apoyar y fortalecer los objetivos de este evento. Allí se han encontrado los diferentes niveles de gobierno alineados. El Municipio, el gobierno de Canelones y el gobierno nacional, a través de algunos ministerios y entes públicos, fueron parte muy importante, no solo desde el apoyo económico, que siempre es necesario, sino también en la coordinación de una serie de servicios e infraestructura muy necesaria para la realización de el evento. Obviamente ,eso después se traduce en mayor visibilidad de esos organismos, pero una visibilidad que se da naturalmente con criterios objetivos, buscando siempre los equilibrios necesarios para que todos convivan y marquen presencia.
Hay, por lo general, mucho respeto de la mayoría de las autoridades de esos organismos que entienden claramente cuál es nuestra identidad y nuestra realidad local, por eso ayudan y apoyan mucho, pero no exigen a cambio un trato de privilegio ni diferente al resto de las autoridades. No estamos acostumbrados a generar ningún privilegio ni hacer diferencias con nadie, más allá de los protocolos institucionales que implican ordenar la inauguración y respetar los procedimientos ceremoniales.
Es muy común para nosotros ver entrar solas al predio a las máximas autoridades presentes. Este año nos acompañaron el presidente de la República, Luis Lacalle Pou; el intendente de Canelones, Yamandú Orsi, y más de un ministro. Quizás está actitud se dé por la impronta que tiene cada uno, pero creo que también parte desde la experiencia y el conocimiento que tienen estos dirigentes sobre la realidad de nuestro territorio y sobre la identidad de esta fiesta, que ya conocen de muchos años de participación. La misma tónica se da con los diferentes ministros, senadores, directores nacionales, directores departamentales y otras autoridades. La gran mayoría entra y se mueve con absoluta libertad. Los jerarcas y dirigentes se relacionan e intercambian opiniones con ánimo festivo, muestran humildad y respeto por quienes asumimos la tarea de organizar, tiene claro que no corresponde ni podemos realizar una atención personalizada con cada uno: nos ven corriendo de un lado para otro, ajustando detalles, solucionando cosas.
Esa convivencia es una característica clara de nuestra ciudad y es parte importante de nuestra identidad. El dirigente político que no conozca o comprenda esta realidad seguramente quede mal parado y genere un efecto contrario al que pretende. Eso fue lo que nos pasó con la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, que pretendió un trato diferente ya desde los días previos, solicitando que desde la organización le hiciéramos invitación formal para decidir asistir a nuestra fiesta. Eso nos llamó la atención, porque siempre nuestro evento es de convocatoria abierta, y no es normal que la interesada en asistir pida que se la invite para hacerlo. Más llamativo nos resultó todo cuando se nos informó que vendría un día diferente al previsto para las autoridades, e incluso se nos solicitó atender a su equipo, que asistiría dos horas antes de su llegada para preparar su recorrida por el predio, una recorrida para la cual se nos pidió acceso gratis para una comitiva de veinte personas. Todo esto en horario de actividades artísticas, para las cuales nuestros amigos, familia y conocidos pagan entrada como cualquiera. Nos resultó chocante y desproporcionada la cantidad de personas que la acompañarían, aunque después nos dimos cuenta de que su visita tenía una lógica electoral y para eso debían entrar con ella una cantidad importante de militantes.
Además de todas esas condiciones previas que claramente estaban fuera de lugar y complicaban nuestro trabajo en horas tan intensas, en el momento de su llegada se sumó la condición de que alguien de la comisión fuera a recibirla fuera del predio, en la vía pública, donde la intendenta esperaba para bajar de su vehículo oficial. Ante nuestra negativa de acceder a ese último pedido, decidió entrar a recorrer nuestra fiesta, pero no sin antes hacernos sentir a través de su equipo la prepotencia, la soberbia y una actitud que no habíamos sentido con ninguna autoridad que visitara antes nuestra fiesta.
Los dirigentes políticos a quienes solo moviliza el interés particular o el electoral por encima del bien común siempre son visibles. La gente observa y saca sus propias conclusiones. Mucho más expuestos quedan cuando se mueven con otras lógicas que no son propias del territorio en el que se encuentran. No ubicarse, ser prepotente y soberbio profundiza el error, pero desconocer las realidades locales los aleja muchísimo más de la gente a la que pretenden acercarse. Lo que manda siempre es la realidad.
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